El Trato Andaluz.

María, mi vecina y este Albaicín tan desolado

Cartas al director - Laureano Sánchez Per - Sábado, 6 de Diciembre de 2025

Hace unos días, de camino al trabajo, bajando a Granada por la Cuesta de San Gregorio, me encuentro con mi vecina María, la saludo y después de responderme con un sonoro y rutinario “buenos días, nos dé Dios”,  empieza a hablar y me comenta que hacía unos días que, desde su ventana, no me ha visto salir con el coche, pero que le ha dado alegría verme y comprobar que sigo viviendo en el barrio, que no me he ido,  y ya, sin mas preámbulos, me cuenta que va a San Agustín, al “Mercao”, que ella sí, que baja todos los días, que a lo mejor no compra nada, ..ya ve Ud, me dice,  ayer sin ir mas lejos, sólo compré un tomate y un pimiento que necesitaba para unas lentejas, pero sabe Ud. que  ya aprovecho y hablo con los de los puestos y a veces me encuentro con alguna vecina de antes y ya nos saludamos y nos preguntamos por la salud…. María sigue hablando y me cuenta que en su casa ya no tiene vecinos que la última familia, la de la Lola y su hijo, …si,  el que se separó de la mujer y volvió después a vivir con ella, que se fueron hace ya mas de un año, que está sola y que a ella también la quieren echar, que la casa es del banco, que hasta le han ofrecido dinero para que se vaya, pero que ella les ha dicho que hasta que no le toque irse por la “cuesta los chinos” que no se va, que se esperen, que ya no falta tanto…., María, con sus mas de ochenta años, me cuenta, que ha conocido mejores tiempos en el Albaicin, bueno… también tiempos de penuria y escasez, que sabe Ud.  que cuando terminó la guerra y hasta mucho después, la vida en el barrio era muy dura, -yo era una niña, me dice, pero recuerdo que nos apañábamos entre los vecinos y nadie se iba  a la cama sin probar bocado, teníamos un váter para todos, sí  y un lavadero común, pero nos ayudábamos entre nosotros y así íbamos adelante- y me cuenta que en la Placeta, donde ella vive, ..fíjese Ud. con lo chica que es y había tres casas de vecinos, y lo mismo en el Muladar, en Babolé, y en la calle la Tiña, además, había una tienda que vendía de todo, y así en el Aljibetrillo, en la Cuesta San Gregorio, …en todo el Albaicin había vida, mucha vida, ahora sólo turistas y mas turistas, por eso, me dice, me da tanta alegría encontrarme con mis vecinas, con las pocas quedan, son muy buenas, -sin atrasarlo a Ud.-  me dice y es que, como saben que vivo sola, siempre me preguntan si necesito algo.

Ya hemos llegado a Granada y mi vecina sigue hablando, la oigo hablar después de habernos despedido. María habla y habla, aunque no haya nadie que la escuche, esto no es una novedad para ella, al fin y al cabo lleva tantos años hablando y quejándose a los distintos dueños que ha tenido la casa, para que le ajusten las ventanas, que en el invierno no hay quien pare con el frio que entra por las rendijas, para que le arreglen el váter, que no hay quien aguante los olores, que las ratas se están apoderando del patio, que sin ir más lejos el otro dia, ese que llovió tanto, se cayó parte del alero que da a su balcón, en fin, para María, hablar y que no la escuche nadie, no es ninguna novedad, con el tiempo se ha vuelto algo normal, la veo alejarse con su bastón y su cesto. 

Yo sigo andando sólo y de pronto me embarga una sensación de tristeza y pienso que así acabaremos los que aun quedamos en el barrio y es que después de hablar y hablar, de quejarnos durante años, nadie escucha esta llamada de socorro desde este barrio tan universal y donde cada vez estamos más solos.

Desde al Albaicín un 30 de noviembre de 2025.