Campaña Inagra contenedor marrón.
Una experiencia abrumadora de dos horas

Acid Mothers Temple: Maremoto de Free Rock

Cultura - Juantanamera García - Viernes, 11 de Noviembre de 2022
Una crónica muy especial del concierto de la banda japonesa en Plantabaja. No te la pierdas.
Acid Mothers Temple, en plena actuación.
J.T.M.
Acid Mothers Temple, en plena actuación.

El colectivo que dirige desde hace décadas el guitarrista Kawabata Makoto pasó por Granada nuevamente, llenando el Plantabaja a pesar de ser lunes. Muchos de los presentes repitieron la experiencia, que es lo que es cada una de sus actuaciones, de las muchas, muchísimas, una diaria desde hace años si agotarse ni desfallecer, solo cambiando de miembros gastados. Esta formación es única, si a los cientos de conciertos anuales sumamos que publican todo lo que hacen: en el catálogo de Discogs tienen 170 entradas, ¡17 solo este año! (y en todos los formatos, que hasta mantienen vivo el cassette) queda aclaro la singularidad absoluta de este colectivo. 

Una experiencia abrumadora de dos horas. A cualquier cosa se le llama hoy en día ‘psicodelia’, pero enfrentarse a esta formación, y digo ‘enfrentarse’ porque eso es exactamente, es que te pase por encima una apisonadora de rock progresivo en toda la extensión de la denominación histórica

Una experiencia abrumadora de dos horas. A cualquier cosa se le llama hoy en día ‘psicodelia’, pero enfrentarse a esta formación, y digo ‘enfrentarse’ porque eso es exactamente, es que te pase por encima una apisonadora de rock progresivo en toda la extensión de la denominación histórica, la ácida californiana, la automática alemana, la psicodelia astral inglesa… Todo lo que pueda sugerir la distorsión de los sentidos, unas puertas de la percepción que hacen leña con un volumen altisonante y espeso como pocos, no en vano dedicaron algún tributo a su manera a Black Sabath. Hendrix terminaba sus conciertos con una apoteosis de distorsión, pero estos japoneses empiezan con ella y no ceden hasta que se van, dejándonos pitando los oídos y las entendederas, hasta bien pasado un rato. 

La banda, en su exeriencia abrumadora de dos horas. J.T.M.

Pero cuando empezaron a añadirse instrumentos, esa guitarra puro Marshall de Makoto, un bajo demoledor e implacable, y sobre todo la batería de un tipo superdotado e incansable llamado Satoshima Nani…ufff , sálvese el que pueda

Su concierto comenzó equívocamente, con una pieza iniciada con un buzuki y una voz amable de aires folk, apenas contaminada por los pequeños ruidos agudos que extraía Higushi HIroshi de su sintetizador, insidiosos e inquietantes que se clavaban como alfileres en los oídos. Pero cuando empezaron a añadirse instrumentos, esa guitarra puro Marshall de Makoto, un bajo demoledor e implacable, y sobre todo la batería de un tipo superdotado e incansable llamado Satoshima Nani…ufff , sálvese el que pueda, aquello adquirió proporciones dinosáuricas, tan complejas por momentos como el Free Jazz pero hipnotizantes. Cacofonía ordenadísima y atronadora en piezas de 30 minutos sin solución de continuidad, apenas para que el teclista sorbiera de su copa de vino. Frenesí estruendoso que hubiera hecho las delicias de Frank Zappa (de hecho imitan la portada del directo de The Mothers en alguna referencia), del negrindio Hendrix, de los enloquecidos Who jóvenes, como de Gong, Hawkwind, Can… y seguro que el Robert Fripp de ‘Red’ hubiera pedido entusiasmado unos bises más. Cuando regresen tras dar la vuelta al mundo una vez más, no olviden los tapones de oídos, como sabiamente ya sabían los repetidores. ‘Frippantes’. 

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