invocó para el concierto a los espíritus de sus ‘muertitos’ amigos: Eduardo Benavente, El Ángel, y añadió a Jesús Arias

Ana Curra: La reina bruja de la Movida

Cultura - Juantanamera García - Jueves, 10 de Noviembre de 2022
Una crónica del concierto de la mítica Ana Curra en Plantabaja. No te la pierdas.
Ana Curra durante su actuación.
J.T.M.
Ana Curra durante su actuación.

La primera vez que Ana Curra trajo a Granada ‘El Acto’, cuando se decidió a salir de su oscurantismo privado, la prensa local terminaba (muy equivocadamente desde este fin de semana) que sería la primera y última vez que se podría escuchar aquel mítico disco: «el acto se autodestruye una vez consumado», se podía leer. Diez años después justo, la misma Ana, a sus muy en forma 63 años ha repuesto la función con la excusa de los cuatro decenios de la grabación original.

Un equipo magnífico y puesto completamente a su servicio y de las canciones, con conocimiento de causa y convencimiento del peso específico, ya casi legendario, de algunas de las canciones que iban a tocar

En un Plantabaja repleto, la pianista y cantante se presentó con una nueva banda montada exprofeso, a diferencia de aquella de 2012 compuesta por supervivientes de los muchos naufragios de los años 80. Un equipo magnífico y puesto completamente a su servicio y de las canciones, con conocimiento de causa y convencimiento del peso específico, ya casi legendario, de algunas de las canciones que iban a tocar. También ese público estaba por la labor, empujando en volandas a la artista de El Escorial, y obviando los continuos problemas técnicos que tuvo con las conexiones no habituadas a tanto ajetreo.

Vestida con su tradicional imagen de dominatrix, correa en mano en un momento incluso, invocó para el concierto a los espíritus de sus ‘muertitos’ amigos: Eduardo Benavente, El Ángel, y añadió a Jesús Arias, necesarios para el conjuro punk que se iba a celebrar. Tiene su aquel la oscuridad, tenebrosa e inquietante y el punch primario del repertorio contrastando con la dulzura y entusiasmo de su discurso.

Ana Curra, en plena actuación. J.T.M.

Hizo acto de presencia de espaldas, con la misma peluca rubia de la portada de aquel recordado álbum, ejerciendo de chamana gótica extrayendo del teclado ora ese lúgubre fondo tan Fuzztones que requieren unas piezas, como el piano casi stride de otras, su clasicismo académico al final y hasta doblando percusiones con un snare.

Vestida con su tradicional imagen de dominatrix, correa en mano en un momento incluso, invocó para el concierto a los espíritus de sus ‘muertitos’ amigos: Eduardo Benavente, El Ángel, y añadió a Jesús Arias, necesarios para el conjuro punk que se iba a celebrar

El concierto fue creciendo según discurrían lo minutos, mejorando en sonido y  sobre todo ganando en confianza la propia artista, que inagotable danzó tribalmente con una elasticidad impropia de su edad ¡hasta se tiró desde el escenario encima de las primeras filas en pleno éxtasis! 

El tiempo pasa, hasta para las musas ‘dark’ de la Movida, homologables en su caso al de otras fammes fatales como Lydia Lunch, Siouxsie, o Diamanda Galás, así que añadió muchas otras canciones al guión ‘actoral’, nuevas como ‘Hiel’, dramática y Wageriana, (y dedicada a todos los fallecido del Covid), la inquietante ‘Aphrodita la monarca’ de reciente factura, o la paleo industrial y tan Suicide ‘Ghost Riders’.

Pero sí efectivamente cada vez que dejaba caer alguna de aquella grabación legendaria, en escena mucho más poderosas de lo que permitieron las condiciones técnicas de entonces, gentío y banda compartían sangre y electricidad: ‘Unidos’, por supuesto. Como ‘Nacidos para dominar’, ‘Quiero ser santa’, ‘Tengo un pasajero’… O las coherentes adaptaciones de ‘Héroes’ y ‘Quiero ser tu perro’. Material incandescente entre un programa de dos docenas de piezas que fue acelerando, salvo la pausa, por Bach, para tomar aliento y devolver en silencio respetuoso a nuestros ‘santos’ a su sitio. El desatado final con ‘Autosuficiencia’ y ‘Un día en Texas’, ya rozando la estridencia y el rojo peligroso en el medidor decibelios de la sala, fue ese final comunal, hirviente y compartido que todo artista desea: «Gracias por darnos vuestra energía, gracias por seguir vivos ¡viva la vida!», concluyó, en este segundo ‘Acto’.