Crítica de la gran película documental de José Sánchez Montes y Gervasio Iglesias, sobre un discos esencial

'Omega': Lorca, las traducciones y otras hierbas

Cultura - Manuel Alberto P. - Lunes, 28 de Noviembre de 2016
Crítica de la gran película documental ‘Omega’, de José Sánchez Montes y Gervasio Iglesias, que trata de desentrañar la compleja gestación, grabación y posterior repercusión de uno de los discos esenciales de la historia de la música española, firmado por Enrique Morente y Largatija Nick.
Enrique Morente y Lagartija Nick, durante uno de los ensayos de 'Omega'.
Fotograma del trailer de 'Omega'
Enrique Morente y Lagartija Nick, durante uno de los ensayos de 'Omega'.

Stephen Dedalus, el alter ego de James Joyce, se refería en una de sus novelas a un individuo que era tan malo que leía traducciones. Desconozco si Enrique Morente, que el día de Navidad cumpliría 74 años, leyó al irlandés, diría que sí, pero seguro que estaría de acuerdo con su trasunto, después de lo que él mismo cuenta en la monumental  película documental ‘Omega’.

Porque todo empezó por un regalo de Alberto Manzano, traductor oficial de Leonard Cohen, que atisbó la vena flamenca de sus canciones a un Morente ávido de nuevos horizontes. Y esa traducción la llevó a su universo. Lo que ocurrió a partir de ese momento, es muy difícil de contar. Pero bien que lo consiguen José Sánchez Montes y Gervasio Iglesias en el ‘Omega’, que se estrenó en los cines la semana pasada, y que ahora se ha puesto a la venta y en alquiler en las plataformas digitales, junto a una versión del disco con demos, ensayos y tomas alternativas.

También confiesa que siempre quiso ser rockero. Y lo consiguió, vive dios. Hay mucho más rock and roll en el verso de las hierbas que en la discografía entera de Metallica

La película sigue una estructura cronológica, alternando el material de la época con entrevistas actuales, poniendo en orden todas las influencias que iban bullendo en la cabeza de Enrique, desde la primera idea del disco flamenco de canciones de Cohen hasta llegar a esa obra maestra que finalmente se publicó en 1996. Entremedio, problemas y serendipias, como la aparición de El Europeo, sello independiente ante el rechazo de las multinacionales y el encuentro con los Lagartija Nick. Una vez más, en Granada los momentos trascendentales tienen lugar en los bares. Una entrevista a una radio de Los Ángeles de 1997 de Leonard Cohen corre paralela al relato, en el que sobresale la verborrea, siempre genial, de Erik y esa capacidad de Enrique para, con una sonrisa, mandar a correr una pregunta sanguijuela.

Y una emotivas imágenes de Jesús Arias, el gran cerebro gris de todo esto y de mucho más, y al que Granada le debe todavía un gran homenaje.

Como explicaba Arrigo Sachi, cuando mayor es el caos, más cerca está la solución. Y las grabaciones dan cuenta de la tensión de las grabaciones. Por el estudio Bernardi de Armilla van pasando: Tomatito, Vicente Amigo, Enrique Heredia, Antonio Carbonell… además de la familia Morente al completo con la Pelota al frente. Para comprender a los demás es necesario intensificar la personalidad y bien que se nota en los fotogramas. Porque Enrique sabía lo que quería en cada momento, manteniendo la frágil capacidad de entusiasmarse constantemente y la adhesión a unos pocos principios: orejas abiertas y música sublime.

Sabrosas anécdotas trufan el metraje, como la influencia falangista de Erik, la coca-cola y Pat Metheny, los carteles en los que no aparece Morente… No hay experiencia que aniquile del todo el sentido del humor: hasta Antoñico Arias deja de lado su pose seria y cuenta una divertida anécdota de su vuelta a casa tras terminar el disco.

Disco que, por fin, salió a la venta en diciembre, convirtiéndose es la pieza de lego que no encajó en el edificio del año 1996. Como Stravinsky en 1913, como Miles Davis en 1959, como Dylan en 1965, como Sex Pistols en 1976.

Con el famoso concierto del Teatro Albéniz de Madrid, inauguró el vértigo para aficionados y críticos, como Miquel Jurado, acomodados en sus cámaras de resonancia: esos entornos ideológicos cerrados donde las creencias propias se refuerzan y se rechazan las ajenas. Enrique, como aclara en el documental, quería molestar un poco.

También confiesa que siempre quiso ser rockero. Y lo consiguió, vive dios. Hay mucho más rock and roll en el verso de las hierbas que en la discografía entera de Metallica.  

Como decía Beckett: “Fracasa de nuevo, fracasa mejor”. Morente siguió fracasando -quién pudiera fracasar así-: Voces Búlgaras, Sonic Youth, Pat Metheny… Hasta llegar a su participación, en 2007, en Tendrá que haber un camino, la canción que cierra La leyenda del espacio de Los Planetas. Disco que, junto a La leyenda del tiempo de Camarón y al propio Omega, forman esa trilogía, todavía no superada, de las posibilidades que ofrece el rock con ojos flamencos o bien al revés.

Con este disco, Enrique supo llegar a ese preciso lugar donde la guerra está a un tiro de distancia, pero el amor está también a la separación de un beso, como cantaban los Rolling en Gimme shelter.

Si, como escribió Neruda, nada nos salva de la muerte y el amor nos salva de la vida… Jesús, Leonard, Enrique… esta sí es manera de decir adiós, aún demasiado pronto.