Artículo de Opinión

'Teletrabajo y conciliación, una falacia en formato pandemia'

E+I+D+i - Tamara Álvarez Valverde - Jueves, 21 de Mayo de 2020
Tamara Álvarez Valverde, de CGT Granada, nos ofrece una oportuna reflexión sobre las dificultades que añade el teletrabajo a la conciliación. No dejes de leerla.
E.P.

En los tres escasos minutos que ha tardado en encenderse mi ordenador portátil, he tenido que levantarme ante la caída de una lámpara que había en la mesita y a quitar de las manos de la niña el cristal de un marco de fotos que amenazaba con hacerse añicos por todo el suelo del salón. Ahora está dando botes sin parar en un sofá que, estoy segura, no va a llegar vivo al final de la cuarentena porque es el único sitio de la casa donde una niña pequeña puede dar rienda suelta a toda la energía que tiene dentro, que es mucha… Y ante mi nerviosismo incipiente por si se parte la crisma y tengo que llevarla a unas urgencias abarrotadas, y porque tengo que concentrarme en escribir pese a todo ello, respiro profundamente por enésima vez en el día. Si me preguntases por mi oficio, ahora mismo te diría que soy respiradora profunda profesional.

De todas las identidades que una puede tener en la vida ahora sin duda hay una que sobresale: soy la madre de una niña pequeña cuyo mundo se ha desmoronado

Porque de todas las identidades que una puede tener en la vida ahora sin duda hay una que sobresale: soy la madre de una niña pequeña cuyo mundo se ha desmoronado. Si el mío también lo ha hecho es algo secundario a esto, puesto que aquí la adulta soy yo, y la que tiene menos estrategias para afrontar la realidad es ella. Así es que la principal tarea desde que las madres de este país nos levantamos hasta que nos acostamos pasa porque esta pesadilla no se convierta en la pesadilla de nuestras hijas.

Estas criaturas de las que apenas se ha hablado más que para decirnos que son pequeños contagiadores con patas y que por eso hay que aislarlos de su principal fuente de estimulación y desarrollo: el resto de las niñas y niños de su edad. Así que ahora, además de ejercer de cocineras de comida sana en sustitución de los comedores escolares y de maestras en sustitución de las maestras; hay que poner la mente en formato infantil y sacar ganas de jugar a todas horas para sustituir a las compañeras que desaparecieron con las clases. Y respirar profundo cuando ves tu casa sumida en el caos al convertirse en un patio del colegio y respirar para aceptar la idea de que trabajar con un mínimo de silencio y tranquilidad como en la oficina es una utopía.

La respuesta del mercado laboral es 'No me cuentes tus problemas, que para eso son tuyos'

Y, sobre todo, hay que respirar muy fuerte y apretar mucho los dientes para no volverte loca recordando que tu jefe te ha dicho que necesitar el teletrabajo para poder ocuparte de tus hijos es una cuestión personal, que se intentará, pero que no es obligatorio. Porque encima tiene razón. Y es que en la mayor crisis global que estamos viviendo en los últimos tiempos; donde todos los niños y niñas, sean de la edad que sean, tienen ahora la misma consideración que los bebés recién nacidos, puesto que no hay escuela infantil, ni colegio, ni instituto al que llevarlos mientras trabajas; la respuesta del mercado laboral es “No me cuentes tus problemas, que para eso son tuyos”. 

Así que apretamos mucho los dientes, y nos tenemos que tragar que conciliación es estar intentando rendir algo, con una mente dividida entre el informe que estás haciendo y lo que vas a hacer de comer hoy, mientras con el rabillo del ojo compruebas que tu hija está manipulando un enchufe para conectar un cojín de masaje que ni siquiera sabías que había en casa.

Y hacerlo sin protestar ¿eh? Porque la situación social exige que estés a la altura. Y tú eres una mujer, no sólo una mujer, eres una madre. Y encima eres obrera. Así es que plantearte dejar tu trabajo para poder trabajar de maestra-cocinera-compañera de juegos gratis es una opción que ni siquiera contemplas, porque entonces no habría nada que cocinar, ni lápices para colorear, ni ordenador para las video asambleas de infantil. Y aprietas más los dientes porque encima tienes suerte, muchas más suerte que tu vecina la que está en el paro y sin cobrar porque trabajaba en negro, que la que tiene un hijo con un trastorno del desarrollo que exige que su madre además de cocinera-maestra-compañera de juegos, se convierta en enfermera-terapeuta-psicóloga o esa otra que tiene una niña de la edad de la tuya y te confesó una semana antes de que empezase el confinamiento que no tenía internet en casa porque era muy caro.

Y piensas que es injusto, pero claro, luego recuerdas que vives en un país y en un mundo el en que lo que tú y tantas mujeres estáis haciendo no vale absolutamente nada porque no se reconoce

Y piensas que es injusto, pero claro luego recuerdas que vives en un país y en un mundo en el que lo que tú y tantas mujeres estáis haciendo no vale absolutamente nada porque no se reconoce. Porque es algo que simplemente tenéis que hacer por haber nacido mujeres. 

Y como mujeres parece que tenemos que tener la capacidad para afrontar esta situación y estar a la altura de las circunstancias, vivir perpetuamente explotadas y encima dar las gracias porque nos permitan volvernos locas teletrabajando porque la alternativa sería matar de hambre a nuestras hijas.

Desde luego si alguien nos empuja a que nuestras únicas opciones sean esas somos nosotras mismas. Es una decisión individual tomada en libertad, te diría cualquier capitalista. Porque si cuando decidiste traer una hija al mundo no pensaste que podía llegar una pandemia y la ibas a tener que cuidar tú sola sin más recursos públicos durante las veinticuatro horas del día, es porque tienes una mentalidad perdedora de pobre de mierda. Y lo que pase contigo y con tus hijas es tu responsabilidad.

En esto insisten mucho los ricos, en que los hijos son como una especie de propiedad de la familia. Ellos dicen que lo hacen para proteger su derecho a educar a sus hijos según sus creencias y su libertad, pero todas sabemos que lo hacen para limpiarse su mala conciencia porque en momentos así lo que pase con los/as niños/as que no son suyos les da exactamente igual. Por mucho que un futuro sean estos mismos niños/as los que trabajen para sacar a flote el país mientras ellos se embolsan el dinero obtenido con el trabajo de otros.

Igual que ahora hacen con nosotras. Explotarnos, obligarnos a trabajar de manera gratuita y sin parar. Intentar convencernos de que esta locura de tener que atender a unos niños/as que están viviendo una situación límite y trabajar a la vez desde casa es algo por lo que tenemos que estar agradecidas. Lo que debería ser un derecho fundamental de la población infantil de ser cuidados y de las madres de cuidar con un mínimo de dignidad, se reviste como regalo del empresario ante una dificultad personal.

Ahora tu país, como ya hizo con tu madre y con tu abuela, necesita que trabajes gratis durante las 24 horas del día

Pero la vida sigue porque llevan desde que nacimos intentando convencernos de que esto es exactamente lo que debemos hacer. Forjando día a día nuestra personalidad, orientándola al cuidado de los demás, a la abnegación, al sacrificio. Vendiéndonos imágenes de vírgenes como símbolos a los que aspirar. Regalándonos juguetes para practicar cuando lleguemos a ser cocineras, maestras y enfermeras (y hacerlo de manera gratuita, como si fuera un juego más, cuando toque). Y ahora toca. Ahora tu país como ya hizo con tu madre y con tu abuela, necesita que trabajes gratis durante las 24 horas del día. Esta vez no te prometen un marido, porque ya han visto que puedes conseguirlo sola. Pero si no fallas al país y, a la vez que trabajas gratis, sigues haciendo desde tu casa todo lo que ante hacías en la oficina, te consiguen el increíble regalo de ser una de las elegidas que no tenga que hacer cola ante el banco de alimentos para dar de comer a sus hijos/as.

Tamara Álvarez Valverde, CGT Granada