La última gran fábrica del Albayzín
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Fue montada y gestionada por tres generaciones de la familia Ferrer; suministraba lonas a media España
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Continúan en pie las dos naves industriales levantadas entre las calles Pagés y Agua hace justo un siglo
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En sus mejores momentos llegó a tener casi un centenar de empleados en sus talleres, la mayoría mujeres
Hace unos meses abrió un supermercado en la calle Pagés del Albayzín, llamado Elemen. Esta tienda ha vuelto a dar utilidad a las naves industriales que fueron el núcleo de Tejidos San Miguel hasta 1976. Son edificios al más puro estilo de arquitectura industrial del primer tercio del siglo XX granadino. Aunque en sus buenos momentos la factoría de los Ferrer ocupó más terrenos que las dos naves que utiliza el supermercado actual; se extendió a la mayor parte de la manzana demarcada por las calles Pagés, Agua, Pardo y Fátima. Incluida una casa morisca.
El Albayzín tuvo tradición de cordeleros, atarazanas y esparteros prácticamente desde época medieval. Los siglos XVII y XVIII fueron su momento dulce con la fábrica de velas del carril de la Lona. Fabricaba buena parte de los velámenes para los barcos de la Armada española. A su alrededor hubo infinidad de industrias auxiliares. Pero en el primer tercio del siglo XIX aquella industria de lonas se desmoronó con la incorporación de los motores de vapor a la navegación. También se aprovechó la fuerza de la Acequia Aynadamar para los molinos por encima de Fajalauza y el canal de Axares para los molinos de trigo y telas de San Juan de los Reyes.
El Albayzín tuvo y retuvo la tradición de fabricación artesanal de cordelería, sacos y lonetas, que solían practicar bastantes familias en sus casas
No obstante, el Albayzín tuvo y retuvo la tradición de fabricación artesanal de cordelería, sacos y lonetas, que solían practicar bastantes familias en sus casas. Hasta que uno de aquellos artesanos decidió dar un paso adelante y ponerse a fabricar a escala mayor, al estilo de las industrias catalanas; había aprendido en la fábrica de San Patricio, creada en 1875 por el ingeniero riojano Patricio García Muros. Se llamaba Miguel Ferrer Salinas. Corría el año 1889 y vivía en calle de San Luis, en el Palacio de los Rayos, situado en el número 23. En aquel patio y bajos de la casa montó los primeros telares manuales y empezó a fabricar costales y lonas. Sus primeros empleados fueron la amplia familia y el vecindario. El negocio empezó a irle bien y fue ampliando plantilla, la mayoría de carácter temporal; la maquinaria y telares primigenios eran manuales, de origen morisco, pero él empezó a adquirir aparatos de segunda mano de las fábricas que iban renovando en Cataluña. Miguel Ferrer, el fundador, quería montar una fábrica como las de Barcelona.
En poco tiempo, Tejidos San Miguel (bautizado así por el nombre del fundador y por el patrón del Albayzín) necesitó más espacio y ubicó otro taller en la una casa de calle San Martín. También empezó a repartir trabajo a infinidad de vecinos que lo hacían a destajo en sus propias casas. El volumen de trabajo y de pedidos le hizo necesario utilizar una red comercial para vender por los pueblos y también abrir una primera tienda en la calle Marqués de Gerona, 9 (que más tarde duplicó con otra en Mesones, 32).
Las dos primeras décadas del siglo XX fueron gloriosas para Tejidos San Miguel. Sus principales clientes eran los sectores agrícolas a industriales de Granada
Las dos primeras décadas del siglo XX fueron gloriosas para Tejidos San Miguel. Sus principales clientes eran los sectores agrícolas a industriales de Granada. Las fábricas azucareras estaban a pleno rendimiento, precisaban infinidad de mangas de lona y costales para el envasado del azúcar. Los talabarteros, zapateros, alpargateros y loneros de media España se dirigían a Tejidos San Miguel demandando sus productos, de los mejores en cuanto a calidad. Y no sólo estos artesanos, también los ayuntamientos para enlonar las calles en verano y proteger los escaparates del ardiente sol estival; se ven infinidad de fotos de época cubriendo las puertas de tiendas y casas en aquellos años; los toldos que cubrían las calles Mesones (Granada), Larios (Málaga) y Sierpes (Sevilla) eran fabricados por San Miguel del Albayzín. Y no digamos la infinidad de mecedoras y hamacas de nuestros abuelos (todavía quedan algunas utilizables), con sus características rayas de colores, al estilo de las jarapas moriscas. Los burros iban tan a gusto con sus albardas nuevas de lona suave de los Ferrer y los arrieros con sus alforjas rayadas al hombro.
Ampliación de 1922 y nuevo edificio
Al comenzar la década de 1920, Tejidos San Miguel solía dar empleo directo a más de ochenta personas, más el indirecto de los recolectores de fibras, tratamiento del cáñamo, vendedores, etc. Las dos casas de San Luis y San Martín estaban colapsadas, incluso en épocas de calor solían salir a trabajar a las calles del barrio.
Con aquel nuevo y amplio espacio empezaron también a llegar máquinas tejedoras de segunda mano, pero también algunas de estreno
Miguel Ferrer Salinas se había hecho mayor. Dejó el negocio en manos de su hijo Francisco Ferrer Puertollano (fallecido en 1965). La familia tomó la decisión de construir una fábrica nueva y amplia. El lugar elegido fue una casa y corralón, al que se entraba por Plaza de los Muñoces (actual Pagés) y también por calles Agua, Pardo y Fátima. Están linderas con la Casa de los Gallos o de las Palomas (s. XV-XVI). El arquitecto autor del edificio lo desconozco, pero debió ser alguno con experiencia en construcción de molinos y fábricas de las muchas que abundaron en el entorno de la Acequia Gorda. Corría el año 1922 cuando entró el proyecto en el Ayuntamiento y para finales de 1923 ya estaba a pleno rendimiento. Por primera vez el Albayzín contaba con una fábrica de telares mecánicos, movidos por la electricidad suministrada por la empresa Mengemor (más tarde absorbida por Sevillana de Electricidad). Disponía de un solo motor que movía un eje de poleas, que a su vez daba fuerza al resto de telares. Hasta quince años más tarde no fue reforzada la línea eléctrica, casi al comienzo de la guerra civil.
Con aquel nuevo y amplio espacio empezaron también a llegar máquinas tejedoras de segunda mano, pero también algunas de estreno. Allí hubo marcas de telares británicos fabricados por Butterworth&Dickinson, de Gerona (Planas, Flaquer y Cía.), Barcelona (Textil Rossell S. A.), pero también fabricadas por el taller de J. Pastor de Granada.
Las décadas de 1920-30 fueron fulgurantes. Faltaban mujeres en el Albayzín para trabajar en Tejidos San Miguel. Sobre todo, en las campañas de verano, ya que solía haber mucho empleo temporal. Porque la mayoría de empleadas como tejedoras solían ser mujeres. San Miguel fue de las primeras fábricas granadinas que daban igual trato a ambos sexos… excepto en lo salarial, donde había una importante brecha entre hombres y mujeres; también contemplaban los mismos derechos en mutualidades, maternidad, jubilación y asistencia a hijos. Las trabajadoras supervivientes guardan un magnífico recuerdo de los propietarios.
Durante la guerra civil (1936-39), Tejidos San Miguel fue considerada industria estratégica y fue militarizada
Durante la guerra civil (1936-39), Tejidos San Miguel fue considerada industria estratégica y fue militarizada. Los alzados utilizaron sus instalaciones para fabricar ropas, lonas y elementos necesarios para emplearlos en los frentes de guerra. Incluso se llegaron a fabricar camillas para transporte de soldados heridos, cabestrillos y material sanitario. A sus empleadas se les dejaba tiempo libre para asistir al Frente de Juventudes a ampliar su formación (sobre todo en el espíritu de la nueva nación).
Tercera generación a partir de 1957
Francisco Ferrer Puertollano dejó paso a sus hijos a partir de 1957. Las hilaturas granadinas, prácticamente artesanales, venían perdiendo fuelle ya desde principios de los años cuarenta. El potente apoyo del nuevo régimen a las imponentes fábricas catalanas (precisamente capitaneadas por el hijo de un emigrante granadino, Julio Muñoz Ramonet) hizo de Can Batlló la mayor concentración europea de fábricas de telas y lonas. Una fabriquilla artesanal del Albayzín tenía poco que hacer con tamaña competencia. Y para empeorar la situación, la industria azucarera había cerrado casi por completo en Granada. Sumado a la pobreza de la agricultura de posguerra, donde nada se compraba nuevo y todo se zurcía.
La tercera generación que mantuvo viva Tejidos San Miguel estuvo capitaneada por Francisco Ferrer Cuesta (fallecido en el año 2000). Formó tándem con su hermano Juan Guillermo Ferrer Cuesta como director comercial. De Tejidos San Miguel pasó a llamarse Hijos de Francisco Ferrer. La crisis empezaba a golpearles de lleno; hubo que cerrar parte de las instalaciones y casi retroceder a los tiempos del fundador; la agricultura tradicional ya no precisaba sacos, ni los burros albardas. Ahora empezaban a llegar los tractores y las fibras artificiales que sustituyeron al lino, lana, algodón y fibras vegetales.
Pero a pesar de todo, la fábrica textil del Albayzín continuó luchando contra viento y marea hasta el año 1976, en que fue cerrada como centro productivo. La rama familiar que seguía ligada a la actividad continuó aprovechando algunas máquinas y restos de materias primas para encargos y ventas puntuales. Hasta que cesó por completo unos pocos años más tarde y en las naves industriales de la calle Pagés se instaló una fábrica de faroles granadinos; la actividad de TORFER (Torres Fernández) tampoco duró mucho, pues se trasladó pronto al polígono Asegra. Era evidente que el lugar no era el más adecuado para una industria moderna.
La Diputación de Málaga se hizo cargo de la restauración de uno de los telares, que actualmente está expuesto en el Museo de las Chimeneas de Antequera
Entre la década final del siglo XX y primera del siglo XXI empezaron a desmontar las máquinas que habían servido para nutrir de telas, lonas y lonetas a media España. La Diputación de Málaga se hizo cargo de la restauración de uno de los telares, que actualmente está expuesto en el Museo de las Chimeneas de Antequera.
Todavía quedan algunos costales, cortinas y bastantes hamacas fabricadas por la familia Ferrer en sus factorías albayzineras. Han superado con creces su lema de durar para toda la vida.
COLECCIÓN FOTOGRÁFICA
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