'Para atrás, como los cangrejos'
Acabamos de saber que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha reducido en dos años y medio la condena a un hombre por agredir sexualmente a la que era su mujer, en su domicilio de Alhendín, en virtud de la nueva Ley de Garantía de la Libertad Sexual, más conocida como la ley del solo sí es sí. Es la primera condena de la Sala Civil y Penal desde su entrada en vigor. Los expertos ya habían anunciado que podría haber una avalancha de sentencias que podrían disminuir la pena establecida anteriormente porque la ley otorga excesiva capacidad de interpretación a los jueces y, en estos casos, por algún motivo, suelen tender a rebajar las condenas.
Aunque es cierto que hay parejas que realizan un ímprobo esfuerzo en que el hijo alcance ese objetivo, la mayoría de los jueces proceden de padres y abuelos abogados o familias muy solventes económicamente, con un pensamiento tradicional, que instruyen y apoyan a sus descendientes al manifestar esta inquietud y que pueden permitirse costeárselo sin necesidad de que tengan que trabajar para ello
En España, la mayoría de los jueces llegan al puesto después de acabar la carrera de Derecho y concursar a las oposiciones más difíciles que existen, que los candidatos tardan una media de entre cuatro años y medio y cinco en aprobar. Una vez que han superado todos los exámenes son inscritos en la Escuela de Práctica Jurídica, donde los futuros jueces obtienen la capacitación teórica, en Barcelona, y la práctica, según las necesidades del interesado. Es solo entonces, al superar dicha formación, cuando son nombrados jueces y están en disposición de obtener una plaza en todo el territorio nacional. Eso difícilmente ocurre antes de que el candidato alcance la edad de treinta años; además, la mayoría de ellos se tienen que aislar durante años para centrarse en los exámenes, lo cual les separa convenientemente de la sociedad durante la mayor parte de su juventud y les obliga a acudir a sus familias para cubrir los cerca de 30.000 euros de media que se llegan a gastar porque los citados estudios les obligan a emplearse a ello en exclusiva. ¿Y quién puede permitirse estar sin trabajar hasta los treinta y dedicar esa cantidad a los estudios? Aunque es cierto que hay parejas que realizan un ímprobo esfuerzo en que el hijo alcance ese objetivo, la mayoría de los jueces proceden de padres y abuelos abogados o familias muy solventes económicamente, con un pensamiento tradicional, que instruyen y apoyan a sus descendientes al manifestar esta inquietud y que pueden permitirse costeárselo sin necesidad de que tengan que trabajar para ello.
Así que tenemos jueces desvinculados de la sociedad, con un estatus económico alto y mayoritariamente conservadores que aún no entienden el daño que el machismo sigue haciendo a las mujeres en esta sociedad, como si llevaran impresa en los genes esa falsa superioridad que algunos presuponen al hombre.
Lo que esta mujer ha narrado es el mismo horror que miles de mujeres tienen que padecer a diario a manos de sus parejas sin que, muchas veces, por desgracia, una denuncia les sirva más que para seguir recibiendo agresiones de las instituciones que, algunas veces, parecen más cómodas cuando se colocan cerca del agresor que de la víctima en este tipo de casos
Esta semana concluía su relato Rocío Carrasco sobre la violencia sufrida por su ex marido durante más de veinte años que ha conllevado incluso la pérdida de sus dos hijos, por culpa de una manipulación torticera del padre para hacer daño a la madre, según ella misma ha contado con la ayuda de una ingente documentación y tirando de hemeroteca. Después de haber visto buena parte de la serie es imposible no empatizar con la protagonista ni dejar de imaginar el daño sicológico que esta mujer ha tenido que vivir durante las últimas décadas, con el agravante de que es un personaje público y que ha sido vilipendiada, insultada reiteradamente y agredida verbalmente tanto por periodistas como por su propia familia. Todavía muchas personas siguen culpándola pese a haber demostrado ser la víctima y consideran su relato como un asunto de la prensa rosa, cuando en realidad, lo que esta mujer ha narrado es el mismo horror que miles de mujeres tienen que padecer a diario a manos de sus parejas sin que, muchas veces, por desgracia, una denuncia les sirva más que para seguir recibiendo agresiones de las instituciones que, algunas veces, parecen más cómodas cuando se colocan cerca del agresor que de la víctima en este tipo de casos.
Cualquiera que haya seguido el desarrollo de la narración de Rocío Carrasco se echa las manos a la cabeza al ver que, con la cantidad de pruebas que ha mostrado, los testimonios de testigos oculares de esas agresiones, las evidencias aparecidas periódicamente en las televisiones, periódicos y revistas nacionales, no haya sido posible que a este hombre le hayan llegado a juzgar por este asunto.
¿Cómo podría hacerlo otra mujer humilde, sin esas opciones? Si la hija de la cantante se siente vulnerable y ve vulnerados sus derechos, ¿cómo puede sentirse la mujer sin estudios y sin un trabajo, con varios hijos y un marido maltratador?
La profesión de fiscal o juez no conlleva el poder inherente de convertir el agua en vino. Puede parecer una nimiedad que el sistema judicial haya errado en el caso de Rocío, por el hecho de que sea famosa o disponga de una gran cantidad de dinero, pero el problema es que si ella, con esas posibilidades, no ha conseguido que le permitan demostrar que su historia es cierta, ¿cómo podría hacerlo otra mujer humilde, sin esas opciones? Si la hija de la cantante se siente vulnerable y ve vulnerados sus derechos, ¿cómo puede sentirse la mujer sin estudios y sin un trabajo, con varios hijos y un marido maltratador?
Expertos como la socióloga Carmen Ruiz alertan de un crecimiento de la violencia sexual entre los adolescentes y jóvenes que se pone de manifiesto en el último informe del Instituto de las Mujeres, que establece que el 60,7% de las chicas entre 18 y 25 años declara haber sentido miedo de que alguien pudiera ejercer algún tipo de violencia sexual sobre ellas en espacios públicos, un 41,6% ha experimentado temor en lugares de ocio nocturno y un 36,2% ha sufrido tocamientos no deseados.
Las deplorables imágenes de los alumnos del Colegio Mayor Universitario Santa Mónica de hace poco más de un mes, en las que hablaban de las chicas como «putas», «ninfómanas» y añadían que se las iban a «follar» eran suficientemente graves porque mostraban una realidad oculta en este país, pero todavía es más peligrosa la respuesta de las propias alumnas de la misma residencia que aseguraban no sentirse ofendidas porque simplemente era una broma sacada de contexto.