'Emma-Jean Thackray hace jazz espiritual y bailable'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 13 de Octubre de 2021
Emma-Jean Thackray – 'Yellow'
Portada de 'Yellow', de Emma-Jean Thackray.
Indegranada
Portada de 'Yellow', de Emma-Jean Thackray.

La escena londinense de jazz sigue generando música de calidad. Ya hemos hablado en este blog de Sons of Kemet y su intenso y rítmico jazz antiracista, así como de Nubya Garcia, cuyo exuberante debut Source fue para mí uno de los mejores discos de 2020. Hoy voy a hablaros de una artista un poco diferente. Al igual que The Comet is Coming, otro de los grupos del prolífico saxofonista Shabaka Hutchings, Emma-Jean Thackray une en su música una vocación espiritual con la inmensidad del sonido del jazz cósmico. Pero a diferencia de ellos, Thackray tiene un ojo puesto en la pista de baile. Gracias a sus ritmos funkys y a las apasionadas interpretaciones de su banda, es prácticamente imposible escuchar sus canciones sin moverse. Algunas incluso llegan a tener un punto de house clásico que les da un aire muy fresco y distintivo.

Thackray, originaria de Yorkshire, en el norte de Inglaterra, toca múltiples instrumentos, compone, produce y canta en todas las pistas de Yellow, su álbum debut, y hay que decir que en varios de estos frentes su trabajo es espectacular

Thackray, originaria de Yorkshire, en el norte de Inglaterra, toca múltiples instrumentos, compone, produce y canta en todas las pistas de Yellow, su álbum debut, y hay que decir que en varios de estos frentes su trabajo es espectacular. En particular, la calidad de las interpretaciones es altísima a lo largo de todo el disco. Es de admirar la forma en que Thackray y su banda toman ideas muy sencillas (una línea de contrabajo de tres notas en “Mercury”, un riff de tuba y órgano en “Venus”, ritmos simples en “Rahu & Ketu”, “Green Funk” o “Say Something”) y las desarrollan de forma hipnótica. También es de ayuda en ese sentido la melosa voz de la inglesa, que sirve tanto de acompañamiento reconfortante en los momentos más calmados como de contrapunto rítmico en los más animados. Y la alternancia entre su voz y los coros es, asimismo, una parte esencial del atractivo del disco, generando más capas de juego e interacción entre sus elementos.

Pero hay otros aspectos en los que Thackray aún tiene que crecer. Por un lado hay algunos problemas en la producción: las cuerdas están bastante mal empleadas en los momentos en que aparecen en el álbum (en “Venus” y “Third Eye” no me gusta ni la composición que interpretan ni la mezcla), mientras que hay un sonido de sintetizador muy saturado que también aparece en varias canciones y que para mí las arruina, arrasando con los demás elementos (el caso más claro es “Golden Green”, una serena canción de amor que de repente resulta molesta cuando entra el sintetizador). Pero sobre todo, se podría mejorar mucho el aspecto compositivo. Hay varias pistas en el álbum que son más bosquejos de ideas que canciones bien desarrolladas (“About That”, “Rahu & Ketu”, “Yellow”). Incluso aquellas más completas podrían tener mejores estribillos o estructuras más dinámicas, como sucede con “Sun” o “Green Funk”. Y luego está “Spectre”, que une todos los defectos antes mencionados, convirtiéndose en la única canción realmente mala del álbum. Una pena que se trate justamente del momento que quiere abordar la cuestión de la salud mental: en vez de darle profundidad a la cuestión, resulta impostada y aburrida.

Lo que me lleva a otro aspecto que personalmente me rechina un poco del álbum: las letras. Como se puede deducir de la portada y los títulos de las canciones, se trata de un disco extremadamente new age, con mucha influencia de la astrología, la mitología védica y otros tópicos hippies

Lo que me lleva a otro aspecto que personalmente me rechina un poco del álbum: las letras. Como se puede deducir de la portada y los títulos de las canciones, se trata de un disco extremadamente new age, con mucha influencia de la astrología, la mitología védica y otros tópicos hippies (“Green Funk” está dedicada a la marihuana). No tengo nada en contra del uso de estos elementos en una obra de arte, aunque no concuerde filosóficamente con ellos de fondo; pero en mi opinión se emplean de forma bastante superficial, como en el interludio “May There Be Peace”, donde se repite el mantra del matrimonio Coltrane “que haya paz y amor y perfección en toda la creación” mientras suenan unos cuencos tibetanos de sanación. Tampoco me entusiasma la genérica letra de “Our People”, según la cual todos somos iguales porque todos venimos de la misma materia... Pero de nuevo, esto creo que es una cuestión estética, que dependerá de las filias y fobias del oyente.

Pero lo que es incuestionable, volviendo al inicio, es el ritmazo que tiene la banda de Thackray, desplegado en varios momentos del álbum, y muy especialmente en las primeras canciones. El combo de “Mercury” y “Say Something” es realmente formidable. La primera da la bienvenida al disco sumergida en caos y atmósfera y sonidos espaciales, para después dejarse arrastrar por tres simples notas de contrabajo que le dan consistencia. Sobre esa base un órgano Rhodes, unos sintes y una etérea trompeta se entrecruzan, hasta que al final Thackray entona un poema cuyo contenido puede ser un cliché pero que realmente transmite buenas vibraciones gracias a la serenidad de su voz. A continuación, “Say Something” tiene el groove más cercano al house y, por tanto, más inmediatamente bailable del álbum. La canción progresa muy bien y contiene de todo, desde solos de sintetizador a unos épicos coros grupales, pero de fondo es en todo momento un auténtico rompepistas.

En el resto del disco hay destellos de esta brillantez, aunque nunca llegue a alcanzarse de nuevo a lo largo de toda una canción. Lo que no se puede negar a este disco es, en cualquier caso, la originalidad. Emma-Jean Thackray combina con mucho acierto la dimensión espiritual y cósmica de su música con un punto funky totalmente infeccioso. La cuestión es si, desde este interesante punto de partida, puede desarrollar mejor sus ideas, ir un poco más allá de las progresiones tan simples de muchas de sus composiciones y, tal vez, introducir aún más elementos, como se puede intuir en “Yellow”: el sonido de inspiración gospel en esta canción, con el órgano, la pandereta y las palmas, sugiere una intrigante posibilidad para profundizar aún más en esa conexión entre ritmo y trascendencia que la música religiosa ha explorado tan bien en el pasado. Sería una aportación muy interesante y diferente a la escena que más está haciendo por renovar el jazz en este siglo.

Puntuación: 6.9/10

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com