EZEZEZ y el nuevo rock vasco

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 9 de Julio de 2025
Portada de Kabakriba, de EZEZEZ.
Portada de Kabakriba, de EZEZEZ.

Hace unos meses, al hilo del último disco de shego, hablé por aquí del supuesto auge de “bandas de guitarras” y de lo mal planteado que me parecía ese debate. Dije entonces que uno de los problemas más graves del asunto era que existía un marcado sesgo madrileñocéntrico en la selección de los grupos; pareciera que, más allá de la capital del Reino, la única escena relevante fuera la que ha surgido con el auge del post-punk en Valencia en la última década. Por mi parte, creo que si hay una región del Estado español a la que conviene mirar para conocer nuevas “bandas de guitarras” (y no solo) que están haciendo cosas interesantes, es Euskal Herria. En la estela del éxito de un grupo de una generación anterior, como es Belako, pero optando en general por olvidar el inglés y cantar en euskera y/o en castellano, grupos como los ya desaparecidos Vulk fueron captando mi atención, y en los últimos dos años han aparecido proyectos tan diversos como Tatxers, con su jangle-power pop fresco, o Sal del Coche, con su art-synth-punk tan deslumbrante como mareante.

Hace unos meses, mi amigo Aitor vio que actuaban en directo en Granada y me recomendó que fuera a verlos. Estuve a punto de hacerlo aun sin haberlos escuchado; el concierto, en cualquier caso, se canceló. Con la salida de su nuevo disco, en mayo, me animé por fin a darles una oportunidad y llevo desde entonces bastante enganchado

Y luego están los protagonistas de esta crítica, los bilbaínos EZEZEZ (NONONO, en castellano). Hace unos meses, mi amigo Aitor vio que actuaban en directo en Granada y me recomendó que fuera a verlos. Estuve a punto de hacerlo aun sin haberlos escuchado; el concierto, en cualquier caso, se canceló. Con la salida de su nuevo disco, en mayo, me animé por fin a darles una oportunidad y llevo desde entonces bastante enganchado. En Kabakriba (un acrónimo de “Katuzaldia Baino Kriatura Bakanagoak”, es decir, “Criaturas más extraordinarias que Katuzaldia”, título de su anterior LP), este cuarteto despliega un post-punk dinámico y desprejuiciado, cargado de sentido del humor y con un magnetismo muy especial, sobre todo en sus primeros cortes. Difícilmente podrían haber iniciado un disco con una mejor concatenación de temas que “puntofinal”, “zorozelai”, “noraezean” y “static txomin”, que no por casualidad son los cuatro singles del LP. De inmediato llaman la atención las letras de Unai, principalmente en euskera pero con hilarantes insertos de castellano: “Nire sudurra es muy de vasco/diñozte asko/y te ha enamorau” (“mi nariz es muy de vasco/me lo dicen mucho/y te ha enamorau”).

También atrapa desde la primera escucha el bajo de Mikel, siempre prominente, pero muy flexible en cuanto a estilo: en “puntofinal” oscila entre ser el ancla rítmica de las estrofas y crear una cortina de ruido en el estribillo, mientras que en “zorozelai” es más bailable y funky

También atrapa desde la primera escucha el bajo de Mikel, siempre prominente, pero muy flexible en cuanto a estilo: en “puntofinal” oscila entre ser el ancla rítmica de las estrofas y crear una cortina de ruido en el estribillo, mientras que en “zorozelai” es más bailable y funky. En “noraezean”, toda la sección rítmica es más pausada: la batería de Álvaro es repetitiva y contundente; el bajo, por su parte, parece estar siempre tropezándose consigo mismo, como imitando el paso errante del que habla la letra. En cambio, en “static txomin” volvemos a tener una línea de bajo constante y subterránea emparejada con una batería motorik que propulsa la canción hacia delante. EZEZEZ suenan como un tiro, y en gran medida es gracias a esta firme base, en torno a la cual las guitarras de Unai y Eneko dibujan sonidos diversos, desde chirridos enervantes a acordes flotantes y soñadores. Cuando añaden otros elementos, como divertidos toques de percusión o esa fantástica trompeta en “static txomin”, siento el grupo despliega su sonido al máximo. Y a todo esto hay que añadir lo bien construidas que están las canciones: “zorozelai” progresa de maravilla hasta ese adictivo estribillo (“misil, misil, misil de la rue”), las distintas fases de “static txomin” no podían estar mejor enlazadas...

Pese a ello, es cierto que, al acabar estos cuatro primeros temazos, el nivel del tracklist va bajando progresivamente. “ez da iristen” empieza más paciente y contemplativa, para después entrar en tromba con un estribillo grunge que, en mi opinión, les luce algo menos que los otros estilos de los que beben. A cambio, termina riéndose de los turistas que asolan Bilbao de forma hilarante (“Mesedez, Guggenheim?/Oh, yes, yes, Guggenheim/Oh là là, Guggenheim/non, non, non?”). “new york” es más relajada y ligera, quizás demasiado, mientras que “kalekume” justamente es la que más distorsión y dureza acumula, especialmente en ese pasaje final casi speed metal. “no hay pescau” es más explícitamente chistosa: narra una expedición fallida a comprar materia prima para una comida, con con una pachorra de lo más irónica. Después de este excurso, “laberinto club” recupera el vigor con otra base post-punk tensa y directa y mete una referencia a sus colegas de Tatxers, aunque el estribillo me parece algo plano. En fin, ninguna de estas canciones brilla al nivel de las primeras cuatro, pero en cualquier caso son temas más que dignos donde muestran la amplia gama de estilos y tonos en los que se encuentran cómodos.

No sé si habré quedado traumatizado por aquel horrendo experimento del último disco de Viva Belgrado, pero empiezo a pensar que habría que prohibir a los grupos de rock que incluyesen voces blancas en sus obras: señores de veintipico años, por favor, dejen en paz a los niños

Ahora bien, las dos últimas canciones son las que me generan más dudas con el álbum. “hi pake” se lanza hacia un terreno más atmosférico, casi dub, en el que, para mi gusto, no consiguen mantener el interés a lo largo de sus casi cinco minutos. Y luego llega “babesleku”, el corte más largo del tracklist. En él, crean un crescendo constante atravesado por los sonidos más luminosos del álbum mientras hablan de construirse un refugio rodeándose de amigos... acompañados de un coro infantil que, para mí, no funciona en absoluto. No sé si habré quedado traumatizado por aquel horrendo experimento del último disco de Viva Belgrado, pero empiezo a pensar que habría que prohibir a los grupos de rock que incluyesen voces blancas en sus obras: señores de veintipico años, por favor, dejen en paz a los niños. Hablando más en serio, diría que este añadido introduce una distracción, una tensión nada productiva que acaba restando efectividad a ese crescendo, por lo demás, bastante potente como despedida del álbum.

Dicho todo esto, mentiría si dijera que no llevo estos dos meses escuchando Kabakriba una y otra vez y pasándomelo pipa. EZEZEZ tienen una energía y un sentido del humor contagiosos, y aunque no sea este el LP más consistente, siempre acabo encontrando un motivo para volver a darle al play. Quiero pensar que, como les pasó a Yard Act, con quienes comparten bastantes características, acabarán por hacer un disco que equilibre todas sus virtudes. Así pues, tengo claro que seguiré su carrera de cerca a partir de ahora, al igual que seguiré las novedades de la escena vasca en busca de más propuestas frescas y desenfadadas como la suya. Afortunadamente, en septiembre volverán a Granada para resarcirse, y resarcirnos, de ese concierto en Planta Baja que no pudo ser un año antes. No me cabe duda de que estaré allí.

Puntuación: 7.5/10

Pincha aquí para escuchar el disco

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com