'Parannoul intenta hacerse adulto'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 2 de Octubre de 2024
Parannoul – 'Sky Hundred'.
Portada de 'Sky Hundred', de Parannoul.
Discos Marcapasos.
Portada de 'Sky Hundred', de Parannoul.

Una etiqueta a la que solemos recurrir desde la crítica para hablar de los terceros o cuartos discos de muchos artistas es la “madurez”: el disco de madurez es el que, por una parte, asienta un sonido definido y a menudo definitivo para el proyecto, mientras que, por otra, plantea cuestiones más complejas o “adultas” a nivel lírico. Sin embargo, ¿cómo medimos la madurez en géneros que son casi intrínsecamente adolescentes en sus temáticas y puntos de vista emocionales, como el pop punk o el emo? Sobre esto me he quedado pensando a raíz de escuchar el nuevo disco de Parannoul, el artista surcoreano de shoegaze. Se trata de uno de los músicos emblemáticos en el resurgir global de ese microgénero nacido en los noventa y adoptado ahora por la generación Z, un auténtico fenómeno del rock alternativo surgido del underground más puro. Con su potentísimo segundo álbum, To See the Next Part of the Dream (2021), pasó de hacer música en un ordenador en su habitación a ser reseñado por Pitchfork y conventirse en un referente internacional.

Era como si, al quedar todo más definido, se hubiese evaporado la mística que hacía convincente esa perspectiva de quinceañero. Se había perdido la inocencia y lo que quedaba era la sensación de un síndrome de Peter Pan mal llevado

Pese a ello, ha conseguido permanecer mayormente en el anonimato: hemos tardado mucho en conocer datos biográficos o incluso sociodemográficos muy básicos. Ahora ya sabemos que nació en 2001, pero independientemente de su edad real, su música se ha construido siempre en torno a una sensibilidad adolescente: tanto las letras como la música transmitían la nostalgia anticipada que aflige a quienes atraviesan esa turbulenta fase vital. Esto formaba parte de su encanto: amparado por ese anonimato, Parannoul no dudaba en volcar sin filtros sus emociones más crudas en su música. Arropadas por una producción lo-fi, ultraprocesada, artificial, estas emociones eran efectivas en aquel segundo disco; en cambio, el salto a una mayor calidad de producción en After the Magic (2023) a mí me dejó muy frío. Era como si, al quedar todo más definido, se hubiese evaporado la mística que hacía convincente esa perspectiva de quinceañero. Se había perdido la inocencia y lo que quedaba era la sensación de un síndrome de Peter Pan mal llevado.

'Sky Hundred', lanzado a inicios de agosto, tiene dos grandes virtudes frente a su predecesor. La primera es que, aunque sigue empleando el mismo tipo de producción (el muro de sonido shoegaze en el que caben todos los instrumentos imaginables), mide mucho mejor el uso de los distintos elementos a su alcance

Así pues, no tenía muchas esperanzas puestas en el cuarto LP del de Seúl, y quizás por eso me ha sorprendido disfrutarlo tanto. Sky Hundred, lanzado a inicios de agosto, tiene dos grandes virtudes frente a su predecesor. La primera es que, aunque sigue empleando el mismo tipo de producción (el muro de sonido shoegaze en el que caben todos los instrumentos imaginables), mide mucho mejor el uso de los distintos elementos a su alcance. En canciones como “A Lot Can Happen”, “Gold River” o “Evoke Me”, no hay ninguno de esos momentos tan sonrojantes, por lo banal de los arreglos, que tanto mal le hicieron a After the Magic. En cambio, en estos temas la acumulación de guitarras y baterías distorsionadas, pianos brillantes, sintetizadores variados y otros detalles, como xilófonos, panderetas o shakers, consigue alcanzar esas cotas psicodélicas que tanto enganchan en los mejores momentos de la música del coreano. La segunda gran virtud es que las letras del álbum se enfrentan de forma más directa y autoconsciente a ese estado de inmovilismo emocional, de renuncia a madurar, en el que claramente se encuentra instalado su autor.

No diría, no obstante, que este sea “el disco de madurez” de Parannoul. Más bien parece que encaja bajo otro cliché: este es el disco en el que Parannoul procesa las consecuencias de su éxito

No diría, no obstante, que este sea “el disco de madurez” de Parannoul. Más bien parece que encaja bajo otro cliché: este es el disco en el que Parannoul procesa las consecuencias de su éxito. Poco después de lanzarlo, el coreano anunció que no volvería a actuar en directo. A juzgar por lo que se aprecia en canciones como “Lights Off Repentance”, es evidente que el escenario es un espacio hostil para Parannoul; la frustración por no poder afrontar ese aspecto de su carrera musical parece agudizar la sensación de fracaso que impregna buena parte de su vida. Esto es lo que explica que la canción descarrile repentinamente, asediada por glitches y efectos digitales, antes de que escuchemos un audio de un concierto en que el cantante le dice al público que su actuación se acaba ahí, seguido de la reacción consternada de dicho público. Parece lógico que, para alguien tan preocupado por su privacidad, plantarse ante sus fans sea una situación complicada. Pero no basta con dejar de lado los conciertos, la cuestión es más compleja: muchas de las letras del disco ilustran cómo ha cambiado la experiencia de crear música ahora que ya no se limita a componerla en su dormitorio, sino que existe un público ansioso por escuchar novedades.

En mi opinión, la monumental “Evoke Me” es su carta de despedida a ese antiguo yo, una épica composición de 14 minutos con tres partes que alcanza el clímax más brutal del disco

Lo interesante es que Parannoul se da cuenta de que, en esta nueva situación, las reacciones emocionales que había aprendido a desplegar hasta ahora ante sus conflictos no son más que máscaras que no le sirven ya. No es que haya superado su tendencia al victimismo, pero sí que la identifica como una pose que no le satisface y de la que necesita desprenderse. Por ahora, no parece haber encontrado esas otras claves desde las que posicionarse, pero al menos está en la búsqueda. En mi opinión, la monumental “Evoke Me” es su carta de despedida a ese antiguo yo, una épica composición de 14 minutos con tres partes que alcanza el clímax más brutal del disco. Hay que decir, no obstante, que no todas las partes de la canción son efectivas: buena parte de la primera parte está huérfana de una melodía que la haga interesante, más allá de su función como preámbulo. Así, el final es menos satisfactorio de lo que sería deseable.

No solo brillan las canciones estilo muro de sonido, sino también temas más abiertamente rockeros como “Painless”, que cruza a My Bloody Valentine con Dinosaur Jr..

Y de hecho, algo parecido sucede con el disco en su conjunto: algunos cortes más mediocres dificultan el disfrute de la obra en su conjunto. “Maybe Somewhere” también anda falta de melodía, además de que su estribillo no termina de estallar como lo hacen los de los mejores temas, lo que acaba transmitiendo la clara sensación de que es un corte menor. Más grave es lo de “Backwards”, donde la acumulación de instrumentos carece de la sutileza que caracteriza el trabajo del surcoreano, llevando a una cacofonía que echa a perder la preciosa melodía del piano, quizás la mejor del álbum. Estos pequeños defectos alejan al disco del nivel de trascendencia que se intuye en las primeras canciones. Pese a lo cual, diría que es una clara mejora sobre el anterior y un paso importante en la buena dirección a todos los niveles. No solo brillan las canciones estilo muro de sonido, sino también temas más abiertamente rockeros como “Painless”, que cruza a My Bloody Valentine con Dinosaur Jr.. Y en “Fantasy”, el corte final del disco, el viejo Parannoul convive con otros sonidos, otros caminos posibles para su música, en una despedida que deja la ilusión de que este joven puede salir del atasco en su desarrollo emocional y musical y proseguir una carrera brillante. Quizás el próximo sea, ahora sí, su disco de madurez.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com