Motril: plaza de la Tenería, ¿plaza del olvido?
Hace casi cuatro años, en mayo de 2020, remitíamos una carta abierta a la alcaldesa de Motril en la que, a la vista de las excavaciones arqueológicas que se realizaban en la plaza de la Tenería, le comunicábamos que en el lugar existió una cárcel que, tras la ocupación de la ciudad el 10 de febrero de 1937 por las tropas golpistas, fue un lugar de encierro en el que los antifranquistas sufrieron palizas, hambre y asesinatos. Y también hacinamiento, como veremos aquí. Ocupaba el edificio del que fue hospital de Motril, conocido como los Hospitalicos[1].
En nuestro escrito, que publicamos en este periódico, nos congratulábamos de sus declaraciones refiriéndose al pasado de nuestra ciudad en las edades Media y Moderna, pero echábamos en falta alguna referencia a una historia mucho más cercana y, por tanto, más dolorosa, dado lo que ocurrió. No nos respondió, y a día de hoy seguimos esperando respuesta.
Recientemente, la alcaldesa manifestaba su desazón al no haber podido recuperar los restos arqueológicos de ese tiempo tan lejano, por motivos presupuestarios, y mencionaba a Boabdil y a la reina Aixa, a la muralla y a los baños árabes
Recientemente, la alcaldesa manifestaba su desazón al no haber podido recuperar los restos arqueológicos de ese tiempo tan lejano, por motivos presupuestarios, y mencionaba a Boabdil y a la reina Aixa, a la muralla y a los baños árabes. Deseaba que el vecindario de Motril y sus visitantes conocieran esta historia: “es muy importante que los motrileños también se sientan orgullosos de su pasado”, añadía[2].
Bueno, lo del orgullo por el pasado es algo ciertamente discutible. Tal vez sería preferible conocerlo en todos sus aspectos, obtener conclusiones del mismo, y procurar que nos ayude para conocer y comprender el presente. Pero el de los orgullos es otra discusión, otro capítulo: orgullosos de ser españoles, de ser andaluces, de nuestro pasado, de tantas cosas… Cuando miramos ese tiempo pretérito vemos también muchos aspectos poco edificantes, de los que no se puede o no se debe presumir tanto.
En cualquier caso, la primera autoridad municipal volvía a ignorar la represión que tuvo lugar en esa plaza.
Tras la publicación de aquel artículo hemos podido constatar algunos datos de los que teníamos solo una fuente. Se trataba de unas declaraciones de Narciso González Cervera, alcalde republicano de Motril y miembro del Partido Socialista. Intentando defenderse cuando cayó en manos de los sublevados, alegó, entre otros aspectos, que salvó la vida a los detenidos de derechas que se encontraban en esa misma prisión. La aviación franquista bombardeó la ciudad y se formó una manifestación, con gente armada que se lanzó sobre la cárcel para incendiarla y matar a los presos. Él se encontraba enfermo en su casa, se levantó precipitadamente, se situó ante la prisión, y tras varios debates y discursos, en medio de una enorme tensión, consiguió detener el intento de asalto y evitar la masacre. Cuando se produjo la llamada “Desbandá”, es decir, la huida de numerosas personas en dirección a Almería al caer la costa malagueña y parte de la granadina en manos de sublevados, evitó nuevamente que se eliminara a los presos de derechas[3].
Como decíamos, se trataba de una sola fuente que, además, buscando su defensa, ante el peligro de muerte, podía faltar a la verdad, lo que, por otro lado, hubiera sido comprensible y hasta conveniente. Pero para la investigación histórica se plantea el problema de la veracidad de ese testimonio, como de cualquier otro: ¿se ajustaba a la realidad el alcalde socialista cuando afirmaba haberse opuesto al asalto a la prisión de Motril, salvando la vida de los presos derechistas allí recluidos?
Investigando en el archivo del Juzgado Togado Militar número 23 de Almería, hemos localizado otra fuente: las declaraciones de un hombre que corroboran el intento de asalto tras el bombardeo y la actuación de González Cervera
Investigando en el archivo del Juzgado Togado Militar número 23 de Almería, hemos localizado otra fuente: las declaraciones de un hombre que corroboran el intento de asalto tras el bombardeo y la actuación de González Cervera. Se trataba de Leónidas García Jiménez, empleado de aduanas y, por lo que se deduce de sus manifestaciones, persona de derechas: hubo, efectivamente, un bombardeo franquista, una multitud que quiso asaltar la cárcel y dar muerte a los presos derechistas, y Narciso intervino para evitarlo; le acompañó y colaboró con él Luis Arnal Guasp, comandante de carabineros. La declaración de Leónidas García es de 17 de mayo de 1937 y, según manifestaba otra persona, Francisco Rojas Castañares, el bombardeo e intento de asalto habrían sido el 21 de enero de ese año[4]. Este último fue uno de los hombres de tendencia derechista que salvó entonces la vida; consignatario de profesión, en mayo de 1937 vivía en el número 6 de la plaza de Gaspar Esteva. Y también la salvó Gaspar Molina Martín, industrial, vecino del número 18 de la calle Cartuja[5].
Conocemos más datos de lo ocurrido el día del bombardeo e intento de asalto a la cárcel. El sacerdote Salvador Huertas Baena había estado escondido en la ciudad, y, según manifestó más tarde, albergaba el deseo de pasar a la zona que estaba en poder de los sublevados. Narciso González Cervera le avisó, por medio de una tercera persona, que debía continuar en Motril, pues era peligroso que intentara pasarse[6]. Cuando llegó el día del ataque aéreo, un carabinero de tendencia derechista llamado José Esparrell Jerónimo ayudó al sacerdote, y caminó con él entre los grupos de antifranquistas en dirección al cortijo de la familia Correa, en el camino de Lobres; el clérigo iba disfrazado de marchante, con alpargatas blancas y pelliza [7].
Volvamos a lo ocurrido con el bombardeo. El periódico local denominado El Faro Rojo recogió el acontecimiento. Se trataba del órgano de la Federación Local de Sindicatos de Motril, pertenecía a la UGT, y la noticia se titulaba irónicamente “La valentía de ayer”:
“Era un Junkers de dos motores. Procedía de Granada, o por lo menos, en esa dirección vino y se fue.
Después de una vuelta por Motril buscando “objetivo”, mejor dicho, “el objetivo”, lanzó dos bombas de 50 kilos que cayeron en la calle Pontanilla, derribando totalmente dos casas y causando tres muertos y un herido.
Cometida la “valentía” ni se entretuvo a mirar su fechoría, se fue a su base.
Media hora después, cuatro cazas leales vinieron a buscarle, pero ya estaba lejos.
Causó víctimas inocentes, derribó casas miserables, y en vez de desmoralizar elevó el odio a la quinta potencia”[8].
Por su parte, José Gómez Abarca, frecuente colaborador del periódico, escribía el 23 de enero una columna titulada “La guerra”, y se hacía eco del bombardeo:
“En Motril, que hasta el día en que un avión cobarde y traidor dejó caer su metralla sobre unas míseras viviendas, en las que moraban algunos niños y ancianos a quienes les han producido una muerte en condiciones espantosas, no hemos podido percatarnos de la importancia que nuestra guerra tiene”.
Se peguntaba qué se había hecho para evitar esas pérdidas de vidas humanas, echando de menos el que no se hubieran construido refugios para protegerse de los bombardeos. Anteriormente, señalaba, lo había planteado, pero no se le hizo caso:
“Ahora ya tenemos que lamentar desgracias personales; pero yo, con el fin de que en lo sucesivo no veamos más las vísceras de un compañero envueltas entre los escombros, le encarezco a todos los compañeros que, todos sin distinción, nos dediquemos, aunque sea en los ratos de ocio, a construir refugios contra los bombardeos”[9].
La detención de personas de derechas fue algo lógico y necesario en la zona que permaneció con la República. Se procuraba impedir así el sabotaje interno, los atentados, la labor de la llamada quinta columna, incluso una rebelión contra el Gobierno
La detención de personas de derechas fue algo lógico y necesario en la zona que permaneció con la República. Se procuraba impedir así el sabotaje interno, los atentados, la labor de la llamada quinta columna, incluso una rebelión contra el Gobierno. El poder de la República estaba legitimado para actuar así. Pero un asunto distinto es la eliminación física de esas personas, que es algo inaceptable. La colérica reacción de una parte del pueblo, que se traducía en el asalto al centro de reclusión donde se encontraban los detenidos de derechas no era algo novedoso, y ya había ocurrido en otras poblaciones, unas veces dando muerte a esas personas y, otras, impidiéndolo otros antifranquistas. Sucedió, por ejemplo, en Málaga y en Bilbao[10]. Y era tan frecuente la reacción de intentar sacar de la prisión a los derechistas para asesinarlos, lo que a veces se consumó, que además de la responsabilidad de quienes llevaban a cabo estos actos cabe pensar en la que tenían las autoridades sublevadas que ordenaban los bombardeos. No cabe duda de que sabían que la reacción mencionada se iba a dar con bastante probabilidad, pero llevaban a cabo la agresión, aunque costara la vida a muchos de sus partidarios[11]. Cuando se produce el citado bombardeo de Motril ya había pasado medio año desde el inicio de la guerra, y este tipo de actuaciones venían repitiéndose en otros lugares, por lo que la reacción de una parte del pueblo motrileño era esperable.
Diversas fuentes indican que la cárcel de la plaza de la Tenería fue también lugar de cautiverio para las mujeres
Alguna vez nos hemos planteado en qué centro de reclusión de Motril fueron internadas las mujeres, tanto de esta ciudad como de los lugares cercanos, que se opusieron a las fuerzas golpistas durante la guerra. Diversas fuentes indican que la cárcel de la plaza de la Tenería fue también lugar de cautiverio para las mujeres. Lo señalaba Antonio Mendoza Montes en sus memorias mecanografiadas[12] y lo confirman las causas judiciales que se encuentran en el archivo de la justicia militar en Almería.
Elena Jiménez Martín, nacida el ocho de septiembre de 1909, y que había sido vecina de Motril y de Salobreña, fue una de ellas. Un escrito de José María González, director de la prisión, manifestaba que el 12 de enero de 1940 estaba internada en la misma. Se encontraba embarazada, y posteriormente pasó a la prisión provincial de Granada; el 26 de febrero estaba en el noveno mes de gestación y, poco después, la ingresaron en la Casa de Maternidad de la capital. Objeto de duras acusaciones, como que intervino en el saqueo de la iglesia de Salobreña, la juzgaron el 27 de agosto de 1941 y consideraron que no estaba demostrada la intervención en el templo de la que se le acusaba, pero sí que fue propagandista “durante la dominación marxista” y que se instaló en la iglesia. La condenaron a seis años y un día de prisión mayor, condena que fue aprobada por el capitán general de la región militar de Granada Vicente Lafuente Baleztena[13].
La socialista Ana Puertas Muñoz, de Salobreña, tenía 48 años en septiembre de 1939, y también estuvo internada en la cárcel de Motril. Otro escrito de José María González daba cuenta que el 15 de agosto de 1939 había ingresado en ese centro. Lo dirigía a Antonio Garvayo Dinelli, teniente honorario del Cuerpo Jurídico Militar y juez instructor de la causa que se le siguió. El 11 de septiembre de 1939 era juzgada; contaba entonces con 48 años de edad y fue condenada a doce años y un día de reclusión temporal. Sabemos que en mayo de 1942 se encontraba en la cárcel de mujeres de Málaga.
La actuación de Antonio Garvayo Dinelli como juez militar de las fuerzas golpistas ha sido abordada por el historiador Juan Hidalgo Cámara, que ha mostrado su intensa participación en las tareas represivas
La actuación de Antonio Garvayo Dinelli como juez militar de las fuerzas golpistas ha sido abordada por el historiador Juan Hidalgo Cámara, que ha mostrado su intensa participación en las tareas represivas[14]. Él, en cambio, debía la vida a algún republicano. Cuando le preguntaron si Narciso González Cervera lo había salvado, respondió que en dos ocasiones intervino decisivamente en su favor. Contó que antes del golpe de Estado de julio de 1936 acudió a la cárcel de Málaga para visitar al jefe de Falange en esa ciudad. Estaba detenido y, añadimos nosotros, lo fue en el marco de las actuaciones que llevó a cabo el Gobierno del Frente Popular para prevenir la sublevación. Garvayo contaba que la policía lo fichó entonces y, al comenzar la guerra, dieron orden de detención contra él; esa orden fue trasladada a Motril, y González Cervera, entonces alcalde, informó que Garvayo era apolítico, y que no tenía más actividades que las propias de su estudio. Más tarde, seguía contando, la familia de Antonio Garvayo se evadió de la ciudad. El Comité Central de Motril dio orden de detención y captura contra ellos, y salió un camión “con criminales” en persecución de la familia. Iban en dirección a Almería, y Narciso avisó por teléfono a esta ciudad, donde toda la familia había sido detenida, consiguiendo paralizar al vehículo. Mientras tanto, el cónsul italiano gestionó la libertad y salida de la España republicana de estas personas[15].
Tras la ocupación de Motril por las tropas sublevadas, numerosos antifranquistas fueron ingresados en la cárcel de la plaza de la Tenería, sufrieron tortura y pasaron hambre, lo que a algunos les costó la vida
Como contábamos en 2020, tras la ocupación de Motril por las tropas sublevadas, numerosos antifranquistas fueron ingresados en la cárcel de la plaza de la Tenería, sufrieron tortura y pasaron hambre, lo que a algunos les costó la vida. Distintos testimonios orales, procedentes de detenidos en ese lugar, lo ponían de manifiesto. Señalaban que el director de la prisión obligaba a los presos a tomar con un cazo solo el caldo del recipiente donde se encontraba la comida, evitando que profundizaran para llegar a la parte de más sustancia, destinada a su granja de cerdos.
Los presos que protestaban o lo que eran interrogados allí por la policía sufrían palizas, al igual que aquellos que eran interrogados por la policía en ese mismo lugar.
Eduardo Díaz Pérez, nos contaba en 1990 lo que sigue, de un guardia civil: “me metió en la cárcel, me metió cuatro estacazos con un vergajo, me pegó una paliza y allí me dejó (...) cuando bajabas, bajabas desollado, sin pies, ya no podías andar”. Y agregaba: “desde la barbería yo veía la ventana del despacho de él [del director de la prisión], y veo que se está poniendo la guerrera de militar, que la tenía colgada allí… ¿tú has visto los conejos, cuando los sacan en las carnicerías?... sin piel, claro. El tío con la pistola y pegándole palos”, y luego ordenó que lo metieran en una celda durante cuatro días, sin darle comida ni agua.
También decía lo siguiente: “si agarraba el cazo y metía hacia abajo, donde estaban los garbanzos, y tiraba para arriba, pues con el vergajo: ¡pam!, le pegaba un estacazo. ¡Suelta el cazo!”
Otro de los detenidos era Miguel García Rubiño, quien contaba en 1987 cómo veía a personas cuyo cuerpo se hinchaba, debido al hambre, al igual que los niños que a veces hemos visto en televisión en las mismas circunstancias.
Por su parte, Antonio Mendoza Montes, comunista, escribía lo siguiente en sus memorias, donde recoge sus recuerdos de la cárcel de esta ciudad: “había mucha hambre en la calle y dentro de la cárcel, pero los que estaban en la calle se llevaban a sus estómagos aunque fuese un puñado de hierbas, pero los que estábamos encerrados no veíamos nada más que un cazo de caldo de calabaza”. El carcelero estraperleaba parte de la comida, y otra la destinaba a sus cerdos, “cada año cebaba de 10 a 15 cerdos, un gran negocio a costa de los presos”. Y, sobre las palizas, manifestaba que “cuando pegaba con el vergajo creía hacerlo en una estera quitándole el polvo”.
Antonio Mendoza escribía asimismo que su tío llevaba la ficha de los que ingresaban y le dijo que, entre mujeres y hombres, eran unos quinientos. Respecto a esa situación, Antonio Rodríguez Díaz, otro de los reclusos, nos señalaba que, al haber tantas personas, no se podía dormir en condiciones: “el que tenía un saco dormía en el suelo y, si no, en los ladrillos del suelo, camas ni una, vamos”. En el suelo dormían de lado, porque no se cabía [16] .
Los tenían a pie firme en el patio, cayera la lluvia o hiciera calor, cantando el Cara al sol con el brazo en alto, y “¡ay de aquel que la mano se le bajara!”, que era apaleado, cayendo al suelo al carecer de fuerzas para sostenerse, por el hambre que se pasaba
Si continuamos con Mendoza, al que era castigado se le suprimían los cinco minutos de comunicación con su familia, si lo visitaba, o se impedía que recibiera el poco de comida que podían traerle. Además, los tenían a pie firme en el patio, cayera la lluvia o hiciera calor, cantando el Cara al sol con el brazo en alto, y “¡ay de aquel que la mano se le bajara!”, que era apaleado, cayendo al suelo al carecer de fuerzas para sostenerse, por el hambre que se pasaba. Todo ello en medio de burlas: “cuando estabais en las trincheras no protestabais”, les decían. Un día llegaron a morir siete personas, y Mendoza recordaba a tres que eran de su pueblo, Vélez de Benaudalla: Manuel Fuentes, Eduardo Cabrera Sánchez “el Reluciente” y Antonio Illescas Espadas[17].
Todo lo anterior resulta significativo del proceder de unos y otros. En la zona republicana hubo actuaciones incontroladas, producto muchas veces de la ira por lo que estaban llevando a cabo los sublevados, y hubo quienes se opusieron al derramamiento de sangre, a veces exponiendo su propia vida. Hubo también quienes alentaron la violencia, considerando que en la guerra había que eliminar al enemigo, también la retaguardia. En cambio, en la zona franquista hubo mucha más unanimidad: el deseo de practicar una represión mucho mayor, organizada y planificada desde arriba, consiguiendo su deseo de que esa violencia fuese mucho más intensa y severa. Uno de los ejecutados fue Narciso González Cervera, a quien fusilaron en las tapias del cementerio de Granada el 27 de abril de 1940[18].
Ahora, la plaza de la Tenería está remodelada, ajardinada, con bancos para el descanso y la conversación, iluminada en la noche… pero sin un hito ni un panel explicativo que haga referencia al dolor pasado. Al que sufrieron quienes lucharon por la libertad de España y por la justicia social. Una plaza, hoy, para el disfrute, pero con una historia sepultada.
“Las que fueron mis penas son causa de tu alegría”, cantaba el grupo Alameda en “Amanecer en el puerto”, sin nada que ver con esta historia, pero ese verso se nos viene a la memoria como frase que resume cierto discurso ideológico y cierta práctica.
[1] Agradecemos a nuestro amigo el historiador Juan Hidalgo Cámara su ayuda a la hora de realizar este trabajo.
[2] Declaraciones de septiembre de 2023. "En la Plaza de la Tenería comenzó Motril" nos dice la alcaldesa Luisa García Chamorro, https://www.cope.es › ... › Granada provincia › Motril.
[3] Consultado en el archivo de la antigua Capitanía General de Granada, causa 29273/39, Legajo 1/84, folio 27, escrito unido a la sumaria el 17 de agosto de 1939.
[4] Archivo del Juzgado Togado Militar número 23 de Almería, causa 370/37, legajo 613 Almería, ff. 150 y 152.
[5] Ibidem, ff. 151-152.
[6] Archivo de la antigua Capitanía General de Granada, causa 29273/39, legajo 1/84, ff. 27 y 59.
[7] Archivo del Juzgado Togado Militar número 23 de Almería, causa 370/37, legajo 613 Almería, ff. 157 y 334.
[8] El Faro Rojo, número 19, 22-01-37, página 1. Hemeroteca de El Faro de Motril.
[9] Ibidem, número 20, 23-01-37, página 1.
[10] El caso de Málaga, en NADAL, 1984: La Guerra Civil en Málaga, Málaga, Arguval, p. 171. El de Bilbao, en LANDA MONTENEGRO, Carmelo (2007): “Bilbao, 4 de enero de 1937: memoria de una matanza en la Euskadi autónoma durante la Guerra Civil española”. https://ojs.ehu.eus › Bidebarrieta › article › view-pdf.
[11] Los sublevados contaban con redes de información en la zona leal que les permitían conocer, al menos a veces, lo que estaba ocurriendo. En “Las `sacas´ de la cárcel de Málaga. Represión y responsabilidades políticas (1936)” Málaga, Jábega, nº 73, Antonio NADAL (1993: 42-52), que ha reflexionado sobre estos aspectos, recogía un testimonio procedente de la Málaga republicana que llegó a la zona sublevada. Un requeté evadido de la ciudad costera comunicó que “el bombardeo causado por 9 trimotores causó gran pesar entre los nuestros por los daños causados por el bombardeo mismo y por las víctimas que como represalias se comenten entre las personas de orden. Extrañándose las personas de derechas que se tomen estas medidas sin ser para la toma inmediata de Málaga” (página 45).
[12] Antonio MENDOZA MONTES: Las memorias del capitán Mendoza, tomo 3, pág. 73.
[13] Archivo del Juzgado Togado Militar número 23 de Almería, causa 46.709/39, leg. 1371 Almería.
[14] Estudia su actuación en Represión y muerte en la provincia de Granada, 1936-1950 (Mojácar, Arráez, 2014: 659-726).
[15] Archivo de la antigua Capitanía General de Granada, causa 29.273/39, legajo 1/84, f. 49.
[16] Entrevista con Antonio Rodríguez Díaz, Motril 27-02-91.
[17] Antonio MENDOZA MONTES: Las memorias del capitán Mendoza, tomo 3, págs. 73-75.
[18] GIL BRACERO, Rafael (1997): Motril en guerra. De la República al franquismo (1931-1939). Motril, Asukaría Mediterránea, pág. 280.
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Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
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