Mucha mujer para sólo un pilar en su memoria
-
Pionera feminista, empresaria, educadora, fundadora de colegios y sanatorios, filántropa… y olvidada por la ciudad a la que dio todo
-
El pilar recolocado en la Gran Vía es lo único que se salvó de sus antiguas casas situadas en el Paseo de la Bomba hasta 1980
Empiezo su historia por el final, muchos años más tarde de que nos dejara Berta Wilhelmi Henrich
Empiezo su historia por el final, muchos años más tarde de que nos dejara Berta Wilhelmi Henrich. Estábamos en el año 1978; la mayor parte de sus casas del principio del Paseo de la Bomba fueron declaradas en ruinas. Cuatro eran los edificios de Doña Berta ubicados desde la Plaza de la Cuesta del Pescado hasta el carmen de los Aguilera. La primera, exenta, era en la que vivió ella la mayor parte de su vida (la que se conserva enfundada por unas lonas); las dos últimas las adquirió a la cooperativa La Colmena y levantó un bloque de viviendas en 1982-83, adonde fueron a vivir varios políticos socialistas del momento; el solar intermedio ha sido construido más tarde con un gusto estético cuanto menos cuestionable.
En el solar de esta última casa estuvo ubicado el pilar de Doña Berta que hoy disfrutamos en la Gran Vía. Fue mandado hacer por un regalo de Fernando Dávila a su joven mujer a finales del siglo XIX, para colocarlo en un patio de entrada a la segunda casa de vecinos. Su ejecución fue obra de un marmolista que trabajaba la piedra rosácea de Sierra Elvira, hoy agotada. Cuando fue labrada la fuente, todavía vivía su primer marido; ese es el motivo por el cual el pilar lleva las iniciales de los apellidos de casada de Berta: D (por Dávila), W (Wilhelmi), H (Henrich).
El pilar estuvo en uso por los múltiples inquilinos que habitaron aquellos tres edificios desde su construcción a finales del siglo XIX, aunque reformados en 1914
El pilar estuvo en uso por los múltiples inquilinos que habitaron aquellos tres edificios desde su construcción a finales del siglo XIX, aunque reformados en 1914. En aquellas casas del Paseo de la Bomba se alojaron el político Fernando de los Ríos, el pintor Miguel Cerón, el catedrático Manuel Orozco, el ginecólogo Alfredo Dáneo, etc., además de buena parte de la familia Dávila y Wilhelmi. También bastantes familias humildes, como fue el caso de Luis el capataz. Fue lugar de tertulias y reuniones políticas de tinte socialista y liberal. La biblioteca que acumuló Fernando de los Ríos en su piso asombraba a Federico García Lorca cada vez que acudía con su hermana Isabel o a consultar algo con su catedrático y posterior protector.
Se cumplen ahora cuarenta años de la demolición de las tres casas, incluida la que contenía el pilar
Se cumplen ahora cuarenta años de la demolición de las tres casas, incluida la que contenía el pilar. La excavadora iba a arramblar con todo, ya que no se consideraba que quedaran dentro elementos históricos de valor. Pero muy cerca de allí vive Miguel Giménez Yanguas; conocía la intrahistoria de aquel pilar. Había que salvarlo del destrozo. Se lo comunicó al concejal Juan Tapia. Fue sensible a la propuesta, incoó expediente municipal y decidió ubicarlo en el lugar donde se encuentra desde entonces, en la fachada de la antigua Escuela Normal. Lo único que faltó fue colocar al lado una placa explicando su historia, como solía ser habitual en siglos anteriores cada vez que se labraba un pilar de importancia en Granada. Todavía se está a tiempo.
Una niña alemana en Granada
Vuelvo a los orígenes de aquella gran mujer a la que un día de finales del XIX su marido le regaló el pilar. Un empresario alemán, Fernando Wilhemi Fromme, conoció Granada en 1855; era ingeniero industrial y tenía formada una empresa con Luis Lemmé Fetch. Se dedicaban a fabricar tejidos y papel. Había venido aquel año a montar una fábrica de papel en Granada, quizás la del impresor Gómez Contreras en el Paseo de la Bomba. Se enamoró de la ciudad y, como consecuencia de la inundación de su fábrica alemana, decidió probar suerte en Granada. Adquirió la fábrica de papel que había en la Bomba, movida por una acequia de agua que descendía desde la calle Solares.
Él y su socio Lemmé también crearon las fábricas de papel de Chimeneas Altas (en Dúdar) y El Blanqueo (en Pinos Genil). Se afincaron definitivamente en Granada
Fernando Wilhelmi estuvo alternando su estancia entre Alemania y Granada durante algunos años. Él y su socio Lemmé también crearon las fábricas de papel de Chimeneas Altas (en Dúdar) y El Blanqueo (en Pinos Genil). Se afincaron definitivamente en Granada.
El ingeniero Wilhelmi había enviudado en 1856; le quedaron tres hijos de su primer matrimonio con Emma Schaeuffellen. Al año siguiente contrajo matrimonio con Hedwing Henrich “Carolina”, una de las primeras alemanas viajeras, escritoras, feministas, muy conocida por sus libros de viajes y su liberalidad. Fernando y Hedwing engendraron a Berta y a Luis Wilhelmi Henrich. Nuestra protagonista, Berta Wilhelmi Henrich, nació en Scherhein (Alemania) el 25 de junio de 1858. En fecha un poco posterior, toda la familia, incluida la abuela materna y una tía, decidió trasladarse a vivir a Granada. Se ubicaron un tiempo dentro del recinto de la Alhambra, para alquilar un poco más tarde el carmen de Peña Partida. También residieron en Dúdar y Pinos Genil.
A pesar de su empadronamiento en Granada, la desahogada posición económica familiar y su tradición cultural hicieron que Berta se educara en un internado suizo entre los años 1861 y 1871. Allí aprendió cuatro idiomas y se empapó de la forma de vivir de los protestantes. La familia Wilhelmi-Henrich pasaba en Granada por no ser católica, aunque ellos no solían practicar ninguna religión. Al menos externamente. Eso hizo que Berta fuese vista en esta cerrada ciudad provinciana como un verso suelto. Berta no asistió a colegios de Granada, su padre la educaba con institutrices traídas de Alemania. Por tanto, el entorno familiar y cultural en que se formó fue liberal, muy influido por la personalidad feminista mostrada por su madre y abuela; estuvo muy acostumbrada a sus viajes europeos.
Nada más cumplir 19 años, Berta contrajo matrimonio con uno de los hombres más ricos y de familia nobiliaria de Granada: Fernando Dávila Ponce de León y Zea, quien le doblaba en edad
Nada más cumplir 19 años, Berta contrajo matrimonio con uno de los hombres más ricos y de familia nobiliaria de Granada: Fernando Dávila Ponce de León y Zea, quien le doblaba en edad. Con él estuvo casada los siguientes 21 años, hasta que la dejó viuda en 1898. Le dio dos hijos, Luis Dávila Wilhelmi (el aviador fallecido en 1925, a los 47 años) y Berta Dávila Wilhelmi. La viudez de su primer matrimonio coincidió también con la muerte de su padre. La consecuencia fue que ella tuvo que ponerse al frente de todos los negocios e intereses familiares a partir de entonces. También de fomentarlos.
Pero a Berta no se le cayeron los anillos. Se había casado con Fernando Dávila con la condición de no convertirse en una mujer al estilo español, de pata quebrada, amarrada a las labores del hogar y mantenida por un varón. Y Fernando se lo permitió con toda naturalidad, a pesar de las costumbres de su rancio abolengo nobiliario.
Berta empresaria y emprendedora
Mucho antes de enviudar, Berta Wilhelmi ya había dado muestras de su talante emprendedor y empresarial. Con poco más de veinticinco años, ya madre de Luis y Berta, se introdujo en el mundo de la apicultura y la admitieron en la Sociedad Económica de Amigos del País. En la exposición provincial de productos industriales, agrícolas y artesanales de 1888 ya participó con sus mieles en la muestra de apicultura celebrada en el palacio de Carlos V. Se la considera introductora de técnicas apícolas (importó la colmena móvil de cuadros) por estas tierras. Tuvo varios colmenares en explotación en la provincia de Granada y se dedicó a fomentar su expansión. Colaboró en la exportación de mieles granadinas a Centroeuropa.
Aquel mismo año 1888 se encargó de inscribir y preparar la participación de las fábricas de papel de su padre y de Lemmé en la Exposición Universal de Barcelona
Aquel mismo año 1888 se encargó de inscribir y preparar la participación de las fábricas de papel de su padre y de Lemmé en la Exposición Universal de Barcelona. Un jurado internacional concedió a estos papeles, fabricados con la fuerza motriz de las aguas de Sierra Nevada, la medalla de plata.
Berta educadora y filántropa
Las fortunas de los Dávila y los Wilhelmi no propiciaron que Berta Wilhelmi de Dávila se decantara por llevar una vida cómoda, dedicada a practicar la caridad como era habitual en las damas granadinas de buena posición. Muy al contrario. Se implicó de lleno en practicar la educación y la beneficencia, tomando a los niños desde muy pequeños y procurando darles salud y educación en libertad. Siempre defendió que lo hacía por derecho, no por caridad.
Berta tomó ese ejemplo y presentó una memoria a un concurso de la Sociedad Económica de Amigos del País de Granada, en su primera edición de 1889
Ella conocía que ya veinte años antes se venían organizando colonias veraniegas en Suiza y Alemania, destinadas a enseñar y alimentar a niños de las clases más desprotegidas. En 1887 habían tenido lugar en Madrid las primeras colonias escolares de España. Berta tomó ese ejemplo y presentó una memoria a un concurso de la Sociedad Económica de Amigos del País de Granada, en su primera edición de 1889. El proyecto lo elaboró junto con el profesor Antonio González Prats.
Llegaron a Almuñécar llenos de mugre, hambrientos e ignorantes; un mes más tarde, regresaron limpios y bastante más educados
La Sociedad organizó las primeras colonias infantiles para el verano siguiente, el de 1890. Fue Berta la encargada de dirigirlas y desplazarse a Almuñécar, el lugar elegido, para las primeras colonias escolares que tuvo Granada en la historia. Aquel proyecto contó con el apoyo de la Sociedad Económica, el Ayuntamiento, la Diputación, varios particulares y con el dinero y trabajo de la propia familia Dávila-Wilhelmi. Acudieron 9 niños y 9 niñas, de entre 9 y 13 años, seleccionados entre los más pobres de Granada capital. Llegaron a Almuñécar llenos de mugre, hambrientos e ignorantes; un mes más tarde, regresaron limpios y bastante más educados. Fue el comienzo de un sistema de colonias escolares veraniegas que poco más tarde asumieron las instituciones y prosiguieron hasta la guerra civil de 1936 (Este tema será objeto de un posterior artículo).
Los Wilhelmi trajeron a Granada una formación muy influida por las teorías krausistas imperantes en Alemania. Eran métodos muy novedosos y rompedores con la raquítica escuela pública española, donde existía, y más aún con los colegios religiosos. De ahí que casaran tan bien con los principios de la Institución Libre de Enseñanza, muy en la línea krausista y el socialismo liberal que empezaba a arraigar.
Consecuencia de aquella experiencia educativa aparecieron la “sopa escolar” y las “cantinas escolares” en algunas las escuelas públicas de Granada
Consecuencia de aquella experiencia educativa aparecieron la “sopa escolar” y las “cantinas escolares” en algunas de las escuelas públicas de Granada. Se trataba no solamente de enseñar a leer y escribir a los niños, sino de alimentarlos y asearlos antes. La pobreza que existía en Granada por entonces era terrible, así como el analfabetismo. Cuenta Berta en su memoria de aquellas colonias cómo los niños tenían costras de roña añejas, no conocían el jabón, ni el cepillo de dientes, apenas habían comido carne o pescado en sus vidas… A la mayoría tuvieron que darles ropa, porque se los entregaron con andrajos. Regresaron de Almuñécar un poco más altos y más repuestos tras sólo un mes de estancia.
En su fábrica de El Blanqueo empleaba tanto a hombres como a mujeres, incluso si algún hombre enfermaba o moría, era su viuda la primera en tener derecho a coger el puesto
En 1892 presentó una ponencia en el Congreso Hispano-Portugués de educación en la que afrontaba la actitud e igualdad de la mujer para ejercer cualquier profesión. Sus posturas en aquel momento fueron las más avanzadas de todas, por lo que en su mayoría levantaron polémica y fueron rechazadas, incluso por quienes se consideraban pioneras feministas españolas. Pero Berta no era sólo una teórica, una feminista de boquilla y manifestación callejera; practicaba la igualdad entre ambos sexos a la hora de dar trabajo o responsabilidades a las mujeres. En su fábrica de El Blanqueo empleaba tanto a hombres como a mujeres, incluso si algún hombre enfermaba o moría, era su viuda la primera en tener derecho a coger el puesto.
Aquella actitud no era comprendida por una sociedad en la que la mujer estaba sojuzgada al marido
Aquella actitud no era comprendida por una sociedad en la que la mujer estaba sojuzgada al marido, no tenía capacidad de representación legal, siempre tenía que firmar por ella su padre, marido o hermano. Debió darse por vencida en determinado momento por las trabas legales que hallaba en el desarrollo de sus proyectos, pues en 1906, ya viuda y madura, se volvió a casar con uno de sus empleados (Eduardo Domínguez López) para que le diese cobertura. No consta que hiciese plena vida marital con él; se divorciaron en 1916.
Entre 1912-13 fundó la primera escuela pública mixta que tuvo Pinos Genil (actual edificio del Ayuntamiento) y la primera biblioteca que tuvo el pueblo, con unos 600 volúmenes donados por familias ilustradas granadinas.
Berta y los sanatorios
Berta quedó muy afectada cuando, con sólo 21 años, murió su hermano Luis. La tisis o tuberculosis se lo llevó por delante a una edad tan temprana. Sus padres lo habían llevado de sanatorio en sanatorio por los Alpes, pero nada se pudo hacer por su vida. Berta guardó sus cenizas en su casa hasta el año 1919 y prometió hacer algo para evitar que muriese tanta gente por un bacilo que por entonces sólo se podía combatir con aire fresco. Aquel año construyó el cortijo de Las Acacias, a unos 1.500 metros de altitud en El Purche. Allí se llevaba a atender a enfermos de tuberculosis. En vista del buen resultado, en 1920 fundó el Patronato Antituberculoso de la Alfaguara, con la ayuda de varios médicos (el ginecólogo y socialista Alejandro Otero y Blasco Reta) y el dinero que le reportó la entrada de Papelera Española en sus negocios.
Los resultados del Sanatorio de Tuberculosos de la Alfaguara fueron inmediatos, respaldados por revistas especializadas y congresos médicos
Los resultados del Sanatorio de Tuberculosos de la Alfaguara fueron inmediatos, respaldados por revistas especializadas y congresos médicos. Había cola para recibir tratamiento, tanto de manera desinteresada como en calidad de mediopensionista. Estuvo funcionando a pleno rendimiento hasta el año 1936; en la primavera de aquel fatídico año, ya fallecida Berta, incluso su nieto Fernando Dávila recibió tratamiento. Precisamente estuvo internado en el pabellón infantil que desde 1926 llevaba el nombre de Luis Dávila P.L.-Wihelmi, el hijo aviador que fundó la Base Aérea de Armilla en 1922 y falleció en sus pistas en 1925.
El Sanatorio fue batido durante la guerra civil (1936-39) al quedar en medio de las dos líneas de combate. En la posguerra funcionó unos cuantos años más. Después ha permanecido derrumbándose hasta que recientemente el Ayuntamiento de Alfacar ha consolidado lo que quedaba de la planta baja.
En su última voluntad continuó acordándose de los más desfavorecidos
La atención del colectivo de enfermos de tisis fue la última ocupación a la que Berta dedicó la última década de su vida. Estuvo plenamente volcada en la gestión de la Junta Provincial de la lucha Antituberculosa; empezó a promover otro sanatorio antituberculoso en la Hoya de Pedraza (Sierra Nevada). También atendía el dispensario del Carmen de la Muralla.
En su última voluntad continuó acordándose de los más desfavorecidos. No quiso pompas fúnebres ni gastos suntuarios de tumbas y entierros. Quiso ser enterrada junto a su padre y con el cofre de cenizas de su hermano; envuelta solamente en una sábana y con su solo nombre inscrito en la lápida. Los gastos de entierro deberían repartirlos en alimentar y vestir a unos cuantos pobres.
Restos familiares perdidos
El ingeniero Fernando Wilhelmi pagó de su bolsillo el acondicionamiento del sector civil (no católico) del Cementerio de San José de Granada, en el año 1896. Allí habilitó tumbas sencillas para la familia de su socio Luis Lemmé Fetch y para la suya. Fernando falleció el 6 de marzo de 1898, en fecha posterior muy próxima a su yerno Fernando Dávila.
Berta Wilhelmi tuvo un final de vida un tanto triste. En 1931 sufrió un ictus cerebral que la apartó de la vida empresarial y educativa
Berta Wilhelmi tuvo un final de vida un tanto triste. En 1931 sufrió un ictus cerebral que la apartó de la vida empresarial y educativa. Justo cuando habían llegado la II República con ideas parecidas a las suyas en los campos educativos y sociales. Tuvo que hacerse cargo de las empresas su yerno Luis García, marido de su hija Berta Dávila Wilhelmi (que no tuvo descendencia). La única descendencia directa del matrimonio de Berta con Fernando Dávila fue la de Luis Dávila, el aviador fallecido en la Base de Armilla el 18 de abril de 1925. El resto de personas que llevan el apellido Wilhelmi en Granada no portan sangre de Berta, proceden de los tres hijos del primer matrimonio que ya traía el ingeniero alemán de su primer casamiento (Fernando, Emma y Gustavo).
Berta falleció el 30 de julio de 1934. Fue enterrada en la misma fosa donde reposaba su padre, en el sector civil del cementerio de Granada
Berta falleció el 30 de julio de 1934. Fue enterrada en la misma fosa donde reposaba su padre, en el sector civil del cementerio de Granada. Esta zona del camposanto de la capital fue reformada en la década de los años ochenta del siglo pasado; las tumbas desaparecieron, así como sus lápidas. En el archivo familiar de sus descendientes directos se conservan fotos de sus enterramientos. Figuran las inscripciones del ingeniero y de Berta Wilhelmi. Caroline, la madre de Berta, falleció en 1910 en Wiesbaden y allí quedó sepultada.
Sí estuvieron depositadas en esta tumba las cenizas de Luis Wilhelmi, el hermano de Berta que murió de tuberculosis e inspiró el Sanatorio de la Alfaguara.
Incluso se cree que la abuela de Berta, Albertine Roslin, falleció en su casa de Dúdar a finales del siglo XIX y fue enterrada en su cementerio
Incluso se cree que la abuela de Berta, Albertine Roslin, falleció en su casa de Dúdar a finales del siglo XIX y fue enterrada en su cementerio.
Por su parte, Fernando Dávila Ponce de León y Zea, el primer esposo de Berta, fue enterrado en el panteón de su saga familiar del patio tercero (el 17 de enero de 1898).
Conclusión: todos los restos del ingeniero alemán, de Berta Wilhelmi y de su hermano Luis fueron mezclados en el osario común hace cuatro décadas. Allí están perdidos
Conclusión: todos los restos del ingeniero alemán, de Berta Wilhelmi y de su hermano Luis fueron mezclados en el osario común hace cuatro décadas. Allí están perdidos.
En espera de reconocimiento
La ciudad de Granada nunca se ha preocupado de dignificar la figura de quien fue una de las mujeres más avanzadas de su tiempo. No lo hicieron los personajes que compartieron vida social y política con ella durante la II República (Todo quedó en una breve nota necrológica en El Defensor un par de días después de su muerte; y la Gran Cruz de la Orden de Beneficencia por su gran labor caritativa). Quizás el hecho de ser una mujer progresista, feminista y divorciada influyeran en su olvido durante todo el franquismo. Sólo tras la restauración democrática, el Ayuntamiento de Granada le dedicó el nombre de una callecita en la ampliación del barrio del Zaidín. El nombre de esta calle sólo figura en el Callejero Emocional de F. González Arroyo. Ni siquiera Luis Seco de Lucena, que fue amigo suyo, la mencionó en su libro de Memorias de Granada (1941).
Quienes no han dejado de acordarse de ella han sido los vecinos y autoridades de Pinos Genil
Quienes no han dejado de acordarse de ella han sido los vecinos y autoridades de Pinos Genil. Recientemente le han dedicado una sala en el Centro de Interpretación del Tranvía de la Sierra, que acaba de abrir; próximamente ampliarán su recuerdo con otros dos espacios destinados a explicar sus fábricas de papel de El Blanqueo y de la Luz. En Pinos Genil todavía se recuerda que, además de la escuela y la biblioteca que fundó, unos pocos árboles de la ribera del Genil continúan llevando los nombres de los chicos que los plantaron; la profesora Doña Berta organizó cada año el Día del Árbol, a partir de 1912; cada alumno plantaba un plátano de sombra, se encargaba de cuidarlo y le ponía su nombre. Algunos de aquellos árboles ya no existen, pero quedan todavía varios que se llaman como los niños que los pusieron: Antonio Baena Labella (en la puerta del Ayuntamiento), Antonio Garnica Jiménez, Antonio Zúñiga Uceda, etc. Investigadores de Pinos Genil, con su alcalde a la cabeza, están preparando una completa biografía de Berta, una “rana” adoptiva o pinera de las más ilustres de este pueblo.
Tampoco el Museo de la Miel de Lanjarón la ha olvidado
Tampoco el Museo de la Miel de Lanjarón la ha olvidado. Está ubicado en la finca a la que se le ha dado su nombre. Le tienen dedicado un emotivo recuerdo como una de las primeras mujeres apicultoras de España.
No estaría de más que el Ayuntamiento de la capital, o mejor la Delegación de Cultura de la Junta o la Diputación (por ser un personaje de ámbito provincial) recobrasen, para mayor conocimiento público, la figura de Doña Berta. Una placa o un bajorrelieve junto a su pilar de la Delegación del Gobierno sería el lugar más vistoso.