'Otra noche en la Era con un dolor de 83 años'

Ciudadanía - Fernando Rubio - Martes, 20 de Agosto de 2019
Una crónica sobre la cuarta “Noche en la Era. Lorca, homenaje recordatorio en la noche de su asesinato”, organizado en la noche del pasado sábado por la asociación cultural Poeta Juan Gutiérrez Padial de Lanjarón.
Asistentes al homenaje a Lorca en Lanjarón.
M.Alarcón Velasco
Asistentes al homenaje a Lorca en Lanjarón.
Al cumpirse los 83 años del fusilamiento de Federico García Lorca, la asociación cultural Poeta Juan Gutiérrez Padial de Lanjarón organizóa la cuarta edición “Noche en la Era. Lorca, homenaje recordatorio en la noche de su asesinato”, en la que vecinos y visitantes recuerdan al poeta con música y poesía. Esta es una crónica distinta del acto por Fernando Rubio."
"Apenas nos habíamos asentado por el suelo, o en alguna roca viva de presencia geológica, o en algunas sillas plegables previsoras. Habíamos sido puntuales: no podíamos hacer esperar a Federico.
 
Con linternas nos ayudábamos en el acomodo. Formamos como un semicírculo ante el trípode iluminado que iba a ir soportando los papeles pergeñados con textos para el poeta. El moderador ya nos había recordado los condicionantes por los que nos regimos cada año (¡Con éste, cuatro!).
 
Imagen: M.Alarcón Velasco.
 
A los pocos minutos, ya cerca de las diez y media, (o acaso cerca de las once, que el reloj no nos preocupaba) nos fue apareciendo una visita con la que no contábamos aunque era su tiempo. Lentamente asomó su corona de flores de azafrán tras los perfiles redondeados de la Sierra de la Contraviesa. Detrás ella, su cara de pandero lorquiano que esta vez Preciosa no venía tocando. Se fue descoronando hasta quedarse con su luz redonda. Despacio, caminando hacia el oeste, nos acompañó, silenciosa y lejana. Esta vez “la luna vino a la fragua / con su polisón de nardos”.
 
Los campos de alrededor nos regalaban su silencio. No hacía calor. Descansaba el aire. Ni una ligera brisa. No se agitaba ningún abanico. Alguien, ante el trípode, leía sus sentidas palabras. Y entonces sucedió: un soplido intangible hizo volar los papeles. Sólo un instante. Y volvió a suceder cada vez que un nuevo lector recitaba o leía los versos de sus papeles. Ningún rostro, ningún flequillo, ninguna vela, ninguna “pashmina” se agitaba. Pero los papales se ondulaban suaves y persistentes. Todos veían el rebullir de los papeles pero no sentían el soplo…
 
Agotadas las canciones hechas con versos de Federico y la generosa bollería que algunas almas piadosas repartieron, además de la oportuna limonada con yerbabuena, ya pasada de largo la media noche, se hicieron algunos comentarios sobre los extraños soplos. Alguien insinuó que acaso Federico…"
 
Desde el día siguiente los papeles con palabras dedicadas al poeta están, apretados en un tarro de cristal, bajo alguna laja ya perdida del suelo de la era. Es el cuarto tarro. Habrá otro más cada año y vendrán más, ojalá también con escritos agitados por un vientecillo suave, apenas incapaz de apagar una vela, acaso también con origen desconocido… ¿O mágico?".