El circo Apolo actúa gratis para el pueblo de Pinos Genil en gratitud por haberles alimentado durante el confinamiento

Un pueblo volcado con el circo

Ciudadanía - Jesús Toral - Sábado, 13 de Junio de 2020
Una familia que vive de de un pequeño circo, el Apolo, pero el confinamiento le sorprende en Pinos Genil, cuando iba a empezar las funciones. En quiebra, el pueblo se vuelca con la familia, a la que ofrece manutención diaria y trata de cubrir sus necesidades. Ahora, el circo Apolo abre el telón para actuar gratis para el pueblo, en agradecimiento. Una hermosa historia de solidaridad y gratitud, que nos cuenta Jesús Toral.
La familia, ante el cartel de agradecimiento a Pinos Genil.
J.T.
La familia, ante el cartel de agradecimiento a Pinos Genil.

Los últimos tres meses han sido duros para todos, pero para algunos más que para otros. Si no, que se lo digan a Juan Alcaraz y a su familia, a quiénes el anuncio de confinamiento les pilló en Pinos Genil con su pequeño circo Apolo a punto de abrir el telón. La paralización de toda actividad les dejó, de pronto, sin recursos económicos y sin posibilidad de obtenerlos. El pueblo entero se ha volcado en ayudarles para que estos meses hayan podido comer y vivir. Esta semana han comenzado a actuar cada día gratuitamente para todos los vecinos con el fin de agradecer que lo que pudo ser un infierno se ha convertido en una historia de amor correspondida.

«Es lo mínimo que podemos hacer después de ver cómo se han portado con nosotros estas personas que siempre llevaremos muy adentro». Son las primeras palabras que salen por la boca de Juan antes incluso de que nos sentemos junto a la taquilla. Es miembro de una familia circense que se remonta a tres generaciones atrás. Este hombre de 52 años con el cabello plateado, incipientes arrugas que surcan su frente como consecuencia directa de la exposición excesiva al sol y de las inclemencias climatológicas y vestido con vaqueros y una camiseta promocional de una tienda que le regalaron ayer mismo, regenta unas modestas instalaciones en las que actúa junto a su mujer, Patricia, su hija, Jessica, de 20 años y el novio de esta, Junior, y no puede evitar contener las lágrimas que brotan de sus párpados cuando recuerda lo duros que han sido estos meses: «Jamás he tenido que pedir para comer, pero después de dos días de alimentarnos con pan con mantequilla, me acerqué al alcalde de Pinos Genil y me desahogué con él». Al recordar la conversación, se vuelve a emocionar y guarda unos instantes de silencio hasta que la congoja disminuye lo suficiente como para que le permita continuar: «Me respondió con una pregunta: ¿Es ese tu único problema? Vete a la tienda y coge lo que necesites».

Juan y su familia, todo agradecimiento. J.T.

Nada más sentarnos para iniciar la charla aparece una mujer de cierta edad, con problemas de movilidad, acompañada de su hermano. Trae una caja con todo tipo de verdura fresca recién cogida del campo y al entregársela, de nuevo, Juan se emociona y sus ojos se nublan una vez más: «¿Tú ves lo que te digo? No tengo palabras ni puedo hacer nada para agradecer tanta bondad de estos vecinos»

Nada más sentarnos para iniciar la charla aparece una mujer de cierta edad, con problemas de movilidad, acompañada de su hermano. Trae una caja con todo tipo de verdura fresca recién cogida del campo y al entregársela, de nuevo, Juan se emociona y sus ojos se nublan una vez más: «¿Tú ves lo que te digo? No tengo palabras ni puedo hacer nada para agradecer tanta bondad de estos vecinos». La mujer, completamente enternecida, es la que le contesta: «No tienes que agradecérmelo. Me gustaría poder darte más. Tenéis derecho a trabajar y a ganar dinero. Cada vez que paso por arriba me acuerdo de vosotros y de lo que estaréis sufriendo. No es justo».

A paso lento, la mujer se despide y vuelve por donde ha venido, pero antes de marcharse se dirige a este periodista: «Por favor, no ponga mi nombre, no hago esto para que nadie se entere. Me parece tan injusto lo que están viviendo que me sale del corazón ayudar a esta gente».

Los servicios de limpieza del Ayuntamiento de Pinos Genil pasan cada mañana a desinfectar todo el recinto con lejía, también llega el panadero a entregarles gratuitamente el pan que necesiten, les visitan vecinos anónimos de vez en cuando para darles alimentos, y se desplazan cada cierto tiempo a la tienda donde reciben todo lo que necesitan. «Ayer, por ejemplo —apunta Juan con una sonrisa en la cara por primera vez desde que hemos comenzado a charlar—, nos trajeron sardinas y después de la función las asamos y nos las comimos todos para cenar». Eso sin contar con la amabilidad de Gabriel Gómez Mesa, el alcalde, que se ha ofrecido voluntario para ayudarles a repartir las entradas cada tarde a los asistentes a la función diaria.

Gracias Pinos Genil

Tras varios meses de solidaridad continuada por parte de los vecinos, los cuatro miembros de la familia Alcaraz tomaron la decisión de retomar el espectáculo gratuitamente para los habitantes del pueblo: «Actuar en la pista frente al público es a lo que nos hemos dedicado toda la vida y es lo único que sabemos hacer, así que pensamos que el mínimo gesto de agradecimiento era trabajar para ellos de forma gratuita y volver cada año para repetir la experiencia sin cobrar nada a este público que nos ha conquistado».

Han colocado un cartel visible desde cualquier parte de las gradas con un enorme «Gracias Pinos Genil» que asegura Juan que «seguirá colgado ahí hasta que este circo deje de existir»

Han colocado un cartel visible desde cualquier parte de las gradas con un enorme «Gracias Pinos Genil» que asegura Juan que «seguirá colgado ahí hasta que este circo deje de existir». Comienza la función con un minuto de silencio para los fallecidos por la Covid-19 y durante las casi dos horas siguientes, desde las siete y media de cada tarde, por la pista pasan los números de humor protagonizados por el propio dueño y su esposa, diferentes mascotas y personajes populares, malabaristas, la princesa Frozen, equilibristas y antes de finalizar, todos los días, dedican unos minutos a agradecer ante el público todo lo que han recibido en Pinos Genil.

Cartel que anuncia las actuaciones del circo Apolo .J.T.

En los mejores circos

No son buenos tiempos para el circo en general. Los grandes espectáculos ven reducirse sus dimensiones en los últimos años con respecto a los que triunfaban hace varias décadas, como el circo Mundial o el de los hermanos Tonetti. En los dos ha trabajado Juan Alcaraz: «Mis hermanos y yo hacíamos números olímpicos, ante miles de personas. En esos tiempos, en cuanto llegábamos a una ciudad se concentraban decenas de personas a nuestro alrededor y luego trataban de colarse por la carpa para no perderse la función. Estábamos muy bien considerados, llamábamos la atención, ganábamos dinero y éramos una gran familia. Hoy todo ha cambiado, los niños no se interesan por nosotros, los aparatos electrónicos les tienen tan anestesiados que no les llama nada la atención, lo han visto todo a través de la pantalla y es muy complicado sorprenderles».

A sus ojos asoman unas lágrimas peregrinas que recorren el rostro cuando revive el momento en el que los hermanos Tonetti decidieron contratarle: «Tenía yo diecisiete años y actuaba con mis hermanos. Fue uno de los momentos culminantes de mi carrera: hicimos una prueba ante los responsables y quedaron tan encantados que llamaron a mis padres para decirles que en cuanto yo cumpliera dieciocho años se comprometían a contratarme

A sus ojos asoman unas lágrimas peregrinas que recorren el rostro cuando revive el momento en el que los hermanos Tonetti decidieron contratarle: «Tenía yo diecisiete años y actuaba con mis hermanos. Fue uno de los momentos culminantes de mi carrera: hicimos una prueba ante los responsables y quedaron tan encantados que llamaron a mis padres para decirles que en cuanto yo cumpliera dieciocho años se comprometían a contratarme. Me sentí la persona más privilegiada del mundo porque para nosotros ese circo era un símbolo, uno de los más importantes del momento. Todavía se me eriza la piel cuando me acuerdo».

El gerente del circo Apolo asegura que «yo he llegado a trabajar en una plaza de toros con el circo Mundial ante miles de personas y también en los últimos tiempos me he visto obligado a actuar ante una sola familia. Teníamos tan poco dinero que al menos las entradas de ese pequeño grupo nos servían para comer ese día».

Siempre llevarán Pinos Genil en sus corazones. J.T.

También Patricia, la esposa de Juan, ha formado parte del circo desde que nació, igual que sus hijos, que se han independizado y actúan en otros espectáculos repartidos por el país excepto Jessica, que viaja con ellos acompañada de su pareja, Junior, sobrino nieto de la primera mujer de Ángel Cristo. La mujer del dueño del circo Apolo recuerda cómo en los buenos tiempos «había una gran solidaridad y hermandad entre los distintos artistas, nos apoyábamos, nos escuchábamos y nos queríamos» y rememora el momento en que conoció a su esposo: «Trabajaba en el de mis padres y me enteré de que el circo Mundial estaba cerca y decidí ir a verlo y allí lo conocí. Empezamos a relacionarnos, pero decidimos esperar un par de años a que yo pudiera dejar el trabajo junto a mi familia y al final él decidió unirse a nosotros y nos casamos».

El problema con el que se encuentran ahora es que no hay municipios que quieran acoger este tipo de espectáculos: «Nos hemos puesto en contacto indirectamente con varias localidades del entorno de la capital granadina, entre ellas Atarfe, y nos dicen que con la prohibición de celebrar ferias y demás no nos quieren dar ninguna plaza, parece que no entienden que tenemos que trabajar para poder comer a diario»

Ahora, el matrimonio desea algo mejor para su hija: «Me encantaría —dice ella—, que encontrara un trabajo fijo y que pudiera dejar esto porque cada vez es más difícil vivir de ello, aunque tanto a ella como a su novio les apasiona porque han crecido bajo una carpa». Y a pesar de que cree que salir de esa vida es lo mejor para ella, Juan tiene claro que «si volviera veinte años atrás y supiera lo que me iba a ocurrir, no dudaría en repetir la experiencia. Estamos todos en esta vida de paso y me encanta el circo. No me arrepiento ni de lo bueno ni de lo malo».

El problema con el que se encuentran ahora es que no hay municipios que quieran acoger este tipo de espectáculos: «Nos hemos puesto en contacto indirectamente con varias localidades del entorno de la capital granadina, entre ellas Atarfe, y nos dicen que con la prohibición de celebrar ferias y demás no nos quieren dar ninguna plaza, parece que no entienden que tenemos que trabajar para poder comer a diario».

Así que, de momento y mientras no haya algún municipio dispuesto a acogerles, los cuatro miembros del circo Apolo seguirán pernoctando en un pueblo que antes de este año no habían visitado jamás, Pinos Genil, y que desde ahora gracias a la solidaridad de su gente y su alcalde llevarán en lo más profundo de su corazón, igual que muchos de los vecinos del municipio a ellos.

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