Tribuna de Opinión, por Enrique Palma

La razón de ser del sindicalismo de clase

E+I+D+i - Enrique Palma - Viernes, 21 de Julio de 2017
Artículo de opinión, muy crítico con los sindicatos, firmado por Enrique Palma, destacado dirigente de CCOO de Granada, en años dorados
Enrique Palma, autor del artículo, junto a Rafael Hueso, Pedro Granados, en los años dorados del sindicalismo.
Juan Ferreras
Enrique Palma, autor del artículo, junto a Rafael Hueso, Pedro Granados, en los años dorados del sindicalismo.

El sindicalismo de clase no es antagónico con la negociación entre la parte explotadora y explotada y el soporte político de los explotadores, el Estado.

El sindicalismo de clase debe ser consciente siempre, de su capacidad de fuerza ante cualquier obstáculo que el Estado y sus empresarios pongan en el camino.

El sindicalismo de clase debe ser sociopolítico, como en su día fue CCOO, sindicato que comenzó a finales de los años 60, actuando en la clandestinidad donde se organizó para superar los obstáculos de la dictadura franquista.

El abandono práctico del concepto sociopolítico es el que hoy sitúa a este sindicato como parte del Estado, igual que la mayoría de los existentes, o sea, la clase dominante ha conseguido en gran parte atraerse a los sindicatos a su órbita, al terreno de la colaboración de clases, de su “democracia” y de la legalidad impuesta.

El sindicalismo de clase debe quedar lejos de todo espíritu mezquino de categorías, los trabajadores somos todos iguales y tenemos las mismas necesidades,  independientemente, del nivel profesional y salarial que cada uno ostente en base a sus responsabilidades profesionales.

Es por ello, que el sindicalismo de la clase trabajadora, debe prefijarse en primer lugar, la organización, donde sus cuadros se formen y adquieran conciencia como trabajador asalariado y por tanto, comprenda que es un explotado, independientemente, de lo que este cobre.

Un sindicato obrero debe obtener su financiación al margen del Estado, ya sabemos todos que, quien paga, manda, de ahí la necesidad de ser económicamente independiente.

El capitalismo suele crear clases dentro de la misma clase trabajadora para dividir a esta, dotando de mejores salarios y prebendas a los trabajadores que sean esquiroles y sumisos.

Es por esto que el objetivo de las reformas laborales que se han llevado a cabo en España fue y es liquidar la negociación colectiva y así dejar las manos libres a los empresarios para distribuir ellos a su antojo los salarios que consideren oportuno y así, mantener la división entre los trabajadores haciéndoles creer que ellos, los “privilegiados”, son de otra clase, de esa que hoy se denomina clase media, ¡qué falacia!, con mil o mil quinientos euros al mes, denominarse clase media; miseria para sobrevivir, pero claro, hay otros que cobran 600, ambos, sueldos injustos, aunque mejor se pueda mantener el de los mil quinientos, se los dan, para que no se solidarice con otros trabajadores.

Porque si un trabajador exige a su jefe mejores sueldos y condiciones de trabajo para todos sus compañeros, este será condenado a la marginación y al paro.

Por esa razón, hoy, la reivindicación es nula, tanto individual, como desde los sindicatos de hoy, que se convirtieron en los años 90, en sindicatos claramente amarillos al servicio de los empresarios y su sistema, el capitalismo.

Y todo, debido a la falta de conciencia de sus dirigentes, pues esta, es esencial en cualquier organización de trabajadores, sin conciencia de clase no hay objetivos de bienestar para los obreros ni para las venideras generaciones, en definitiva el sindicalismo queda desnudo y se convierte en una organización sumisa y colaboracionista con la clase dominante y su estado.

En segundo lugar, el sindicalismo de clase debe fijarse la defensa consecuente y constante de la mejora salarial y de vida de todas las capas sociales explotadas e indefensas de la sociedad; trabajadores, obreros agrícolas, peones, mujeres, parados, inmigrantes y marginados, haciendo nacer en ellos la convicción de que la explotación del hombre por el hombre está injustificada, que su objetivo tiende a la emancipación de todos los trabajadores.

A los últimos (los marginados), se les debe prestar una atención especial, porque es ahí, en la marginación del hombre, donde el capitalismo consigue alimentar el fascismo.

La ignorancia política es el arma fundamental que mantiene al sistema injusto, el capitalismo.

Por ello, la cultura y la conciencia son dos armas imprescindibles para combatir la ceguera de los pueblos.

Enrique Palma