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Artículo de Opinión

'8M sí, hoy y todos los días del año'

Política - Beatriz Alías Guevara, secretaría política de la Juventud Comunista en Granada - Lunes, 8 de Marzo de 2021
Beatriz Alías Guevara, secretaría política de la Juventud Comunista en Granada, alerta de que los problemas que el movimiento feminista venía denunciando históricamente, con la precariedad como hilo conductor, se han agravado por la pandemia y reivindica la jornada de lucha del 8 de marzo.
Imagen de una pancarta de la campaña de Juventud Comunista para el 8M.
Juventud Comunista
Imagen de una pancarta de la campaña de Juventud Comunista para el 8M.

El 8 de marzo siempre ha sido un día de lucha. En 1910, a propuesta de Clara Zetkin, se proclamó este día como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, esta fecha se elegía en reivindicación y recuerdo a las 120 mujeres obreras asesinadas en una fábrica textil de Nueva York. A la ONU sólo le costó 64 años reconocerlo (nótese la ironía). El movimiento obrero y la lucha por la emancipación de la mujer siempre han estado unidos, aunque algunas lecturas intenten falsificar las enseñanzas de las teóricas de clase que nos preceden. La otra fecha clave del movimiento feminista, el 25 de noviembre, también está marcado por una tragedia: la quema de 146 trabajadoras en un incendio de otra fábrica textil.

A estas mujeres las unía un mismo hilo conductor que llega hasta nuestros días y que nos envuelve también a nosotras: la precariedad. 

Este año, el 8M está innegablemente marcado por un fantasma: la culpabilización del movimiento en el 8M de 2020. Se ha hablado mucho de lo que supuso o no la manifestación del 8M para la pandemia del covid-19. Menos se ha hablado de lo que ha supuesto el covid-19 para nosotras, las mujeres. 

Los problemas que el movimiento feminista venía históricamente denunciando, que justificaban la primera huelga feminista en 2017, se han agravado por la pandemia. En un primer momento la situación de confinamiento nos echó la carga de una de las reivindicaciones más sonadas de la huelga feminista: los cuidados. El trabajo doméstico, no productivo para el capital pero imprescindible para la vida, ha recaído una vez más en las mujeres.

En lo laboral debemos decirlo claro: no, el teletrabajo no es ni debe ser una medida de conciliación, sólo supone la difusión de los límites y horarios de la jornada laboral, que unido a las tareas domésticas supone un sistema de doble jornada brutal

En lo laboral debemos decirlo claro: no, el teletrabajo no es ni debe ser una medida de conciliación, sólo supone la difusión de los límites y horarios de la jornada laboral, que unido a las tareas domésticas supone un sistema de doble jornada brutal. Tampoco podemos hacer oídos sordos a todas aquellas mujeres que no tienen la suerte de estar teletrabajando, sino que están en ERTE o se han quedado directamente sin trabajo. Aquellas que han continuado trabajando lo han hecho en unas condiciones de batalla en primera línea contra la pandemia: enfermeras, médicas, limpiadoras, cuidadoras.

Para las estudiantes las clases online también han supuesto una barrera. Además de la tan sonada brecha digital, ha caído sobre muchas mujeres jóvenes el cuidado de familiares y las tareas domésticas. 

Las jóvenes trabajadoras también necesitamos espacios de ocio, alejados de los patrones de consumismo y de individualismo que no hacen sino destruir los espacios de socialización, de creatividad y saludables para la juventud. Además, los cuidados son una cuestión imprescindible que abordar en este sentido: sin un reparto de tareas en el ámbito doméstico, sin corresponsabilidad, sin cuidados compartidos de las personas dependientes y sin liberarnos de la carga mental que el mantenimiento de los mismos exige, las jóvenes no podemos disfrutar de tiempo de descanso ni de espacios de ocio.

En todos los ámbitos, la imposibilidad de socialización, la carga de tareas, el peso de los cuidados y demás han supuesto una jaula mental y material, que opera una vez más en perjuicio de las mujeres. 

Pero la emergencia sanitaria no es la causa de nuestra precariedad, es sólo un agravante. La discriminación social y laboral de las mujeres viene de lejos. Hoy debemos recordar el ejemplo de Vanesa, limpiadora y sindicalista que fue despedida por su lucha de clase antes de que el covid-19 entrara en nuestras vidas. La destrucción de lo público y la criminalización de todas las que luchan por la clase trabajadora no es algo nuevo.

La situación de las mujeres trabajadoras es un problema estructural, inherente al sistema y que tiene como raíz la división sexual del trabajo. Es desde esa división de donde nace la necesidad de desligarnos de lo privado y lo doméstico para reapropiarnos de lo público, alejándonos de un espacio androcéntrico donde la diversidad no tiene cabida. 

La discriminación de mujeres en general es solo una etiqueta que engloba múltiples realidades que se interseccionan: clase, raza, edad, sexualidad o identidad de género. En Granada, Kim Pérez es un vivo ejemplo de la lucha por los derechos de las personas trans. Aunque la consecución de derechos sea una cuestión esencial en el plano político, también lo es en lo económico luchar contra la discriminación laboral, y en lo social erradicar su estigmatización.

El 8M sí es necesario, y no lo vamos a sacrificar, igual que no vamos a renunciar a la lucha diaria para organizarnos como mujeres, precarias y revolucionarias.

Beatriz Alías Guevara, secretaría política de la Juventud Comunista en Granada