'Cómo Vivir en el Campo' se pasan de sutiles y hacen un disco de música de fondo

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Jueves, 20 de Agosto de 2020
Cómo Vivir en el Campo – 'Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti'
Portada de 'Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti'
IndeGranada
Portada de 'Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti'

Mirad esa portada. No me digáis que no es preciosa. ¡Y ese título! Es tan romántico que casi sonroja. El nombre del grupo también es llamativo, tiene un punto bucólico que invita a investigar más. Con estos antecedentes y ninguno más, porque no sabía que el trío madrileño había lanzado ya tres discos antes que este, me dispuse a escuchar lo nuevo de Cómo Vivir en el Campo. El comienzo me entusiasmó de veras: “Starry Belle”, la primera canción, empieza contemplativa, con la batería, el bajo y la guitarra pintando un escenario soñador y sencillo, cautivador. Tras dos minutos y medio de este dulce paseo, la batería emprende un animado ritmo motorik y la guitarra empieza a dibujar melodías más enérgicas. Aparece la enigmática y afectada voz de Pedro Arranz cantando una letra que le va como anillo al dedo a la música: “El silencio que perseguía, el ruido que azota mi piel/las canciones que me esperaban me vieron enloquecer/y ahora vienes tú”. Luego la instrumentación da un respiro antes de volver a subir el volumen en un crescendo emocionante… que se deshace magistralmente para volver al tranquilo pasaje inicial, esta vez incluyendo unas ligeras notas de piano. Una introducción que superó mis expectativas.

Después de esta agradable sorpresa, decidí que tenía que escuchar el álbum y hacer una reseña. Como suelo hacer, lo puse de fondo un par de veces mientras me ocupaba en otros asuntos antes de sentarme a hacer una escucha más atenta. La impresión era muy buena: pop y soft rock de los sesenta y setenta combinados con una tendencia a la ensoñación que los sitúa en algún punto medio entre sus admirados Yo La Tengo y el jangle pop popularizado por Mac DeMarco en la última década. Además, de vez en cuando captaba retazos de unas letras que me parecían excelentes: “Solo mátame o llévame de verbena” (“Por favor, mátame”); “Este invierno voy a cocinar más y mejor/y, si no es mucho pedir, también pienso/escapar de aquí” (“Bodas”); “Lo que guardas, Rubí, olvidado en tu joyero/aquellas lágrimas pisoteadas por el temporal/volverán a brotar en los patios ajenos” (“Rubí”). En resumen: me estaba divirtiendo de lo lindo con el disco.

Canciones entretenidas, con letras admirables y otros elementos valiosos, se quedan sin embargo un poco exiguas, con pocas capas que explorar y disfrutar. Aunque esto solo se nota conforme avanza el disco

Pero tocaba darle un par de escuchas en profundidad y, ¡ay!, esa prueba no la ha pasado. No es que la música cambie, claro: es que de repente, cuando te centras únicamente en escucharla, ves que no tiene tanta sustancia. Canciones entretenidas, con letras admirables y otros elementos valiosos, se quedan sin embargo un poco exiguas, con pocas capas que explorar y disfrutar. Aunque esto solo se nota conforme avanza el disco, porque las canciones segunda y tercera mantienen el nivel de “Starry Belle”. “Por favor, mátame” destaca por unas interpretaciones magníficas que le dan mucho carácter y energía: la guitarra con inflexiones funky, el bajo sencillo pero rocoso y la batería más expresiva del disco la mantienen a flote a pesar del gran peso que tiene una línea de sinte de apenas dos notas. “Malbaratada”, a su vez, no solo nos presenta un personaje genial, una mujer mayor tan digna y altiva como anticuada (su idea de un insulto mortal es “ladrón de gallinas”), sino que presenta una riqueza instrumental envidiable. El gancho final es absolutamente adictivo, pese a que Arranz haya declarado que si no hay estribillos en sus canciones es porque los rehúye.

Más allá de este punto, en cambio, se empiezan a notar las costuras de la propuesta. Canciones como “Bodas” y “Rubí”, que superan los cinco minutos de duración, se vuelven repetitivas, carentes como están de una instrumentación más diversa, y se hace difícil mantener la atención. La delicadeza que el propio grupo dice perseguir les lleva, por momentos, a una excesiva parquedad. De entre las canciones más cortas, algunas están algo faltas de energía, como “Caudal”, que aunque contiene detalles interesantes es apenas un bucle de dos notas sin mucho gancho. La bonita “La Partida”, en la que los coros femeninos envuelven de nostalgia las repetidas entonaciones de “un final no es un final contigo”, tampoco termina de cuajar por culpa de unos arreglos más bien anémicos. “Refugio del martes”, por su parte, es entretenida sin dejar por ello de ser una canción claramente menor. Algo mejor suena “De búho a alondra”, con esa caja de ritmos tan bien empleada y una gran línea de bajo, muy física. Sobre esta base, guitarra y voz se entretejen fantásticamente, pero llega entonces el outro, en que una guitarra eléctrica distorsionada se limita a repetir la melodía de la voz. Una vez más, una buena canción que se queda en agua de borrajas por falta de imaginación.

Lo peor del disco es, eso sí, el final: ¿qué aporta la anodina pieza de ambient “Razón de amor nº 3” aparte de otro componente retro, y esta vez mal hilado? No pasa prácticamente nada en sus tres minutos y medio largos

Lo peor del disco es, eso sí, el final: ¿qué aporta la anodina pieza de ambient “Razón de amor nº 3” aparte de otro componente retro, y esta vez mal hilado? No pasa prácticamente nada en sus tres minutos y medio largos, más allá de un solo de saxofón estilo smooth jazz que no está mal pero no guarda relación alguna con el resto del disco. No hay ni siquiera letra que redima este perezoso ejercicio de nostalgia gratuita. Al final, Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti resulta una escucha agradable, un poco de música de fondo que, sin embargo, pierde fuelle al prestarle más atención. Hay cosas peores, pero ese estupendo inicio merecía un mejor desarrollo.

Puntuación: 6.5/10

Si quieres escucharlo, pincha en el siguiente enlace: Cómo Vivir en el Campo - Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com