No salgas a la calle, salvo si te echan

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Jueves, 29 de Octubre de 2020
Adoración, la abuela desaloja de Carabanchel, habla para Telemadrid.
Telemadrid
Adoración, la abuela desaloja de Carabanchel, habla para Telemadrid.

«Surrealista», «ridículo», «insolidario», «dramático», «penoso» son algunos de los calificativos que se me ocurren al conocer el desahucio de Adoración, su hijo, su nuera y cuatro menores de entre uno y cinco años en Carabanchel. El ministro de transportes José Luis Ábalos se ha mostrado sorprendido por la medida adoptada teniendo en cuenta que el Gobierno había anunciado una prórroga hasta el 31 de enero de la prohibición de desahuciar a familias vulnerables, pero esta, en concreto, está ya en la calle.

De verdad, intento entender a los políticos, más en un momento tan crítico, en el que nadie tiene una poción mágica, pero es difícil defender que, pese a esa ley, de enero a junio se hayan podido producir en España más de once mil desahucios a pesar de la pandemia, un 70% de ellos por no pagar el alquiler

De verdad, intento entender a los políticos, más en un momento tan crítico, en el que nadie tiene una poción mágica, pero es difícil defender que, pese a esa ley, de enero a junio se hayan podido producir en España más de once mil desahucios a pesar de la pandemia, un 70% de ellos por no pagar el alquiler.

La semana pasada una familia granadina atravesó el calvario de creer que se iba a la calle porque su banco iba a acometer el desahucio. Y cuando digo iba es porque Isabel, Manuel y sus dos hijos de 17 y 8 años, después de innumerables gestiones durante meses, consiguieron paralizarlo justo unas horas antes de que se llevara a efecto. No fue fácil, el fin del banco era acometerlo hasta que las demandas de Stop Desahucios, la propia familia o la difusión en los medios de comunicación consiguieron detenerlo.

Lo que parece injusto y dramático es que en la situación de pandemia en la que nos encontramos con avisos diarios para reducir nuestro tiempo en la calle, para evitar contacto humano, con toques de queda y estados de alarma, nos encontremos con que esos señores que representan a entidades financieras intenten seguir su camino como si nada estuviera ocurriendo. Y todavía peor, cuando nos enteramos de que las leyes restrictivas para la población, bajo la amenaza de multas de miles de euros, no parecen ser de obligado cumplimiento para una élite que se junta en un número de más de ochenta con el fin de celebrar una fiesta organizada por un periódico, sin distancias de seguridad y, algunos, sin mascarillas.

Y, de verdad, resulta inmoral e insolidario que alguien se plantee desahuciar a su inquilino en estas circunstancias, pero más aún cuando se trata de que la banca se esfuerce de una forma tan ruin en recuperar sus bienes aún a costa de matrimonios con cargas familiares sin otra alternativa que echarse a la calle

Y, de verdad, resulta inmoral e insolidario que alguien se plantee desahuciar a su inquilino en estas circunstancias, pero más aún cuando se trata de que la banca se esfuerce de una forma tan ruin en recuperar sus bienes aún a costa de matrimonios con cargas familiares sin otra alternativa que echarse a la calle.

Surrealista total es que nos estén bombardeando cada día con que evitemos salir de casa en lo posible y que, aquellos que manejan nuestros recursos no tengan inconveniente en obligar a ciertas familias a vivir sin techo porque ellos mismos son los que las echan.

Para colmo, ya se habla de que puede llegar una ola de desahucios, pese a que el Gobierno trate de impedirlo. El solo hecho de que las entidades financieras, después de lo que la sociedad ha hecho para evitar su quiebra, se lo planteen o de que no tengan reparos en amenazar a las familias con desahuciarles, a la espera de ver si les obedecen voluntariamente, me parece mezquino, despreciable y descorazonador.

Hay que ser sinceros. También hay muchos trabajadores con dos viviendas y una de ellas alquiladas que al inicio de la pandemia no tuvieron ningún inconveniente en comunicar a sus inquilinos que, si se veían apurados para abonar el coste de la mensualidad, pagaran lo que pudieran o incluso dejaran de hacerlo durante unos meses. Eso es lo que han hecho muchas familias, sin una orden que les obligara a ello, sin que se enterara nadie, aún a sabiendas de que ese dinero no les sobraba, porque consideraban que estábamos en una situación crítica en la que nos teníamos que ayudar unos a otros y en la que sin la colaboración mutua esto podría haber supuesto ya para este instante la ruina total y un problema sanitario de dimensiones aún mayores al que nos enfrentamos en la actualidad, que ya es decir.

Por desgracia, parece que siempre son los mismos los que miran de cara al problema mientras que otros prefieren girar la cabeza hacia el lado opuesto y obviarlo porque les beneficia esa ignorancia. Y quienes lo hacen son aquellos que tienen muchísimo más que ganar, los que están acostumbrados a subirse a su pedestal y a descartar individuos como si de números se tratara

Por desgracia, parece que siempre son los mismos los que miran de cara al problema mientras que otros prefieren girar la cabeza hacia el lado opuesto y obviarlo porque les beneficia esa ignorancia. Y quienes lo hacen son aquellos que tienen muchísimo más que ganar, los que están acostumbrados a subirse a su pedestal y a descartar individuos como si de números se tratara.

Escuchamos que todos tenemos que arrimar el hombro y es evidente que nadie nos puede sacar de esto si nosotros no nadamos en este fango para poder hacerlo por nuestros propios medios y que mientras avancemos nos encontraremos con otros que irán más despacio o incluso parados o tratando de hacer equilibrios sobre una piedra y que a cada uno de nosotros nos tocará decidir si queremos ayudar a los más desfavorecidos a seguir, aunque sea a costa de nuestro esfuerzo personal y de una ralentización del viaje, o si elegimos cerrar los ojos y nadar con toda nuestra fuerza para emerger cuanto antes del barro, pase lo que le pase al resto. Y mientras, llegará un momento en el que nos adelantará un flamante banco capitaneado por uno de esos señores de la banca que en lugar de lanzarnos una cuerda nos obligarán a nadar más deprisa para no atropellarnos.

No es así la condición humana, al contrario, ese tipo de actitudes nos deshumanizan y da igual que procedan de directores de bancos, de presidentes de Estados Unidos, de empresarios multimillonarios o del vecino del quinto

No es así la condición humana, al contrario, ese tipo de actitudes nos deshumanizan y da igual que procedan de directores de bancos, de presidentes de Estados Unidos, de empresarios multimillonarios o del vecino del quinto.

El cambio de mundo que se aproxima tras el virus supone una oportunidad también para ellos, para variar la tendencia a la insensibilización del poder y el dinero, para dejar de taparnos los ojos ante las realidades que pasan delante nuestra y empezar a funcionar como parte activa de la solución al problema más que como la leña que se añade al fuego para que siga avivándose.

Ni una sola persona debería verse obligada a vivir en estos momentos en la calle. Las administraciones, los bancos, los dueños de edificios de alquileres o los propios y humildes propietarios de segundas viviendas deberíamos de tender nuestra mano a los que lo necesitan para que la era del virus no nos aplaste como seres humanos y acabe con nuestra dignidad.

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).