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NUEVAS VOCES DISIDENTES EN LA POESÍA GRANADINA

Javier Calderón: “Escribo por vicio y porque no me doy cuenta. Si pensase en mí como un escritor sistemático, no escribiría”

Cultura - Sara Molero - Domingo, 11 de Abril de 2021
En una nueva entrega de 'Nuevas voces disidentes de la Poesía granadina', Sara Molero nos presenta en esta espléndida entrevista a Javier Calderón. No te pierdas esta voz arrebatadora. Porque amamos la Poesía.
El poeta Javier Calderón.
Laura Flor San Onofre
El poeta Javier Calderón.
Javier Calderón es un joven de veintiséis años, nacido en Benidorm en 1995. Comenzó sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Granada, donde se graduó cuatro años después. Además, recibiría el Premio Extraordinario Fin de Carrera de la Facultad de Filosofía y Letras. Durante sus años de estudiante del grado, ganaría el VI Certamen Literario Biblioteca Universitaria de Granada en 2017, con su relato À Marat. Un año después, publicaría su primer poemario en Ediciones Maremágnum, titulado Ángulo muerto y ganó el XXIII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal con Los adioses del trigo. En el año 2019, colaboró en la antología poética Piel fina (Ediciones Maremágnum).Tras ello, cursó un máster en Estudios Literarios y Teatrales (2019-2020) y colaboró en el Departamento de Literatura Española de la UGR, gracias a la obtención de una beca de colaboración. Actualmente, Javier Calderón está doctorando en el Programa de Doctorado en Lenguas, Textos y Contextos de la UGR.

En la poesía del joven alicantino, no se habla desde la contraposición del Yo con el Otro, sino que se interpela a un Nosotros. Este gesto tan inteligente en el modo de escribir, revoluciona el anterior concepto poético del objeto de deseo, al que va dirigido el poema. Y dinamita la ya caduca etiqueta de 'musa', que tanto constriñe a muchas mujeres

El protagonista indiscutible dentro de la poesía de Javier Calderón es el amor. Una temática, a priori, muy recurrente en el mundo poético, pero a la que este joven autor supo darle un giro de tuerca. La obra de Javier Calderón nos habla desde una visión fresca y rejuvenecida. Asistimos a una conversación continua, donde el sujeto amado no se limita solo a ser un testigo pasivo de la acción, como estamos acostumbrados en la poesía masculina. Javier Calderón, dota a ese receptor de capacidad para actuar, desplegarse e intervenir. En la poesía del joven alicantino, no se habla desde la contraposición del Yo con el Otro, sino que se interpela a un Nosotros. Este gesto tan inteligente en el modo de escribir, revoluciona el anterior concepto poético del objeto de deseo, al que va dirigido el poema. Y dinamita la ya caduca etiqueta de musa, que tanto constriñe a muchas mujeres.

En su poesía, narra desde dentro los nuevos sistemas de afectos que desplegamos los jóvenes y la forma en la que los experimentamos y sentimos. Nuestras rutinas, nuestros deseos y gran parte de nuestros vértigos, a la hora de amar. Muchas de estas características quedan en manifiesto dentro de su poema número treinta y tres, de Los adioses del trigo.

33

Doce alarmas hacen falta

para despertarme.



Un caos de ropa y desnudez,

sábanas, hambre, suelo frío.



Me miras con los ojos cerrados

y te doy la espalda soñoliento.



Todavía es de noche y no sé qué ponerme

–todo el pijama arremangado,

atino apenas con los demás deberes–.



Suelo levantarme antes por el miedo

a comprobar que no ha cambiado nada,

que el desorden es siempre el mismo

–y lo compruebo–.



(Ayer un saltamontes murió, no sé cómo,

en el quicio de la puerta.)



Una raya afila la ventana

y el día se me anuncia en el espejo.



Duermes aún, yo te prometo

encontrar hoy otra manera

distinta de quererte.

Por otro lado, Javier Calderón, nos concede el privilegio de introducirnos en lo más íntimo de sus pensamientos. La muerte, como aliado indiscutible de la vida –y del amor–, aparece también en su escritura. Desde la distancia precavida que ofrece la juventud, el poeta observa la muerte y lo que esta despierta en él, tras el fallecimiento de su abuelo. Este es su poema veintiuno:

21

Salgo del trabajo a las once y media de la noche.

Mi abuelo murió esta mañana.

Toda la familia ha asistido al velatorio.

Tengo 25 años y mi abuelo ha muerto.



Llego a casa (de mis padres).

Estoy agotado y triste.

En estas circunstancias

solo logro recordar un amor

y la promesa de un futuro muy lejos a su lado.



Mi abuelo ha muerto. Pienso en la muerte.

Tengo 25 años. Casi veinte años más

de los que tenía mi abuelo cuando mató a su perro.

Solo pienso en el amor y en la muerte.



Tu nombre se zarandea con los árboles.

Gimo

justo antes de que empiece a llover.

Javier Calderón es el primer hombre al que entrevisto, así que, la primera pregunta, es casi obligada. En estos años que llevas publicando tus poemarios, participando en certámenes y habitando el universo literario en general, ¿has llegado a percibir que existan más dificultades para las mujeres a la hora de introducirse en este mundo?

–Puedo hablar tan solo dentro de los límites de mi entorno. Al margen de las circunstancias sistémicas que dificultan (mediante distintos obstáculos) la incorporación de las mujeres a los sectores en los que la presencia del hombre cisgénero se da por hecho, no he observado esas dificultades (tal como me enuncias: dificultades para introducirse en) en las mujeres escritoras que conozco. De hecho, el círculo en el que me muevo, y por eso me muevo en él, admira y eleva como modelo a mujeres escritoras (por su indiscutible calidad e influencia literaria) y asume cierto caos en el sentido de tu pregunta, precisamente porque reniega de forma activa de esa discriminación sistémica.

En cuanto a la exposición, también parece que las mujeres escritoras deben justificar su discurso junto a su imagen, que deben sacarlo del libro y aplicarlo a algún objetivo político. Su condición de mujeres que escriben (y, por tanto, responsables del resto de mujeres que no lo hacen) supone la premisa de la mayoría de análisis que se llevan a cabo de sus obras

Ahora bien, sí creo que las mujeres se enfrentan a ciertas condiciones que no se exigen a los hombres cisgénero. Me refiero, sobre todo, al aspecto temático y al de exposición. De algún modo, parece que se le atribuye a la mujer la responsabilidad de cargar su discurso con elementos propiamente femeninos (lo que parte de una actitud condescendiente y, puede ser, exotizante) y reivindicativos. En cuanto a la exposición, también parece que las mujeres escritoras deben justificar su discurso junto a su imagen, que deben sacarlo del libro y aplicarlo a algún objetivo político. Su condición de mujeres que escriben (y, por tanto, responsables del resto de mujeres que no lo hacen) supone la premisa de la mayoría de análisis que se llevan a cabo de sus obras.

–Sin descolgarnos aún del tema de la mujer, como he dicho antes, me gustó especialmente tu poemario porque en él, el sujeto amado –generalmente concebido, en la poesía, como un sujeto femenino– cobra vida propia y no queda reducido, tan sólo, a un mero receptor, ¿a qué crees que se debe esto?

–El sujeto amado es un pretexto. Cuando escribo, me es indiferente su género, a no ser que cumpla una función específica en el poema (argumental o rítmica). El sujeto amado siempre es pasivo, pero también lo es el sujeto que ama. Para mí es importante esto: sujeto amado y sujeto que ama son un mismo objeto. El amor es, por tanto, el pretexto discursivo a partir del cual el sujeto que ama se evidencia como objeto y con el que aspira a trascenderse: es, por tanto, una contradicción irresoluble. El lenguaje no es más que una sucesión caótica de latigazos que vincula en instantes al objeto que ama con el resto de objetos, entre los que no destaca especialmente el objeto amado. Los poemas del libro que apelan a un o a una tercera persona en términos amorosos constituyen una selección (en esencia, gramatical) del discurso existencial de un objeto que trata de enunciarse para devenir en sujeto.

"El lenguaje no es más que una sucesión caótica de latigazos que vincula en instantes al 'objeto que ama' con el resto de objetos, entre los que no destaca especialmente el 'objeto amado'"

Puede que por eso no se perciba a ese sujeto amado como receptor, porque el sujeto amado solo existe en el discurso como proyecto del sujeto que ama. No hay agencia en un amor que depende del lenguaje.

–En la Educación Primaria y Secundaria la mayoría de autores que se estudian y leen, son hombres. En los últimos años, desde el auge del feminismo, multitud de centros escolares están incluyendo en sus temarios a más mujeres. No sólo autoras, sino científicas, deportistas, investigadoras, figuras históricas… Para ti, ¿qué mujeres conoces hoy, que te habría gustado encontrar en tus libros escolares?

"La ausencia de mujeres escritoras constituye, a mi parecer, la principal característica de la educación literaria en Primaria y Secundaria"

–Pienso ahora en Sor Juana Inés de la Cruz, María Teresa León, Gloria Fuertes, Carmen Laforet y Carmen Martín Gaite. Si me parase a pensar, la lista sería muy larga: cualquier nombre me serviría para esta pregunta porque la ausencia de mujeres escritoras constituye, a mi parecer, la principal característica de la educación literaria en Primaria y Secundaria.

–Centrándonos en tu obra, es curioso observar cómo, cuando escribes, siempre existe una especie de constante tensión entre la vida y la muerte, el amor y la soledad, la felicidad y la tragedia… ¿Es este binarismo algo accidental o enfocas la escritura desde esta contraposición de opuestos?

–No creo que existir consista en habitar una tensión entre dos opuestos, pero sí creo que es así como configuramos nuestra percepción de la existencia. A la hora de enunciar este conflicto, me atraen las posibilidades de la oposición amor-muerte (a partir de la cual pienso en el esquema amor/espacio-cuerpo-tiempo/muerte); aun así, desde una perspectiva extralingüística (algo que soy incapaz de figurarme) todo podría reducirse a un limpísimo Uno o a un conciliado y asumido Todo.

Así, el binarismo que se descubre en lo que escribo responde tanto a un accidente como a mi voluntad: soy un objeto que se enuncia al enunciar y que enuncia al enunciarse. Tampoco puedo huir de esta oposición.

"Escribir siempre me ha dado mucha pereza. Conlleva tiempo, concentración, dudar constantemente de uno mismo, y supone dos evidencias insoportables: que el lenguaje tiene límites y que no podemos hacer con él lo que queremos"

–¿Cómo decidiste que querías comenzar a escribir? ¿Lo recuerdas?

–No lo decidí. Escribir siempre me ha dado mucha pereza. Conlleva tiempo, concentración, dudar constantemente de uno mismo, y supone dos evidencias insoportables: que el lenguaje tiene límites y que no podemos hacer con él lo que queremos.

Sin embargo, reconozco una tendencia, cierta inevitabilidad y un gran placer en la ilusión de haber traspasado los márgenes del discurso, de haberlo sometido. Escribo por vicio y porque no me doy cuenta. Si pensase en mí como un escritor sistemático, no escribiría. Surge un conflicto, cierta idea, un ritmo conceptual atractivo (dentro de un estado emocional e imaginativo concreto), y es entonces cuando busco un papel y escribo. Pero mi idea de escribir, o al menos la idea que no rechazo, se acerca más a la de corregir. Escribir o asistir a uno mismo desde fuera y re-enunciarse desde una perspectiva estético-eidética: un poder demiúrgico.

Pero sí recuerdo la primera vez que pensé en ser escritor: tenía ocho años y salió en las noticias que J. K. Rowling era más rica que la reina de Inglaterra.

–Al principio, hemos hecho un pequeño recorrido por tu biografía y hemos observado que actualmente estás en un Programa de Doctorado. La mayoría de los autores jóvenes no se dedican únicamente a la escritura, sino que, como tú, compaginan esta actividad con sus estudios o trabajos, ¿cómo sientes que afecta esto a la producción como escritor o poeta?

–Todo trabajo afecta negativamente. Tanto la actividad investigadora como la creativa requieren tiempo, pero es la primera la que me da de comer (de momento). Aunque haya temporadas en las que desplace el trabajo por escribir/corregir, son temporadas de ansiedad y culpa. Además, el tiempo de trabajo hay que recuperarlo.

Puede pensarse que investigar en el campo de la literatura española (sobre la lectura, concretamente) supone una ventaja o, al menos, algo aprovechable para la escritura. La realidad es que cada actividad tiene una dinámica distinta que las hace muchas veces incompatibles (atendiendo al tiempo disponible), y que uno acaba bastante cansado.

–Por otro lado, lejos de la concepción general que tienen muchos de nuestros padres y abuelos acerca de los jóvenes, uno de los factores que más presiona y asfixia a nuestra generación es la cultura de la productividad. Sentir que tu tiempo sólo está siendo bien invertido cuando estás creando algo. Ya sea académico, artístico, laboral… ¿Afectan estas dinámicas también a los escritores jóvenes? ¿De qué forma?

–Desde luego. Y con una violencia injustificable. Incluso el ocio se explota en ese sentido. Por ejemplo, parece que leer, ver películas o escuchar música debe derivarse, en determinados círculos, a la producción de una idea u opinión o a la reproducción personal de lo que se ha consumido. El tiempo presente está subyugado a la proyección de lo que se hace en él.

"Los jóvenes sentimos la presión de justificarnos constantemente. Todo lo que hacemos, si no contribuye a la técnica o a la medicina, al menos ha de presentarse lo bastante complejo o activo. Y, al margen de la especialización, existe un estigma brutal en el 'no hacer nada'. Pero este es un debate muy amplio"

Los jóvenes sentimos la presión de justificarnos constantemente. Todo lo que hacemos, si no contribuye a la técnica o a la medicina, al menos ha de presentarse lo bastante complejo o activo. Y, al margen de la especialización, existe un estigma brutal en el no hacer nada. Pero este es un debate muy amplio. Yo solo sé que cuando me echo una siesta, al despertarme siento que he hecho algo malo, y la cosa debe de estar verdaderamente mal si uno se castiga por dormir media hora.

–¿Qué consejos darías, en base a tu experiencia, a aquellos que quieren escribir, para evitar caer en la frustración de no estar siendo lo suficientemente válidos o eficientes?

–Que se frustren y enfaden y estén tristes, pero que esperen. Las cosas llegan: o al final es reconocido su trabajo o no lo es. Otra vez los binarismos. Pero creo que es así. Aunque conviene aclarar desde dónde hablo: soy una persona ambiciosa y emocional, pero también extremadamente lógica, drástica y cansada. Reconozco que busco la validación y el capital de exposición por menciones, pero no estoy dispuesto a nada que me requiera demasiado esfuerzo para ello, y no hay nada que me suponga más esfuerzo que soportar determinadas situaciones y a determinadas personas. Por eso mi consejo tiene el tono que tiene (algo boomer, lo siento).

"Conviene aclarar desde dónde hablo: soy una persona ambiciosa y emocional, pero también extremadamente lógica, drástica y cansada"

Que vayan haciendo sus cosas y valoren lo que están dispuestos a aguantar (conviene recordar, por lo demás, que todo esto constituye un circuito repetitivo y pesado, y que publicar no es para tanto: lo divertido es que te guste escribir y, si se puede, ganar dinero con ello).

–Para dar unas cuantas sugerencias literarias a nuestros lectores, lo que siempre pregunto a todas mis entrevistadas, ¿cuál es tu libro favorito? ¿Y cuál es el último que has leído?

Mi libro favorito siempre es otro. Ahora, Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes.

Y el último que he leído: El color del tiempo, la poesía completa de Clarisse Nicoïdski.

–¿Y autoras o autores jóvenes que recomiendes?

–Mi lista de recomendaciones siempre la encabeza Alba Flores Robla, por afinidad estético-cursi y porque, obviamente, es una poeta increíble. Me pasa algo similar con Guillermo Marco Remón.

Y es imprescindible tener en cuenta a Irene Cascales, Paula Melchor y Markel Hernández, maravillosas autoras aún inéditas en poesía.

 

Fotografías: Laura Flor San Onofre

 

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