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NUEVAS VOCES DISIDENTES EN LA POESÍA GRANADINA

Ignacio Pérez Cerón: "Es complicado explicar a mis amistades de fuera lo importante y el impacto que tiene la poesía en España"

Cultura - Sara Molero - Domingo, 6 de Junio de 2021
Un autor singular, del que oirás hablar, como es Ignacio Pérez Cerón es el protagonista de la sección en la que Sara Molero nos redescubre las nuevas voces disidentes de la poesía granadina. Porque amamos la Poesía.
Ignacio Pérez Cerón.
2_Mária Dudáková
Ignacio Pérez Cerón.
Ignacio Pérez Cerón nació en Málaga en el año 1996. Estudió Traducción e Interpretación de inglés y alemán en la Universidad de Málaga y, al finalizar, realizaría el Máster en Traducción para el Mundo Editorial. Además, el autor complementó sus estudios de traducción en Granada.



En el ámbito literario y poético, su primer libro Restos de salse publicó en 2019 en la colección Monosabio del Ayuntamiento de Málaga. El año pasado Ignacio Pérez ganó el premio MálagaCREA en la modalidad de poesía y recibió un accésit del premio Adonáis por su obra Márgenes de errorpublicada por la editorial Rialp. Publicó algunos de sus poemas en la antología Mantra (2020, Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Málaga), en la revista Zéjel y en otros medios digitales.

Actualmente, reside en Viena donde ejerce como traductor y planea permanecer hasta finales de junio.

En su poemario Márgenes de error, el cual dedica a su familia, Ignacio Pérez dibuja escenarios ficticios en los cuales el lector se sumerge y adentra para acabar formando parte de su paisaje. Así sucede en el viaje en metro que plantea su poema 黙殺 [Mokusatsu]: tr. e intr. 1. Ignorar. 2. Guardar silencio.

黙殺 [Mokusatsu]: tr. e intr. 1. Ignorar.

            2. Guardar silencio.

                                               Caras como pétalos con prisa

UN borracho grita en el vagón del metro

algo incomprensible a un japonés

No sabe que sus padres vivieron la guerra

no sabe nada de Hiroshima y Nagasaki

de la leucemia

del dolor y del cáncer

de las doscientas cincuenta mil muertes

por un pequeño error de un traductor

convertido en ministro de guerra



Tampoco sabe que Einstein no dormía por las noches

pensando en su carta dirigida a Roosevelt

es viable fabricar bombas de uranio

por su nueva patria por la libertad por la tierra

del borracho americano que grita en el vagón



El resto de personas en el metro

miran hacia otro lado

ignoran las amenazas del estadounidense

hacen de la historia un bucle familiar

lárgate de aquí asiático de mierda



Mokusatsu es tan solo una palabra

de doscientos cincuenta mil muertos

Aunque no todo es fantasía en la escritura de Ignacio Pérez. El autor también nos hace partícipes de experiencias vividas, memorias pasadas y recuerdos de la infancia. La relación con su familia, y concretamente con su madre, queda patente en este poema:

I

LA primera gran decepción de mi vida

vino a los siete años

Apúntate a esta competición de nado

ahí arriba en la piscina

me dijiste

se te da genial bucear

cuánta confianza tenías puesta

mamá

en un cuerpo tan pequeño



Recuerdo esa mañana de julio

el espacio habitado por torsos macilentos

maillots y slips que aún no marcaban

los bultos terribles de la madurez

recuerdo sus caras sus dientes de leche

el olor a plástico de los manguitos

y los nervios



Ella me admiraba cuando sonó el silbato

y salté al agua desde el bordillo

no le importaba que no supiera nadar

que solo buceara genial que no fuera suficiente

que quedase el último que me sintiera

un fracaso como hijo



No pasa nada me han dicho que hay premios para todos

a todos les dan algo por participar

A la noche la gala de entrega en la pista de tenis

tres de los cuatro nadadores sobre el podio

y mi nombre nunca llega

con aprensión rasco de la suela de sus botas

el poco orgullo que consigo rescatar

Yo también soy bueno yo también sé

ganar premios yo también merezco atención

yo también quiero contentar a mi madre



Dieciséis años más tarde aún pienso en la derrota

en el hueco de mi estante en forma de placa

de aprensión concentrada en un vaso de triunfo

en un limpiametales caducado

con el precinto nuevo



Es por eso mamá que no quiero apuntarme a natación

la anemia y el insomnio y la desconfianza

no se curan nadando a crol

aunque aún busque en las depuradoras

en el cloro en el fondo de las piscinas

ese nombre que nunca llega

–Encantada de haberte podido leer y entrevistar Ignacio, ha sido todo un placer. Me gustaría preguntarte, después de haber leído Márgenes de error, ¿cómo fue el proceso de escritura?

Desde hace unos años me han fascinado todas esas historias que cuento en la primera parte, todas esas «catástrofes», como la del trasbordador espacial 'Challenger', que explotó al poco de despegar mientras se retransmitía en riguroso directo. Pasé mucho tiempo investigando el suceso y otros similares y pensé que sería interesante contarlos en forma de poemas

–El placer es todo mío, gracias acogerme en este espacio. El proceso de escritura del libro duró en total unos dos años y medio y la premisa principal, la de un pequeño error que desemboca en algo fatal, no la tuve clara desde el inicio, sino que se fue configurando con el tiempo. Desde hace unos años me han fascinado todas esas historias que cuento en la primera parte, todas esas «catástrofes», como la del trasbordador espacial Challenger, que explotó al poco de despegar mientras se retransmitía en riguroso directo. Pasé mucho tiempo investigando el suceso y otros similares y pensé que sería interesante contarlos en forma de poemas. A su vez fui escribiendo otros tantos sobre mi familia, sobre hechos dolorosos y que he sentido en mi espalda como una losa, y al enfrentarlos con los de las catástrofes vi que tenían un hilo en común: la idea de la fatalidad, la derrota y el fracaso, si bien en escalas diferentes, lo general y lo personal. Esos dos poemas míos que compartes aquí son el ejemplo más claro.

–Continuando con Márgenes de error, con este poemario ganaste un accésit del premio Adonáis, ¿lo esperabas? ¿Cómo te hizo sentir?

–No lo esperaba en absoluto. Uno siempre mira premios (es casi como una adicción) y en una de esas veces vi que todavía estaba abierto el Adonáis. Sabía que tenía mucho prestigio y que por él habían pasado grandes poetas, así que me parecía inaccesible, pero de todas formas lo mandé. En noviembre recibí una llamada de la editorial para comunicarme que era finalista y no me lo podía creer. En ese momento pensé: «bueno, pues hasta aquí». No creía que pudiera aspirar a más, y el hecho de verme entre esos finalistas ya me era suficiente. En diciembre tuvo lugar el fallo en Madrid al que fui con la idea de disfrutar del evento, conocer al resto de poetas y poco más, así que cuando dijeron mi nombre la sorpresa fue mayúscula (en el vídeo del evento se me puede ver temblando como un flan). Ahora con el libro en mano se me sigue haciendo raro, pero estoy enormemente agradecido por ello.

El gusto por la literatura se lo deberé siempre a mi madre, que no ponía nunca un pero a la hora de comprarme libros. Ella a su vez también recibió un estímulo por la literatura por parte de mi abuelo, un hombre muy culto. 

–Remontándonos a tu infancia, que como hemos podido leer en el último poema que hemos compartido también aparece en tu poesía, ¿cómo empezaste a escribir y a interesarte por el mundo literario?

–Va a sonar un poco cliché, pero con diez añitos ya devoraba libros y empecé mis primeros escritos (recuerdo que ya entonces tenía un proyecto de novela). El gusto por la literatura se lo deberé siempre a mi madre, que no ponía nunca un pero a la hora de comprarme libros. Ella a su vez también recibió un estímulo por la literatura por parte de mi abuelo, un hombre muy culto. No lo llegué a conocer, pero al cabo de los años fui a su casa y me llevé una montaña de libros suyos de Lorca, Alberti, Juan Ramón, Aleixandre. Lo más curioso es que la mayoría de esos libros se editaron de tapadillo durante el franquismo, algo impensable, y ahí los tenía prácticamente escondidos.

El autor, en una imagen de Mária Dudáková, reconoce que el gusto por literatura se lo debe a su madre.

Me pasé toda la adolescencia escribiendo cositas aquí y allá, leyendo un poco y tal, sí, pero el gran salto me vino en bachillerato. Mi profesora de entonces, Mariví, es una apasionada de la literatura, la respira, la vive y la lleva escrita en la piel. Gracias a ella descubrí Las flores del mal, mi primer contacto de verdad con la poesía, y a partir de entonces empecé a leer más centrado, con más proyección, con más fin. Los primeros poemas que escribí vinieron inmediatamente después, ya en la universidad.

–En este mismo sentido, ¿por qué decidiste estudiar Traducción e Interpretación de inglés y alemán? ¿Por qué estos idiomas concretamente?

Desde siempre me ha gustado el inglés y conforme pasaban los años fui teniendo claro que quería orientarme hacia algo relacionado con él, así que me decanté por la traducción. No tenía conciencia real de la profesión ni de cómo se trabaja ni nada, pero ahora que le he visto las entrañas me alegro de haber tomado esa decisión porque me apasiona

Desde siempre me ha gustado el inglés y conforme pasaban los años fui teniendo claro que quería orientarme hacia algo relacionado con él, así que me decanté por la traducción. No tenía conciencia real de la profesión ni de cómo se trabaja ni nada, pero ahora que le he visto las entrañas me alegro de haber tomado esa decisión porque me apasiona. La idea de elegir alemán es porque no me gustaba el francés (ahora me encanta, cómo son las cosas) y quería empezar otro idioma. Seis años después aquí estoy, en Viena y peleándome todavía con él. No nos llevamos del todo bien, pero nos aguantamos.

–Cuando entrevisté a María Domínguez del Castillo, ella me hablaba sobre su forma de interpretar la traducción como algo con esencia genuina, independientemente de su texto de origen. ¿Cómo concibes tú la traducción?

–Lo que dice María es muy interesante y tiene toda la razón. Es más, la Ley de Propiedad Intelectual estipula que la persona que traduce es también autora de la obra a todos los efectos, ya que se crea un producto nuevo (que por supuesto genera derechos de autor). Cuando traduces por ejemplo una novela al final la estás reescribiendo, tienes un escopo: le buscas sabores en tu lengua materna, imágenes, haces que suene natural para los hablantes de español. La traducción según en qué ámbito es una profesión muy técnica e incluso inflexible, sí, pero también puede ser un trabajo de artesanía, de martillo y cincel. El producto traducido al final es algo distinto aunque esté supeditado en mayor o menor medida al texto original.  

Cuando traduces por ejemplo una novela al final la estás reescribiendo, tienes un escopo: le buscas sabores en tu lengua materna, imágenes, haces que suene natural para los hablantes de español

Sin embargo, la traducción puede cumplir otros efectos, alejarse del original y no por ello ser menos funcional o considerarse menos obra. Pienso en los haikus que traducía Borges. Él prescindía muchas veces de la idea del texto de partida y reescribía los haikus a su manera, desde su propio cariz, dando lugar a algo totalmente alejado del texto original, pero no por ello de menor calidad. En fin. Me apasiona la traductología y podría hablar horas sobre ella, pero mejor paro aquí.

Por la parte que me toca, hace poco he terminado de traducir un poemario. Llevo unos meses «descansando» de la poesía, pero trabajar en ese libro me ha ayudado mucho también como autor porque me ha obligado a ir a sitios que no conozco, a usar expresiones que no uso normalmente, a meterme en una escritura y un cuerpo que no son los míos. Ahora que lo miro con perspectiva veo que ha dejado un pequeño poso en mi forma de escribir, pensar y expresarme, y creo que eso también es bueno. La literatura y la traducción siempre han vivido en simbiosis.

–En tu poesía me ha maravillado la forma que tienes de crear escenarios, elegí el primer poema para esta entrevista porque cuando lo leí en mi mente se formó una imagen nítida de lo que narrabas. Como si ya hubiera estado en ese vagón con ese individuo japonés. ¿De qué manera llegas hasta estos lugares? ¿Son completamente imaginarios o tienen su punto de realidad?

–Como poeta creo que tengo la virtud (o el defecto) de que soy muy narrativo. A veces demasiado, quizá. Pero me encanta contar historias y me gustaba la idea de llegar a la narración desde el prisma de la poesía, darle esa pequeña vuelta de tuerca y plantearlo desde otra perspectiva.

La mayoría de esas historias son reales, y de ahí parte la idea del libro: cómo una serie de pequeños errores y descuidos acaban en una catástrofe tal como un accidente de avión o en una planta nuclear

Respondiendo a tu segunda pregunta, la mayoría de esas historias son reales, y de ahí parte la idea del libro: cómo una serie de pequeños errores y descuidos acaban en una catástrofe tal como un accidente de avión o en una planta nuclear. El libro busca por un lado exponer los hechos tal y como sucedieron, sin entrar en juicios, pero también hacer hipótesis, teorizar e imaginar. El poema del borracho y el japonés parte de una idea inventada, no es un hecho que sucediera así, pero bebe de un contexto sociopolítico y cultural que sí existieron y que tan bien conocemos: la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos en Japón, la xenofobia en nuestra sociedad, aún hoy día.

–En tu poemario también hay varios poemas en prosa. ¿A qué se debe esta particularidad?

–Como te comentaba, me gusta encarar la poesía desde otro ángulo distinto, uno casi que más cercano a la novela y al relato corto. Creo que en buena parte porque soy un narrador frustrado (o un converso, suena mejor) que se mete en un mundillo que no termina de ser suyo. Violeta Niebla, una estupendísima artista y mentora para mí en la poesía, siempre me lo ha dicho: deberías escribir narrativa, se te da muy bien. Y tiene razón. Quizá así consiga vivir de la escritura (risas).

Ignacio Pérez Cerón, en un retrato de Nicole Arcidiacono.

De la misma forma tuve como tutores a Javier Fernández y Pablo García Casado, dos grandes poetas de Córdoba que parten también desde lo narrativo. Fueron ellos quienes en sus talleres me animaron a experimentar con la prosa poética porque vieron un filón, y es gracias a ellos que mi poesía es hoy la que es.

–En tu presentación hemos dicho que estás residiendo en Viena hasta finales de junio, ¿cómo crees que a enriquecido a tu imaginario poético vivir en esa ciudad? ¿Y qué planes tienes a partir de julio?

–Lo cierto es que en todo el tiempo que llevo en Viena he escrito muy poco; es más, casi todo lo relacionado con la poesía me ha llegado por noticias desde España. Eso no significa que no me lleve nada de mi tiempo aquí, todo lo contrario. Aunque no esté escribiendo ahora sí que voy tomando notas de sucesos y lugares que he visitado, y estoy seguro de que cristalizarán, pero puede que no desde la poesía. Si bien es cierto que he comprado y pedido libros desde España, casi todo lo que he leído es lo que he podido encontrar aquí, en su mayoría narrativa y en otros idiomas. Todas esas lecturas me han ido aportando cosas nuevas, claro.

 La traducción según en qué ámbito es una profesión muy técnica e incluso inflexible, sí, pero también puede ser un trabajo de artesanía, de martillo y cincel

Ahora bien, estar aquí me ha hecho darme cuenta de lo importante que es la poesía en España, ya que en Austria (y en Bélgica también cuando viví allí) no se vive con la misma intensidad, sino más bien desde la superficialidad, la anécdota, el estereotipo o desde otro foco totalmente distinto, como el slam. La poesía en nuestro país ha florecido de una manera tan suya que a veces me resulta complicado explicarles a mis amistades de aquí lo importante que es y el impacto que tiene. Tenemos una tradición poética envidiable.

–Para que nuestros lectores tengan algo que apuntar en su lista de libros por leer, cuéntanos cuál es tu libro favorito. ¿Y el último que has leído?

–Uy, pregunta difícil. Depende mucho del género, así que voy a hacer un poco de trampas y voy a desglosar.

En narrativa “pura”, digamos, he leído hace poco En la Tierra somos fugazmente grandiosos, de Ocean Vuong. No es mi favorito, pero me ha encantado. Si tuviera que elegir un solo libro de narrativa sería Azul casi transparente, de Ryu Murakami (que no Haruki Murakami).

En relato corto, Crónicas marcianas de Ray Bradbury es uno de mis libros de cabecera. La prosa de Bradbury y su forma de contar historias es brillante. En esa misma línea de relatos cortos he leído este año Hijo de Jesús y El favor de la sirena, ambos de Denis Johnson, dos joyitas.

En cuanto a la poesía, Canal de Javier Fernández siempre será el libro que voy a recomendar a todo el mundo, e igual con Las afueras, de Pablo García Casado. En mi poesía se evidencia su trazo, sin duda. En prosa poética me viene también a la cabeza El rapto de las hormigas de Paco Cumpián, otra maravilla. Si hablamos de poesía traducida, Habitaciones de Louis Aragon es uno de mis grandes referentes. También me gusta mucho Carver.

Lo último que he leído en narrativa ha sido Gambito de dama, de Walter Tevis, y lo último que he leído en poesía ha sido Toda la violencia, de Abraham Guerrero, ganador del Adonáis en la misma convocatoria que mi accésit. El libro es una barbaridad de bueno.

–Por último, ¿cuáles son tus recomendaciones de poetas jóvenes?

–No me quiero explayar mucho más, así que diré Movernos en la sed, de Carla Nyman, una propuesta maravillosa sobre el cuerpo y el deseo visto desde los límites de la sintaxis y la agramaticalidad.

Si no has tenido ocasión de leer las anteriores entrevistas de esta sección o quieres volver a leerlas: