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artículo de opinión por joan carles march

'Una ILP sobre la sanidad pública aprobada para no cumplirse'

Política - Joan Carles March - Viernes, 28 de Noviembre de 2025
Un contundente y necesario artículo del experto en Salud Pública Joan Carles March sobre el cinismo del PP, que sumó sus votos con los de los grupos de izquierda, para aprobar la Iniciativa Legislativa Popular promovida por la Coordinadora de Mareas Blancas de Andalucía, pero que no piensa defender en su tramitación. Imprescindible.
Pancartas en la última manifestación en Granada, en defensa de la sanidad pública andaluza
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Pancartas en la última manifestación en Granada, en defensa de la sanidad pública andaluza

El Parlamento andaluz aprobó una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que blinda la sanidad pública mientras, simultáneamente, prepara unos presupuestos que avanzan en la dirección contraria. No es solo una incoherencia política: es un síntoma de algo más profundo y preocupante.

Pero cuando un Parlamento aprueba una ILP que no piensa defender, no es la ciudadanía quien queda desautorizada: es el propio Parlamento quien renuncia a su función

La votación ha revelado el divorcio creciente entre la institución (el Parlamento Andaluz) y la realidad que dice representar.

Las ILP están pensadas para algo concreto: permitir que la ciudadanía obligue al poder a escuchar.

Pero cuando un Parlamento aprueba una ILP que no piensa defender, no es la ciudadanía quien queda desautorizada: es el propio Parlamento quien renuncia a su función.

El voto que se da con la mano mientras se retira de la mesa con el codo

Se ha producido una escena que, en cualquier democracia madura, resultaría difícil de explicar: un partido vota a favor de una ley cuyo contenido contradice sus propios presupuestos, sus propias prioridades, y sus propios discursos.

El Parlamento ha dicho “sí” a una ILP que pide reducir la externalización, reforzar lo público y establecer garantías de transparencia, mientras prepara un marco presupuestario que consolida el camino inverso

Esto no es un matiz, ni un error, ni una diferencia de enfoque técnico.

Es una negación explícita de coherencia.

El Parlamento ha dicho “sí” a una ILP que pide reducir la externalización, reforzar lo público y establecer garantías de transparencia, mientras prepara un marco presupuestario que consolida el camino inverso:

Más derivaciones, más conciertos, más presencia de la privada como columna estructural del sistema sanitario.

Ese sí es, en realidad, un no en diferido.

Un no maquillado de cortesía institucional.

Un no que se pronuncia para no pagar el coste político de pronunciarse en contra.

Y la democracia, cuando se ejercita así, se vacía.

La política desanclada de la verdad

El Parlamento es un espacio donde se deberían confrontar proyectos, no ficciones. Sin embargo, se ha impuesto una lógica distinta: la de convertir una ILP ciudadana en un acto performativo, en un gesto pensado para neutralizar el descontento social, no para resolverlo.

Esa es la fractura más alarmante:

Que el voto no expresa ya una convicción, sino una estrategia.

El Parlamento ha aplaudido a la ciudadanía… para después desoírla

Que la palabra no es compromiso, sino escenografía.

Que la institución no se enfrenta a la realidad, sino a la necesidad de gestionarla simbólicamente.

El Parlamento ha aplaudido a la ciudadanía… para después desoírla.

Cuando el poder acepta la protesta para desactivar su fuerza

Que una ILP llegue al Parlamento es un gesto de vitalidad democrática.

Que sea aprobada para no aplicarse es un gesto de cinismo democrático.

El poder sabe que no puede permitirse la imagen de votar contra miles de ciudadanos organizados en mareas blancas, en asociaciones de pacientes, en colectivos de profesionales. Pero también parece saber que puede permitirse… no hacer nada después.

El poder sabe que no puede permitirse la imagen de votar contra miles de ciudadanos organizados en mareas blancas, en asociaciones de pacientes, en colectivos de profesionales.

Pero también parece saber que puede permitirse… no hacer nada después.

La aprobación sin implementación no es participación: es neutralización.

Es asumir la forma de la democracia sin su fondo.

Es convertir la escucha en un trámite.

La contradicción como método de gobierno

Lo ocurrido no es solo un problema de coherencia; es un modelo de actuación política.

Se aprueba una ILP que critica la privatización… y se impulsan presupuestos que la aceleran

Se aprueba una ILP que critica la privatización… y se impulsan presupuestos que la aceleran.

Se defiende la sanidad pública… y se deriva a un millón de personas a la privada.

Se invoca la voz ciudadana… mientras se desactiva el efecto práctico de esa voz.

Esta tensión no es accidental.

Es la manera en que el poder intenta conciliar dos exigencias incompatibles: la necesidad de mantener un discurso de defensa de lo público, y la voluntad de transformar lo público en un mercado gestionado

Es la manera en que el poder intenta conciliar dos exigencias incompatibles: la necesidad de mantener un discurso de defensa de lo público, y la voluntad de transformar lo público en un mercado gestionado.

Hoy el Parlamento ha hecho algo más que votar una ley: ha confirmado que la contradicción se ha convertido en hábito.

La ciudadanía observa: y ya no se cree el teatro

El verdadero problema para el poder no es que la izquierda denuncie la incoherencia del PP.

El verdadero problema es que la ciudadanía lo ve.

El verdadero problema es que la ciudadanía lo ve. Que las mujeres de AMAMA lo han dicho sin miedo. Que los sanitarios lo sufren en sus turnos.

Que los pacientes lo viven en listas de espera interminables

Que las mujeres de AMAMA lo han dicho sin miedo.

Que los sanitarios lo sufren en sus turnos.

Que los pacientes lo viven en listas de espera interminables.

Cuando una ILP aprobada no modifica la práctica del gobierno, la pregunta deja de ser técnica para ser ética:

¿Para qué sirve votar en el Parlamento si el resultado no transforma la vida de la gente?

Reflexión final: no se puede blindar la sanidad pública con votos simbólicos

La ILP nació del dolor, del cansancio y de la firmeza de miles de personas que creen en la sanidad pública. Que conocen sus fortalezas y sus límites. Que saben que un sistema público se debilita no por falta de apoyo social, sino por falta de voluntad política.

La ILP nació del dolor, del cansancio y de la firmeza de miles de personas que creen en la sanidad pública. Que conocen sus fortalezas y sus límites. Que saben que un sistema público se debilita no por falta de apoyo social, sino por falta de voluntad política

En el Parlamento, se ha visto un apoyo que suena hueco, un sí que es casi un no, un compromiso que nace ya condicionado por un presupuesto que camina en otra dirección. 

El Parlamento ha querido enviar un mensaje de sensibilidad social.

Pero la sensibilidad sin coherencia se convierte en sentimentalismo político.

Y el sentimentalismo político es, en esencia, una forma de manipulación.

La ILP no necesita un voto: necesita voluntad. Necesita que las palabras se conviertan en presupuesto, en contratación, en planificación, en transparencia

La ILP no necesita un voto: necesita voluntad.

Necesita que las palabras se conviertan en presupuesto, en contratación, en planificación, en transparencia.

Necesita un gobierno que crea en la sanidad pública no solo cuando toca hablar, sino cuando toca decidir.

Mientras eso no ocurra, cada ILP aprobada será un recordatorio incómodo: de que la ciudadanía sigue cumpliendo su parte y las instituciones, no.