Ontología del ruido
'Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen'. Alfonso X el sabio.
La arquitectura del deseo
'Yo soy un filósofo discípulo de Dioniso, preferiría ser un sátiro antes que un santo'. Prólogo a Ecce Homo, Friedrich Nietzsche.
La ardua labor de la amistad
'No encontramos la verdadera amistad, sino en la dignidad de aquel afecto capaz de sobrevivir al cúmulo de sutiles heridas, que poco a poco, dibujan la geome
El pesimismo estético de Arthur Schopenhauer
'La vida es una guerra sin tregua y morimos con las armas en la mano'. Arthur Schopenhauer
El #MeToo y la incómoda verdad sobre el arte
'El arte solo ofrece alternativas a quien no está prisionero de los medios de comunicación de masas'. Umberto Eco
El olvidado arte de conversar
'Yo no me encuentro a mí mismo donde me busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero'. Michel de Montaigne, Ensayos.
La imaginación y el poder de la lectura
'La lectura hace a un hombre completo, el discurso lo hace dispuesto, y la escritura lo hace exacto'. Francis Bacon
La memoria y la ficción de nuestra vida
'Tenemos siempre viejas memorias y jóvenes esperanzas'. Arnelot de l´Houssaye
Los siete sabios y el saber vivir
'Sabiendo, calla'. Solón
'Odia el hablar rápido'. Bías
¿Todo es según el color del cristal con que se mira?
'Evidentemente, es menester que distingamos lo falso y lo ficticio de lo verdadero y de lo fáctico, pero es seguro que no podremos hacerlo apoyándonos sobre la idea
Páginas
Francis Fernández
Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”