La necesidad de silencio

Blog - La buena vida - Ana Vega - Sábado, 25 de Febrero de 2017

A finales de noviembre del año pasado, asistí a la conferencia que Pablo d'Ors pronunció en el Centro Cultural de Las Claras en Murcia. Lo descubrí por casualidad pero es una casualidad que agradeceré para siempre.

Atendí, intentando explicarme por qué se había convertido en algo tan reconfortante para mí el hecho de dedicar cada día unos minutos a estar conmigo, a solas y en silencio. Explicó con gran claridad el motivo, válido para laicos y creyentes….

Empezamos a meditar para intentar conocernos porque, sólo cuando hemos llegado a entendernos y reconocernos en nuestros defectos y nuestras virtudes, somos capaces de amarnos. Porque somos como la vida, con nuestros grises; más abundantes que el blanco o el negro.

Este primer momento es fundamental porque nos permitirá acercarnos a los demás para intentar entender sus motivos. Sólo si nos amamos, amaremos a los otros.

Tras estos dos momentos, estaremos en condiciones de amar la vida; meditamos para vivir conscientes y disfrutar de ella con todo lo que nos ofrece y enseña.

Por último, afirma que sólo si vivimos plenamente, podremos intuir el misterio del ser. Un ser al que no tiene problema en llamar espíritu, energía, cosmos o Dios; cada persona el dios que elija.

De sus palabras, concluyo que al estar en silencio con nosotros mismos recibimos tres grandes regalos:

  • Nos purificamos fundamentalmente del ego exagerado que nos hace creernos especiales, el centro del mundo.
  • Recibimos la luz necesaria para apreciar la realidad tal cual es, no como desearíamos que fuera.
  • Vivimos la experiencia de la unidad cuerpo y espíritu, materia y cosmos.

Poco a poco nos fue introduciendo en el método que practicaba para meditar, eligiendo como primer anclaje al aquí y ahora la respiración. Respirar de manera consciente sintiendo cómo entra y sale el aire en nuestro cuerpo, nos acerca a la percepción y nos aleja de la abstracción del pensamiento.

El segundo anclaje utilizado es el cuerpo, proponiendo unir las manos a la altura del corazón. Como símbolo de unir físicamente cuerpo y espíritu o, como en el budismo, descansar las manos en el abdomen.

El tercer anclaje sería el mantra. En esta palabra, que emana del sanscrito, se unen los conceptos de mente (mans) y el de liberación (tra); el mantra que elijamos será el instrumento que limpiará nuestra mente de las ideas que intentarán ocuparla continuamente. La recitación atenta y amorosa de una palabra puede generar grandes cambios.

Con la práctica, la mente se convierte en un espejo; refleja pero no retiene; capto lo que hay en cada momento pero no me quedo enganchado a nada. Cuando actúo con la mente en espejo, funciono  en relación a lo que en este momento es único; soy consciente  de lo que está presente y de lo que puede ocurrir; captarlo pero no pensar en ello.

'Los días raros' por Vetusta Morla y la Orquesta Sinfónica de Murcia.
Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.