APUNTES SOBRE RAMÓN PEDROSA Y ANDRADE (1786-1849?)

El castigo divino para el juez 'verdugo' de Mariana Pineda

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 22 de Diciembre de 2019
Un excepcional reportaje de Gabriel Pozo Felguera nos ofrece la vida del juez Ramón Pedrosa y Andrade, famoso por sentenciar a muerte de Mariana Pineda, pero que, además, en sus seis años en Granada firmó un centenar de ejecuciones, tan solo por el atrevimiento de expresar ideas liberales, cuestionar a la monarquía o practicar la masonería. Esta es la historia de un hombre ultraconservador y religioso al extremo, que forma parte del pasado triste de esta tierra. No dejes de leerlo.
Óleo sobre la salida de Mariana Pineda del convento de Santa María Egipciaca (las Recogidas) hacia el patíbulo. Se la llevan el juez Pedrosa y su abogado José María Escalera, según la interpretación que hizo el pintor Isidoro Lozano (1862). Este cuadro adorna la Alcaldía de Granada.
Óleo sobre la salida de Mariana Pineda del convento de Santa María Egipciaca (las Recogidas) hacia el patíbulo. Se la llevan el juez Pedrosa y su abogado José María Escalera, según la interpretación que hizo el pintor Isidoro Lozano (1862). Este cuadro adorna la Alcaldía de Granada.
  • El juez y subdelegado político que sembró el terror en Granada (1825-31) murió desterrado y sin poder ver a su esposa los últimos once años de vida

  • En su primera sentencia, nada más llegar a Granada, condenó a muerte a siete masones sorprendidos en una reunión

  • Paradójicamente, no fue desterrado al Pacífico por su miserable papel de fiscal del crimen, sino por militar en las filas carlistas gallegas

  • Dejó pagadas misas eternas por su alma cada fiesta de San Ramón Nonato en la iglesia del pueblo gallego donde nació, Adelán

El 17 de mayo de 1836 fue desenterrado el cadáver de Mariana Pineda en el cementerio del Armengol de Granada; había sido sepultada justo cinco años antes por sentencia del juez del crimen Ramón Pedrosa y Andrade. Quiso el destino que aquel mismo día, su verdugo navegase preso camino del destierro al punto más alejado del imperio español: las Filipinas. El causante de tanto mal en Granada durante la Década Ominosa nunca más pudo volver a su Galicia natal ni ver a su mujer. El juez Pedrosa se había anotado el mérito de enviar al cadalso a varias decenas de personas en Granada y otro número desconocido en su corta estancia madrileña. En Adelán (concello de Alfoz de Lugo), su pueblo, se le continuó diciendo una misa anual el día de su santo hasta mediado el siglo XX, tal como dejó mandado en su testamento.

La literatura romántica, las leyendas y algunos biógrafos de Mariana Pineda nos han dibujado al juez Ramón Pedrosa y Andrade, su verdugo, con dos trazos gruesos muy diferentes: fiscal y jefe de policía muy sanguinario, y hombre perdidamente enamorado de la joven viuda Mariana, a quien envió al garrote por no haber accedido a sus requiebros. La primera afirmación es enteramente cierta; disiento de la segunda, no hay motivo alguno para pensar en una condena a muerte por venganza de no dejarse amar.

Político antes que profesional curtido en la judicatura, llegó a Granada amargado por la reciente muerte de sus dos hijos pequeños. Fue hombre ultra-religioso, ultra-conservador y extremista en la aplicación de las leyes de la monarquía absolutista

Ramón Pedrosa fue hombre de personalidad muy compleja. Político antes que profesional curtido en la judicatura, llegó a Granada amargado por la reciente muerte de sus dos hijos pequeños. Fue hombre ultra-religioso, ultra-conservador y extremista en la aplicación de las leyes de la monarquía absolutista. Sus biógrafos gallegos no le culpan del todo en el reguero de sangre que fue dejando durante sus seis años de juez en Granada y otros dos en Madrid; valoran que la culpa fue de las leyes emanadas del rey felón (Fernando VII) y de su ministro de Gracia y Justicia, Francisco Tadeo Calomarde. Éste fue el padrino político y gran protector de Ramón Pedrosa.

Sus orígenes en Galicia

Ramón Pedrosa y Andrade nació en la aldea de Escura, parroquia de Adelán (actual concello de Alfoz de Lugo), el 20 de agosto de 1786. Fue al mayor de cuatro hermanos (un hombre y tres mujeres, monja una de ellas); sus padres pertenecían a la clase agraria acomodada. Estudió en el seminario de Mondoñedo y se licenció en leyes por la Universidad de Santiago. En el año 1811 contrajo matrimonio en Mondoñedo con Dominica Miranda Ron, heredera de una de las principales familias de la comarca en cuanto a poder económico, y hermana del corregidor José Ramón Miranda y Ron. Se casaron en la catedral. Muy pronto les nacieron dos hijos.

Casa de Escoura, cerca de la villa de Adelán, donde nació Ramón Pedrosa.

El joven licenciado en leyes comenzó a ejercer la abogacía en la Real Audiencia de Galicia y a relacionarse con los sectores más ultra-religiosos de Mondoñedo. También flirteaba con las ideas más conservadoras y absolutistas de la restauración de Fernando VII. Su carrera profesional empezó a mejorar a partir de la supresión de la Constitución de Cádiz, en 1816. A principio de 1820 fue elegido procurador general de Mondoñedo y cuatro meses después, depositario de los fondos municipales. Desde su cargo de procurador de la antigua provincia de Mondoñedo consiguió que las Cortes Españolas le concediesen permiso para abrir una escuela mixta en la parroquia de Tarouso (Vilarmeá), con el dinero que había dejado en herencia el escribano Francisco José de la Cora y Miranda.

A pesar de ser procurador provincial por el absolutismo, durante el Trienio Liberal (1820-23), tras el levantamiento del general Riego, pasó a formar parte de la contrarrevolución apuntándose a la Junta Apostólica. Pedrosa defendía el absolutismo real frente a los liberales constitucionalistas.

Recorte de prensa de 13 de octubre de 1823 que recoge su nombramiento con alcalde de Mondoñedo.

Su momento de gloria llegó el 13 de octubre de 1823, con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis en España y la vuelta del absolutismo a Galicia. Nuestro protagonista fue nombrado alcalde de Mondoñedo con amplios poderes administrativos y judiciales. Su figura y su gestión no debieron pasar desapercibidas para el ministro de Gracia y Justicia, y verdadera mano derecha del Rey, Francisco Tadeo Calamarde.

El matrimonio Ramón-Dominica se estableció en Granada antes de que acabase aquel mismo mes (24 de febrero). Pedrosa tenía mucho trabajo que hacer en la Sala Segunda y de Hijosdalgo de la Real Chancillería, a la que fue destinado inicialmente. Estaba cercano a cumplir los 39 años

Permaneció como alcalde de Mondoñedo hasta el 1 de febrero de 1825, cuando el ministro Calamarde le requirió como juez para poner orden en la indomable y liberal Granada. Durante el corto tiempo que permaneció como alcalde de Mondoñedo sufrió la terrible pérdida de sus dos únicos hijos, fallecidos casi al mismo tiempo, con sólo 12 y 14 años de edad. El matrimonio Ramón-Dominica se estableció en Granada antes de que acabase aquel mismo mes (24 de febrero). Pedrosa tenía mucho trabajo que hacer en la Sala Segunda y de Hijosdalgo de la Real Chancillería, a la que fue destinado inicialmente. Estaba cercano a cumplir los 39 años.

Látigo de liberales, verdugo de Mariana Pineda

Granada tenía fama, a partir de 1823, de ser una tierra llena de liberales, revolucionarios, masones y delincuentes. Una de las tierras más irreductibles de todo el reino absoluto de Fernando VII. Ocurría algo similar en Málaga y Cádiz. Gibraltar estaba convertida en refugio de exiliados políticos, una cabeza de puente desde la que siempre se pensó –y en una ocasión se hizo realidad– que iba a comenzar un alzamiento que se extendería por toda Andalucía para avanzar hacia Madrid. De allí partió el general Manzanares con intención se sublevar a Granada.

Esa había sido la principal causa de que el ministro Calomarde enviase a Granada a Ramón Pedrosa y Andrade. También porque era capital judicial con su extensa Real Chancillería. Pedrosa llegó a Granada con el encargo de aumentar la represión contra masones y liberales, sin contemplación alguna. Durante los seis años que ejerció en Granada (24 de febrero de 1825 -11 de noviembre de 1831), este juez sin apenas experiencia perteneció a la Sala Segunda y de Hijosdalgos y, posteriormente, a la Sala Primera del Crimen. Fueron seis años en los que aquellas dos salas cosecharon incontables sentencias de muerte, especialmente las instruidas por Ramón Pedrosa. Aquella gran abundancia de condenas a muerte se debió a la aplicación demasiado rigurosa del primer código penal español, de 1822. La guinda se la puso el Decreto Real de 1 de octubre de 1830, mediante el cual se podía llevar al cadalso a una persona tan sólo por escupir delante del retrato del Rey. Como de hecho se dio algún caso.

En estos dos recortes del calendario, se ve su inicio judicial en Granada (arriba, en 1826) como octavo en el escalafón de la Sala segunda, para ascender al número 3 en la sala del crimen (debajo, en 1831).

A medida que aumentaban los rumores de alzamiento liberal, Pedrosa arreciaba en la persecución de sospechosos. Su dependencia directa del Consejo Real le confirió un poder enorme en Granada; además de juez instructor y juzgador, actuó de facto como comisario de policía, jefe del espionaje y de cárceles. Detenía, instruía procesos, juzgaba, condenaba y ejecutaba en procesos que duraban menos de un mes. Sin apenas cumplir plazos ni admitir recursos ni argumentar sus fallos.

No sólo se atrevió a ejecutar a delincuentes, bandoleros y liberales que expresaron sus ideas. También se atrevió con Mariana Pineda por guardar una bandera liberal y negarse a delatar a otros liberales

No sólo se atrevió a ejecutar a delincuentes, bandoleros y liberales que expresaron sus ideas. También se atrevió con Mariana Pineda por guardar una bandera liberal y negarse a delatar a otros liberales. Limpió Granada de masones; entre ellos, se atrevió a encarcelar al VIII Marqués de Cabriñana y a los miembros de su logia masónica; Ignacio Martínez de Argote y Mosquera fue presidente de la Diputación de Córdoba y se desplazó a Granada a una tenida masónica, donde fue detenido y condenado a muerte sobre la marcha. Se salvó por el indulto del Rey en el último instante. Quien no consiguió salvarse fue el Marqués de Lebrillana, ejecutado en la horca por francmasón en 1828.

En este óleo de Juan Antonio Vera Calvo (1862) su autor dibujó a un Pedrosa bastante joven. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.

En cambio, el pintor José Ponce y Puente (1900) propuso a un fiscal de bastante más edad. AYTO. DE MÁLAGA

El Marqués de Cabriñana y sus masones tuvieron más suerte que los de otra logia del Gran Oriente (probablemente la Valor y Constancia). En Granada escandalizó la tarjeta de presentación del juez Pedrosa, a los quince días de llegar (marzo de 1825), cuando organizó juicio sumarísimo y ahorcó a siete miembros que se encontraban en dicha reunión. El patíbulo fue montado frente a la Puerta de Elvira y colgados los siguientes masones: Felipe Azo, comandante; Juan Sánchez, teniente; Ramón y Francisco Álvarez, oficiales; Francisco Merlo, alférez de caballería; Antonio López y Manuel Suárez, comerciantes.

Noticia publicada en la Gaceta de Madrid, precursora del BOE, en la que se da cuenta del ajusticiamiento de Mariana Pineda. Es del 7 de junio de 1831.

El juez Ramón Pedrosa ha pasado a la historia principalmente por ser el que ejecutó a Mariana Pineda en un turbio proceso que duró sólo dos meses. Pero la realidad de sus excesos la describe mejor el centenar largo de granadinos que llevó al patíbulo

Antonina Rodrigo, en su biografía sobre Mariana de Pineda, consiguió entresacar nombres de 34 ejecutados en ese periodo, extraídos del Libro de Juntas del Ayuntamiento de Granada.

En resumen: el juez Ramón Pedrosa ha pasado a la historia principalmente por ser el que ejecutó a Mariana Pineda en un turbio proceso que duró sólo dos meses. Pero la realidad de sus excesos la describe mejor el centenar largo de granadinos que llevó al patíbulo. Sólo por atreverse a expresar sus ideas liberales, cuestionar a la monarquía o practicar la masonería.

Explanada ante el Arco de Elvira a finales del siglo XIX donde fue armado el patíbulo demasiadas veces por orden del fiscal Pedrosa.

Tanto el rey felón como su protector el ministro Calomarde debieron quedar sumamente satisfechos con el terror que sembró en Granada en sus seis años de estancia. Justo cuando tenía en capilla de muerte a Mariana Pineda, Calomarde se acordó de Pedrosa y le pidió que se desplazara a Madrid a hacer un papel tan efectivo como había hecho en Granada.

El 5 de abril de 1831 ocurrió un hecho que sembró la cizaña entre la Justicia madrileña: el juez decano Andrés Oller, un viejo liberal, se cansó se firmar sentencias de muerte de revolucionarios y liberales. Un zapatero llamado Juan de la Torre, harto de vino, gritó “Viva la libertad, mueran los realistas”; los alcaldes de Casa y Corte de Madrid lo condenaron a muerte de inmediato, pero el juez Oller se negó a firmar la sentencia

El 5 de abril de 1831 ocurrió un hecho que sembró la cizaña entre la Justicia madrileña: el juez decano Andrés Oller, un viejo liberal, se cansó se firmar sentencias de muerte de revolucionarios y liberales. Un zapatero llamado Juan de la Torre, harto de vino, gritó “Viva la libertad, mueran los realistas”; los alcaldes de Casa y Corte de Madrid lo condenaron a muerte de inmediato, pero el juez Oller se negó a firmar la sentencia. Fue inmediatamente destituido por el Rey, de quien dependía directamente, y llamado Ramón Pedrosa y Andrade a ocupar su lugar. Granada respiró, comenzaba su nueva etapa en Madrid.

En Madrid mientras viva el Rey

En Madrid, al recién llegado Pedrosa le adjudicaron el distrito/cuartel de Latina en su calidad de Alcaide de Casa y Corte. Eran doce los jueces del crimen que había en Madrid, cada uno encargado de un distrito. Este terrible tribunal dependía directamente del Consejo Real; tenía encomendados plenos poderes en la persecución de ideas y delitos de opinión, políticos y contra la monarquía.

Lo primero que hizo el matrimonio ultra-religioso Ramón-Dominica, fue dirigirse al Papa de Roma solicitándole autorización para montar oratorio y viacrucis privado en su domicilio de la calle Nuncio. Lo llevaban por costumbre familiar: en Mondoñedo lo tenía la familia Miranda Ron en su casa solariega; en Granada se lo había autorizado el Papa en su casa de la zona de Pavaneras, en 1828. Contaban con cura predicador y confesor privado, asistían a no menos de dos misas diarias y a un rosario.

En el calendario de 1833 figuraba entre los doce alcaides de Casa y Corte de Madrid.

No conozco si la actividad de Ramón Pedrosa como juez del crimen en Madrid fue tan febril como en Granada. La inició en noviembre de 1831, pues aunque fue requerido unos días antes de ejecutar a Mariana Pineda (26 de mayo), retrasó su marcha a la capital para cerrar unos cuantos casos que tenía abiertos; en una Real Orden de 5 de abril de 1831 se le instaba a que apremiase con “todas las causas de los revolucionarios que se hallen pendientes en ese tribunal”. Me pregunto a cuántos desgraciados más enviaría al patíbulo en los cinco meses que prorrogó su estancia en Granada durante el verano-otoño de 1831. (Conocemos que las tres últimas personas condenadas a muerte por Pedrosa en Granada fueron los hermanos Botijos, el 7 de octubre de 1831).

En su juzgado-cuartel de la Latina madrileña permaneció Pedrosa hasta los primeros días de octubre de 1833, casi dos años. La situación política había empeorado desde que Fernando VII abolió la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres; su intención era dejar el trono a su hija Isabel II

En su juzgado-cuartel de la Latina madrileña permaneció Pedrosa hasta los primeros días de octubre de 1833, casi dos años. La situación política había empeorado desde que Fernando VII abolió la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres; su intención era dejar el trono a su hija Isabel II. Además, el Rey estaba enfermo y se presagiaba un mal final. El pretendiente al trono, Carlos María Isidro, no dejaba de conspirar entre bambalinas. Se presagiaba guerra civil. Cada poderoso iba tomando partido.

La muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) dejó el trono en manos de la reina regente María Cristina, en espera de la mayoría de edad de Isabel II. Ante la presión de los carlistas, la reina se echó en manos de los liberales. Empezaba una nueva etapa marcada por el liberalismo y el revisionismo de la Década Ominosa.

El juez del crimen Ramón Pedrosa fue destituido de su puesto. Le delataba su turbio pasado de ejecutor de liberales y masones en Granada y Madrid; pero tampoco descarto que fuese debido a su cercanía con el pretendiente Carlos María Isidro, autoproclamado Carlos VI, hermano del difunto Fernando VII.

El ya ex juez del crimen fue detenido en el mes de diciembre de 1833 en su casa de Escoura (Adelán), donde estaba refugiado. Los liberales de la comarca le enviaron preso al castillo de San Antón, de Coruña, convertido en prisión militar

El matrimonio regresó a la casa natal gallega, en Adelán, a refugiarse de lo que se avecinaba en Madrid. La primera guerra carlista estaba a las puertas de varias regiones. El ya ex juez del crimen fue detenido en el mes de diciembre de 1833 en su casa de Escoura (Adelán), donde estaba refugiado. Los liberales de la comarca le enviaron preso al castillo de San Antón, de Coruña, convertido en prisión militar. En esta cárcel permaneció encerrado durante nueve meses, en compañía de un numeroso grupo de políticos y militares carlistas. El de mayor graduación encerrado era el teniente general Pedro Legallois de Grimarest y Oller. Este militar tenía una abultada hoja de servicios, había sido capitán general de varias regiones; pero su apuesta por el pretendiente Carlos María Isidro le había llevado a varias cárceles.

Aquellos carlistas permanecieron en el Castillo de San Antón y vagando por las calles de Coruña (yendo cada día a firmar al juzgado) durante los nueve meses siguientes. Es decir, hasta mediados de 1835. Durante aquellos tiempos no se estuvieron quietos, se entretuvieron en conspirar contra la reina regente. El pretendiente Carlista contactó con ellos y les pidió que formasen la Junta Directiva Carlista de Galicia; la intentaron formar el 25 de marzo de 1835. La presidía el arzobispo de Santiago, Fray Rafael de Vélez, y en ella figuraban el teniente general Grimarest y el ex juez Ramón Pedrosa.

El arzobispo Fray Rafael de Vélez y el teniente general Pedro L. Grimarest.

La conspiración fue descubierta y sus miembros alejados de Galicia. Al arzobispo lo enviaron a Mahón; y a Grimarest y Pedrosa a Cádiz. En estos dos últimos casos, más graves aún, por tratarse de funcionarios del Estado. A ambos les conmutaron condenas de muerte por destierro al lugar más alejado de lo que aún quedaba del imperio español: las Islas Marianas, en mitad del Océano Pacífico.

La condena de destierro duraría los siguientes seis años de su vida. Los peligros de la navegación, las enfermedades tropicales y lo desconocido propiciaban en el primer tercio del siglo XIX que sólo regresaran con vida el 20% de quienes eran desterrados a tierras tan lejanas

El juez Ramón Pedrosa se despidió de su mujer e hizo testamento, consciente de que era muy improbable que volviese a verla alguna vez en el resto de su vida. Entendió la sentencia como un castigo divino. Estaba a punto de cumplir cincuenta años. La condena de destierro duraría los siguientes seis años de su vida. Los peligros de la navegación, las enfermedades tropicales y lo desconocido propiciaban en el primer tercio del siglo XIX que sólo regresaran con vida el 20% de quienes eran desterrados a tierras tan lejanas.

Viaje y estancia en Filipinas

A finales de 1835 o primeras semanas de 1836 ya se encontraban los carlista gallegos en Cádiz en espera de que zarpara el barco hasta el lugar más alejado de España. Hacía muy pocos años que se había liberalizado el comercio en los puertos filipinos y desaparecido el sistema de Galeón de Filipinas (el tráfico pasaba por México); ahora se navegaba bordeando África, se atravesaba el Índico y se derrotaba hacia las Filipinas. En total, el viaje de ida solía durar alrededor de cuatro meses, otros tantos la vuelta. El puerto de salida era Cádiz y el de destino, Manila. El récord de travesía rápida se hizo en “sólo” 116 días.

La ruta Cádiz-Manila la tenía concedida por aquellos años el armador gaditano José María Viniegra, capitaneada por Pedro de Sosvilla. Hacía un viaje en primavera y regresaba en verano-otoño; utilizaba la fragata de tres palos Nueva San Fernando, construida en Liverpool. Cargaba algo más de un centenar de pasajeros y solía regresar repleta de 3.000 quintales de tabaco.

En la 'Nueva San Fernando' partió a su destierro de Filipinas el ex juez Ramón Pedrosa, junto a su grupo de carlistas. Salieron de Cádiz en la primera quincena de abril y arribaron a Manila el 30 de julio de 1836. Aunque en realidad su destino era ir mucho más allá, a las Islas Marianas, en mitad del Pacífico. Pero no debía haber transporte y todos los deportados se quedaban en Manila

En la Nueva San Fernando partió a su destierro de Filipinas el ex juez Ramón Pedrosa, junto a su grupo de carlistas. Salieron de Cádiz en la primera quincena de abril y arribaron a Manila el 30 de julio de 1836. Aunque en realidad su destino era ir mucho más allá, a las Islas Marianas, en mitad del Pacífico. Pero no debía haber transporte y todos los deportados se quedaban en Manila.

Existen varias referencias a la estancia de Pedrosa en Manila. Una de ellas es una carta del religioso agustino fray Antonio Giménez (enero de 1839), pidiendo informes a España acerca del ex juez y del teniente general Guimarest. También recogió su estancia el gobernador de Manila (en 1838), general Andrés García Camba; éste estaba casado con una granadina que le conoció durante su estancia en la ciudad. El gobernador refirió que Pedrosa y los muchos carlistas allí deportados vivían en el Convento de San Juan de Dios. La inmensa mayoría de religiosos y deportados eran carlistas, con lo cual Filipinas estaba convertida en un nido de conspiradores contra la regente y con posterioridad contra la joven Isabel II.

El teniente general Grimarest, compañero de conspiración en Coruña, no pudo regresar nunca a la Península; falleció en 1841. Pero Ramón Pedrosa logró sobrevivir a las carencias y enfermedades y en 1843 inició el viaje de retorno a Europa. Al año siguiente ya se encontraba en Marsella.

El teniente general Grimarest, compañero de conspiración en Coruña, no pudo regresar nunca a la Península; falleció en 1841. Pero Ramón Pedrosa logró sobrevivir a las carencias y enfermedades y en 1843 inició el viaje de retorno a Europa. Al año siguiente ya se encontraba en Marsella

Los huesos de Mariana Pineda permanecieron ocho años metidos en una caja de nogal y paseados en procesión varias veces al año por las calles de Granada, especialmente durante el Corpus.  Justo cuando su verdugo se estableció en Europa, 1844, decidieron meterlos en una caja de mármol y depositarlos en la cripta de la Catedral de Granada, donde reposan desde entonces. Otra rara coincidencia.

París, Roma y final de su vida

Ramón Pedrosa no tuvo reposo. Con 58 años, inició una nueva vida a caballo entre París, Sur de Francia y Roma. No quiso regresar a su tierra natal por temor a que acabaran con su vida. Los liberales se sucedían en el gobierno isabelino. Se puso en contacto con Dominica y ésta le envió un sirviente y dinero. La familia de Dominica acumulaba un patrimonio bastante considerable, tenían hasta su propia capilla en la Catedral de Mondoñedo.

Hay referencias a que se dedicó a la compraventa de antigüedades y obras de arte. Se movió en los entornos carlistas del Sur de Francia, París y Roma. Mantuvo abundante correspondencia con su mujer en la que se mostraba muy interesado por sus relaciones con los estamentos clericales del Vaticano. Da la sensación de que deseaba hacerse acreedor a la santidad. Se ocupó de adquirir bulas y dispensas para parroquias de la comarca de Mondoñedo; remitió a Galicia reliquias de santos romanos (entre ellos, de San Leoncio).

A partir de 1849 se le pierde la pista a Ramón Pedrosa en Roma. Se sabe que cambió su testamento tras la muerte de Dominica y legó la mayoría de sus bienes a entidades religiosas; dejó establecida una manda por la cual se debía decir una misa perpetua en la iglesia de Santiago de Adelán el día de la fiesta de San Ramón Nonato

Su esposa Dominica falleció el 11 de agosto de 1847 en su casa de Mondoñedo. Mandó que se la enterrara en una de sus propiedades, en el suelo de la capilla de San Isidro, del Pazo Couto de Outeiro, en un altozano a las afueras de la ciudad. No en la catedral como era costumbre familiar. Allí permanece desde entonces.

A partir de 1849 se le pierde la pista a Ramón Pedrosa en Roma. Se sabe que cambió su testamento tras la muerte de Dominica y legó la mayoría de sus bienes a entidades religiosas; dejó establecida una manda por la cual se debía decir una misa perpetua en la iglesia de Santiago de Adelán el día de la fiesta de San Ramón Nonato (31 de agosto), santo por el cual llevaba su nombre. También legó una renta anual de 12.000 reales al Vaticano; debía tener bastante dinero invertido en valores. Pero no conocemos el año exacto de su muerte.

Iglesia de Santiago de Adelán, donde fue bautizado Ramón Pedrosa y donde dejó en manda una misa anual por la fiesta de San Ramón Nonato.

Los restos de su víctima más famosa, Mariana Pineda, sabemos que están guardados en la cripta de la catedral de Granada. Los del culpable de su muerte están perdidos

Es de suponer que su cadáver debió ir a parar a algún cementerio católico de Roma. No obstante, unos años después de su muerte, el que se supone fue su albacea y confesor en Roma –el Padre Nerdo de sus cartas– viajó a Mondoñedo y Adelán a conocer aquellas tierras. Es probable que el verdadero motivo de su viaje fuese traer sus restos para enterrarlos junto a los de su esposa. Esta posibilidad no la descarta la actual propietaria del Pazo de Outeiro, Simonetta Dondi. Incluso piensa que aquella capilla tiene un aura rara, especial; en el siglo XIX fue objeto de una investigación porque decían que emanaban fuerzas ocultas. Mas en la lápida sólo figura la inscripción original de Dominica, sin que haya sitio para más inscripciones. De estar allí también sepultados sus restos, quizás su turbio pasado desaconsejó dejar rastro en una época tan convulsa políticamente. Jamás ha sido levantada la lápida de Dominica para conocer si también están allí los restos de su esposo.

Los restos de su víctima más famosa, Mariana Pineda, sabemos que están guardados en la cripta de la catedral de Granada. Los del culpable de su muerte están perdidos.

Pazo de Couto de Outeiro. Esta edificación fue propiedad de Dominica Miranda hasta su muerte. La esposa de Ramón Pedrosa está enterrada en el suelo de la capilla, bajo una losa de granito, con la siguiente leyenda: “AQUÍ YACE Dª DOMINICA/ MIRANDA DE PEDROSA/ MODELO DE GRANDES/ MUJERES. EN LOS TRA/ BAJOS MOSTROSE/ FUERTE, COMEDIDA/ EN LA GLORIA. SU MADRE/ COMO LA DE SAMUEL/ COMO ESPOSA Á/ SARA PARECIDA/ PARA EL POBRE EN ES/ TREMO COMPASIBA./ PIADOSA, NOBLE, I EN/ SU CONBERSACION/ CARITATIBA./ MURIÓ EN II DE AGOST/ DE I847/ R. I. P/. Actualmente, el Pazo es propiedad de Simonetta Dondi (en la segunda foto señala la tumba), que lo ha restaurado tras años de abandono y ha conseguido que sea declarado Bien de Interés Cultural. El complejo está situado en un altozano próximo a Mondoñedo, desde el que se divisa todo el valle. Ella cree probable que los restos o cenizas de Pedrosa fueron trasladados aquí desde Roma por su confesor. FUENTE: LA VOZ DE GALICIA/SIMONETTA.

Consideraciones finales

  1. 1. Ramón Pedrosa y Andrade fue un juez sin experiencia, un comisario político nombrado por otro político para encabezar la represión de ideas y actitudes liberales en la Chancillería de Granada (que abarcaba todo su antiguo Reino). En los seis años que estuvo actuando en Granada, lo hizo como juez, comisario, subdelegado de policía e infinidad de poderes absolutos. Es imposible conocer el número exacto de personas que murieron por sus excesos. Todas las sentencias dictadas por la Sala Primera del Crimen de la Chancillería fueron expoliadas a finales el siglo XIX. Las pocas sentencias que quedan son muy breves y carecen de argumentación. Las sentencias eran firmadas al menos por tres de los jueces de la Sala; si alguno de ellos disentía, lo hacía constar en el Libro de Votos Reservados (también desaparecido). Todas las sentencias de muerte las tenía que conocer el Consejo Real y ratificarlas Fernando VII; es probable que por esta vía sea posible saber cuántas dictó Pedrosa.
  2.  
  3. 2. Personalmente, pienso que Pedrosa no ejecutó a Mariana Pineda guiado por un deseo carnal hacia ella no correspondido; se guió sólo por afán de medrar políticamente. Debió creerse un enviado divino a limpiar la cizaña de la tierra. Los amoríos son más bien una invención romántica y popular, añadida por el tiempo y extendida por la literatura posterior. De hecho, el primer biógrafo, amante y padre de su hija Luisa Peña y Pineda –José Peña y Aguayo–, no menciona nada de esto (el libro se titula “Doña Mariana Pineda, narración de su vida, de la causa criminal en la que fue condenada al último suplicio y descripción de su ajusticiamiento”, 1836.) ¿Quién mejor que él para conocer los hechos de primera mano? Peña y Aguayo llegó a ser ministro de Marina y Guerra.
El primer escritor que lanzó la posibilidad de los amoríos no correspondidos fue José Francisco de Luque, en Granada y sus contornos (1858). Este autor fue contemporáneo de Mariana y de Pedrosa. Al juez del crimen lo retrató con expresiones como “viva imagen del terror”… “Era cortés, pero hipócrita y sanguinario”.... “Sus persecuciones fueron continuas durante su ministerio y sus sentencias, justas o injustas, aprobadas por el Gobierno”.

Sobre los probables amoríos, especuló lo siguiente: “Voces vagas, pero voces del pueblo, circularon en aquella época, presentando al ministro Pedrosa supeditado a una pasión frenética hacia la Pineda, que rechazada con honor y dignidad, produjo la maquiavélica venganza de la bandea para conducirla al suplicio”.
  1. 3. Mariana y Pedrosa en las artes. A partir de aquí empezó a rodar la bola del móvil amoroso no correspondido y no ha parado desde entonces. Cándido García Ortiz de Villajos se apuntó a ella en 1931; José María Tavera (1959) le secundó; ha seguido Antonina Rodrigo en su magnífica y documentada biografía de Mariana (1977 y 2004).
Hasta el mismísimo Federico García Lorca con su obra teatral Mariana Pineda (1925), inspirada en el folklore de las cancioncillas populares que cantaban las mujeres por los pueblos de Granada. Realmente España empezó a conocer la existencia de Mariana Pineda a partir del teatro de García Lorca.

Por supuesto, el cine y la televisión no se olvidaron de este personaje. En la parte audiovisual, el trabajo más conocido fue la serie de TVE, de cinco capítulos, Proceso a Mariana Pineda (1984), con elencode los mejores actores del momento. Pepa Flores (Marisol) hacía de Mariana y Germán Cobos encarnaba al comisario Pedrosa. No se trata de una biografía ni un documental, sólo fue “una serie comercial, película de aventuras con buenos y malos sobre fondo romántico”, según palabras del propio actor. La verdadera película sobre Pedrosa, Mariana Pineda y las decenas (o centenas) de ajusticiados en Granada por sus ideas liberales está aún por hacer.

Pepa Flores y Germán Cobos, en los papeles de Mariana y Pedrosa para TVE (1984).
  1. 4. Sus paisanos gallegos no han tenido, ni tienen, la misma opinión que los estudiosos granadinos acerca de la personalidad de Ramón Pedrosa. En 1916, el párroco de Adelán, Manuel Ramos, escribió una pequeña semblanza de Pedrosa en la que casi lo elevaba a los altares por su generosidad y religiosidad. Otros autores cercanos reducen la culpabilidad de su actitud en Granada debido a que sólo cumplía órdenes y leyes; en todo caso, los responsables de la sangría que causó en Granada y Madrid en sus ocho años de ejercicio serían Fernando VII y el ministro Calomarde que lo reclutó.
El argumento de su obediencia debida no se sostiene si se compara el número de condenas a muerte de liberales y masones que hubo en Granada entre 1825 y 1831 con los de otras ciudades similares. A pesar de no conocer el número exacto, ninguna otra ciudad padeció tanto la acción de un alcalde del crimen durante la Década Ominosa. Es una pena que el archivo de la Real Chancillería esté expoliado en este periodo e impida cuantificar con exactitud el número de víctimas de sus acciones (La sentencia condenatoria de Mariana Pineda estuvo en manos de la revista La Alhambra a principios del siglo XX).
  1. 5. Paradójicamente, su condena de destierro no fue motivada por su sanguinaria represión y penas a muerte en Granada y Madrid. Su delito fue su militancia en las filas carlistas gallegas. Conspiró para que Carlos María Isidro llegara a gobernar. El grupo de carlistas gallegos al que perteneció se mostró en contra de la nueva división provincial hecha por el granadino Javier de Burgos. Hasta 1833, las provincias del reino de Galicia habían sido siete: Santiago, Coruña, Betanzos, Lugo, Mondoñedo, Orense y Tuy. Jamás pagó por sus muchos crímenes cometidos en Granada.

Para ampliar información:

-Mariana de Pineda, de Antonina Rodrigo (2004)

-Estudios Mondienses, del Arzobispado de Mondoñedo. Extenso y documentado artículo de José-Martinho Montero (2013)

-Aspectos de la figura histórica de Mariana de Pineda en la cultura artística, literaria y teatral española, tesis doctoral de Filomena Garrido Curiel (UGR, 2015).

-También he recopilado datos aportados por la prensa de Cádiz y Manila; en el Concello de Alfoz de Lugo; en el periódico la Voz de Galicia; en la Hemeroteca Nacional; en el Archivo Histórico Municipal de Granada y en el de la Real Chancillería.

Y los reportajes publicados por Gabriel Pozo Felguera en El Independiente de Granada: