Artículo de opinión por Agustín Martínez

'Seis siglos de resistencia y dignidad: los gitanos en España'

Política - Agustín Martínez - Jueves, 18 de Septiembre de 2025
Un artículo imprescindible de Agustín Martínez, con motivo del 600 aniversario de la llegada del pueblo gitano a España.
Imagen de archivo de la ceremonia en el embarcadero del Genil el Día del Pueblo Gitano.
M. Rodríguez archivo
Imagen de archivo de la ceremonia en el embarcadero del Genil el Día del Pueblo Gitano.

En 1425, un documento firmado por el rey Alfonso V de Aragón otorgaba salvoconducto a un grupo de “gentes que andaban peregrinando” y que se presentaban como descendientes de un linaje noble del “Pequeño Egipto”. Aquellos primeros gitanos que pisaron tierras hispanas probablemente no imaginaban que se abría ante ellos una historia de seiscientos años marcada por la resistencia, la exclusión, la creatividad y la dignidad. Seiscientos años después, celebramos su llegada a España, y especialmente a Andalucía, no como una efeméride decorativa, sino como una oportunidad imprescindible para saldar una deuda histórica con uno de los pueblos más injustamente tratados de nuestra historia.

Andalucía no sería lo que es sin el alma gitana que le ha dado voz, duende y verdad

Porque los gitanos no solo llegaron: echaron raíces. Y lo hicieron, sobre todo, en el sur, en los arrabales de Sevilla, en el Sacromonte de Granada, en los barrios populares de Jerez o Córdoba. Andalucía no sería lo que es sin el alma gitana que le ha dado voz, duende y verdad. El flamenco, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, no existiría sin la genialidad gitana, que supo fundir lo jondo con lo popular, lo ancestral con lo vivido. Pero su aportación va mucho más allá de la música: la literatura, la pintura, el cine, la antropología o la pedagogía han bebido también del genio, la mirada y la experiencia de vida de un pueblo que ha sabido transmutar el dolor en arte y la marginación en sabiduría.

Más de 750.000 personas en España que se reconocen gitanas, la mayoría de ellas andaluzas, con Granada como la provincia con mayor número  de ellas, mantienendo viva una cultura que ha sobrevivido a todo menos al olvido

Sin embargo, lo que debería ser un relato de reconocimiento y convivencia ha estado marcado, demasiado a menudo, por el desprecio, la sospecha y la violencia institucional. Desde las Pragmáticas Reales de los Reyes Católicos hasta la infame "Gran Redada" de 1749, los intentos por erradicar la identidad gitana han sido sistemáticos: prohibición de su lengua, de su vestimenta, de su forma de vida. A lo largo de los siglos, se ha intentado castellanizarlos, cristianizarlos, sedentarizarlos, normalizarlos… en definitiva, hacerlos desaparecer como pueblo. Y, sin embargo, aquí siguen. Más de 750.000 personas en España que se reconocen gitanas, la mayoría de ellas andaluzas, con Granada como la provincia con mayor número  de ellas, mantienendo viva una cultura que ha sobrevivido a todo menos al olvido.

El antigitanismo no es una reliquia del pasado

Y es precisamente contra ese olvido contra el que hay que luchar hoy. Porque el antigitanismo no es una reliquia del pasado. Se manifiesta en las tasas de desempleo y de abandono escolar que sufren muchos jóvenes gitanos; en la segregación escolar disfrazada de “libertad de elección de centro”; en el racismo cotidiano que criminaliza antes de conocer; en los medios de comunicación que reproducen estereotipos; en los discursos de odio cada vez más normalizados en la política. También se manifiesta en la falta de representación institucional, en la escasa presencia en la universidad o en los puestos de responsabilidad pública.

No es una casualidad, es una estructura. Y desmontarla no requiere solo buenas intenciones, sino políticas públicas valientes, educación transformadora y una voluntad clara de reparación histórica. Porque no basta con decir “los gitanos también son españoles” si se les sigue tratando como extranjeros en su propia tierra. No basta con aplaudir el talento de Carmen Amaya, Camarón, Morente o Marína Heredia, si seguimos cerrando las puertas a los niños y niñas gitanos que hoy quieren estudiar, trabajar y vivir sin ser juzgados por su apellido, su acento o su color de piel.

El 600 aniversario de la llegada de los gitanos a España es una oportunidad para mirar de frente una historia que nos interpela. No se trata de celebrar su resistencia como si fuera un mérito impuesto, sino de preguntarnos por qué han tenido que resistir tanto

El 600 aniversario de la llegada de los gitanos a España es una oportunidad para mirar de frente una historia que nos interpela. No se trata de celebrar su resistencia como si fuera un mérito impuesto, sino de preguntarnos por qué han tenido que resistir tanto. Se trata de reconocer, por fin, que Andalucía -y España- no pueden entenderse sin el pueblo gitano, y que su cultura no es un añadido folclórico, sino un pilar esencial de nuestra identidad compartida.

La cultura gitana ha dado belleza y profundidad a nuestra historia, ha engrandecido la música, ha inspirado a poetas y ha enseñado a generaciones enteras el valor de la familia, de la palabra dada, de la libertad vivida sin miedo. Pero también nos ha mostrado que no hay nada más poderoso que la dignidad de quienes, incluso cuando todo les ha sido negado, siguen levantando la voz con orgullo.

Todas estas reflexiones y algunas otras más, se vivirán esta noche en el Palacio de Carlos V en la espectacular voz de Marina Heredia que dentro de la Bienal Flamenca, presentó su último trabajo discográfico. Una obra espectacular que es sólo la punta del iceberg de un proyecto extraordinariamente ambicioso para poner en valor este 600 aniversario de la llegada a España de su pueblo. Estén atentos porque va a merecer la.pena.

Que este aniversario sirva para reparar, para visibilizar, para educar. Para reconocer a los gitanos no como un pueblo “que llegó”, sino como lo que siempre han sido: parte esencial de nosotros mismos. Y para que, por fin, dejemos de hablar de integración y empecemos a hablar de justicia.

Agustín Martínez.