Ángel Matarán y Justa de Vicente, maestros de la República

Blog - Foro de la Memoria - Paco Vigueras - Sábado, 10 de Agosto de 2019
En homenaje a los maestros republicanos asesinados o represaliados, la historia de un docente ejemplar, fusilado junto al mayor de los nueve hijos.
El maestro Ángel Matarán con su esposa, la también maestra Justa de Vicente, en Alhendín.
Fotos cedidas por los hermanos Matarán.
El maestro Ángel Matarán con su esposa, la también maestra Justa de Vicente, en Alhendín.
Los maestros de la República estaban comprometidos con la nueva pedagogía, inspirada en la Institución Libre de Enseñanza, que fundaron los catedráticos Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón. Pusieron fin a los métodos autoritarios (la letra con sangre entra) para convertirse en educadores del pueblo. Lo mismo leían el periódico en la plaza para crear en los vecinos el hábito de lectura, que mediaban en una pelea entre alumnos y les animaba en clase a hacer las paces. La escuela se convirtió así en un lugar de reconciliación y convivencia. Y cuando impartían clases de ciencias naturales, se llevaban a los escolares al campo para explicarles esta materia en pleno contacto con la naturaleza. 
 

Los maestros de la República fueron uno de los colectivos más castigados por la represión franquista. Recordamos en este reportaje el caso de Ángel Matarán, maestro del municipio granadino de Alhendín, próximo a la capital, que fue detenido el 13 de agosto del 36

La historia de los maestros republicanos fue llevada al cine por el director José Luis Cuerda con películas como Los girasoles ciegos o La lengua de las mariposas. Esta última cinta, basada en el relato homónimo de Manuel Rivas, tiene como protagonista al maestro don Gregorio, encarnado por el actor Fernando Fernán Gómez. Durante un homenaje que le hicieron los vecinos, don Gregorio exclamó: “Si conseguimos que una generación, una sola generación crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro”. Sin embargo, el golpe militar de 1936 acabó con la búsqueda de la libertad a través del conocimiento que preconizaban los maestros de la República, uno de los colectivos más castigados por la represión franquista. Recordamos en este reportaje el caso de Ángel Matarán, maestro del municipio granadino de Alhendín, próximo a la capital, que fue detenido el 13 de agosto del 36. 
 

Jesús Matarán: “Esa fue la última vez que los vi”

El hijo del maestro, Jesús Matarán, tenía entonces 16 años y recuerda aquel momento cargado de tensión que le marcó para toda la vida: “La detención se produjo en el piso familiar de la calle Reja de la Virgen, a las once de la mañana. Mi padre estaba afeitándose, cuando llegó a casa una pareja de la Guardia Civil para pedirle que le acompañara al cuartel, pues tenía que responder a algunas preguntas. Insistían en que no iba a pasarle nada”. Recuerda que los dos guardias esperaron sentados a que Ángel Matarán se arreglara, en un ambiente muy tenso. Su mujer, Justa de Vicente Montaves, también maestra, y sus nueve hijos, contemplaban la escena impotentes y asustados. 
 
Alfonso Matarán, primogénito de Ángel Matarán, fusilado junto a su padre. También se preparaba para ser maestro.

Le dijeron que su padre y su hermano habían sido fusilados en Nigüelas y enterrados en una fosa común, junto con otros 60 represaliados del mismo pueblo: “Cuando fui a Alhendín, la gente me rehuía –añade Jesús-. Nadie quería estar conmigo por ser hijo de fusilado. No se atrevían ni a saludarme. Mis propios compañeros de instituto dejaron de saludarme”

Y Jesús, que se temía lo peor, propuso a Alfonso, el mayor de los hermanos con 19 años, que acompañara a su padre: “Yo conocía el carácter de mi padre y sabía que, si quedaba detenido en el cuartel, se moría de pena en la cárcel, no podría soportarlo. Por eso me pareció buena idea que mi hermano lo acompañara, para animarlo y ayudarle”. Padre y primogénito subieron al coche que esperaba en la calle, escoltados por dos guardias, que iban armados con fusiles y el tricornio calado. Jesús Matarán no se lo pensó dos veces y salió corriendo tras el vehículo policial para ver la dirección que tomaba: “Me crucé con el coche en la Gran Vía y observé que mi padre y mi hermano mayor me saludaban. Seguí corriendo hacia el cuartel de Las Palmas y, subiendo por la cuesta, volví a encontrarme con el coche. Me dijeron otra vez adiós. Esa fue la última vez que los ví”. 
 
Temiéndose lo peor, Jesús fue a buscar a un capitán, amigo de la familia, para que les salvara la vida, pero no lo encontró. No se dio por vencido y se dirigió a Alhendín para pedirle ayuda al cura del pueblo, don José, que le había dado la primera comunión: “Pero me recibió con frialdad, parecía insensible, sin escuchar la tragedia familiar que le estaba contando”. Tiempo después, le dijeron que su padre y su hermano habían sido fusilados en Nigüelas y enterrados en una fosa común, junto con otros 60 represaliados del mismo pueblo: “Cuando fui a Alhendín, la gente me rehuía –añade Jesús-. Nadie quería estar conmigo por ser hijo de fusilado. No se atrevían ni a saludarme. Mis propios compañeros de instituto dejaron de saludarme”. 
 
El maestro Ángel Matarán, con sombrero, junto a algunos familiares. 

Los crucifijos de la escuela

Lo ocurrido en Alhendín el 8 de mayo de 1932 fue determinante para entender la actitud del cura y el trágico final del maestro. Ese día, Ángel Matarán retiró los crucifijos de la escuela para conseguir una enseñanza laica, cumpliendo la orden emitida por el gobierno republicano a través del Ministerio de Instrucción Pública. Nunca pudo imaginar la reacción violenta de algunos, exaltados por las soflamas del cura durante la homilía. El diario católico Ideal informaba así del suceso:
 
Solemne fiesta religiosa

En acción de gracias por el feliz resultado de la procesión celebrada ayer para pedir que lloviera, se ha celebrado hoy una misa al final de la cual salió una procesión con Nuestro Padre Jesús de la Expiración. Asistió el pueblo en masa. Al pasar frente a las escuelas, se observó que el maestro don Ángel Matarán cerraba las balcones de su clase, como si quisiera significar ante los niños un gesto contra el acto religioso. Esto produjo gran indignación en quienes le observaron, y al finalizar la procesión se comentaba en grupos que fueron creciendo hasta tomar el aspecto de un verdadero motín, en el que participaban todas las personas presentes en el pueblo.

Protestas contra el maestro

La multitud se dirigió hacia las escuelas, puso en ellas los crucifijos y expulsó de su clase al señor Matarán, que hubo de salir corriendo, perseguido por los chicos, algunos de los cuales le arrojaban piedras. La guardia civil del puesto de Alhendín intervino rápidamente, y aunque no pudo llegar a tiempo de evitar la manifestación de hostilidad contra el maestro, logró restablecer la calma. Ésta es ya completa a la hora de telefonear.

Justa de Vicente, apartada del magisterio

Ángel Matarán tenía 49 años cuando fue fusilado, junto a su primogénito Alfonso, el 13 de agosto de 1936. Aquel día, la persecución contra esta familia de maestros no había hecho más que empezar. Justa de Vicente, esposa de Ángel Matarán, no fue fusilada, pero sí destituida y apartada del magisterio. Ángela, hermana de Jesús, tampoco pudo ejercer como maestra. Igual que Alfonso, primogénito fusilado junto a su padre. Era estudiante de magisterio en los cursillo del 36, pero la sublevación militar obligó a suspender el examen y dio al traste con tantas ilusiones depositadas en esta nueva generación de maestros. Eran cursillos organizados por la República, que necesitaba con urgencia más de 16.000 maestros para incorporarlos a las misiones pedagógicas: “Para enseñar a leer y a escribir a los jornaleros analfabetos - añade Jesús -, que venían arrastrando hambre e ignorancia tras años de monarquías caciquiles”.  
 
De izquierda a derecha, los hermanos Fernando, Jesús y Francisco Matarán. Jesús sostiene una foto de sus padres, los maestros Ángel Matarán y Justa de Vicente.

El novio de Ángela, Lorenzo, era el quinto maestro de la familia que se salvó, por muy poco, de ser fusilado. Fue detenido por declararse simpatizante de la escuela popular y laica en un artículo que publicó en El Defensor de Granada. Un amigo de la familia, que era policía secreta, logró sacarlo del calabozo y le aconsejó que se ocultara. Paradójicamente, el pariente que le dio refugio tenía dos hijos falangistas que participaban activamente en la represión. Francisco Matarán, otro hijo del maestro fusilado, tuvo que apuntarse con siete años a Falange para sobrevivir. Enseguida observó que era un niño marginado. Que los hijos de los maestros rojos estaban mal vistos en Granada y tenían que disimularlo. Hasta el punto de que prohibieron a las viudas y a los huérfanos vestirse de negro para llevar luto: “A los hijos de los fusilados nos ponían aparte y trataban de reeducarnos en los valores cristianos. Es más, nos obligaban a ponernos una insignia que decía: Detente enemigo, el sagrado corazón está conmigo. Había un maestro que nos hacía rezar el rosario todos los días y llevaba un mapa de España, con cintas rojas y azules, en el que señalaba el avance del ejército de Franco y sentía verdadero placer eliminando a los republicanos”. 

 

Este es un espacio para el recuerdo y el homenaje de las víctimas del franquismo.

Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.

En colaboración con  y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada. 
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Imagen de Paco Vigueras

Periodista, biógrafo de Constantino Ruiz Carnero y portavoz de la Asociación Granadina Verdad Justicia y Reparación.