La relajación progresiva de Jacobson

Blog - La buena vida - Ana Vega - Domingo, 23 de Agosto de 2015

Cuando hablamos de relajación, nos referimos fundamentalmente a un estado físico y psicológico que nos proporciona una vivencia subjetiva de calma y tranquilidad, de hipoactividad o, en la práctica de algunas técnicas, falta de actividad total, incluso a nivel mental, que nos proporciona un reposo eficaz.

Cada músculo de nuestro cuerpo tiene por naturaleza una tensión que se mantiene incluso en la situación de reposo; a esta tensión en estado de reposo se le llama tono y éste aumenta en cualquier situación de estrés.

En este tipo de relajación trataremos de ser conscientes de cómo la tensión aumenta en nuestros músculos mediante órdenes que enviaremos de contracción,  percibiendo las sensaciones que ello produce. Posteriormente mandaremos órdenes de relajación de los mismos, disminuyendo la tensión muscular al mínimo sintiendo las sensaciones agradables que acompañan a este acto.

La postura ideal para comenzar esta técnica de la relajación es la de tumbados, piernas abiertas y estiradas y brazos extendidos a lo largo del cuerpo y, si lo necesitamos, podemos poner una pequeña almohadilla para apoyar la cabeza. También podemos hacerlo sentados cómodamente con las manos sobre los muslos, las piernas ligeramente abiertas y la espalda recta.

Procuraremos que el lugar para practicar sea tranquilo y confortable, con la temperatura e iluminación adecuada y usar ropa cómoda. Aunque seamos flexibles en nuestra práctica, debemos realizarla con regularidad y cuando hayamos interiorizado las normas y reglas básicas podremos realizarla en cualquier lugar o momento en que lo necesitemos.

Empezamos:

Nos tumbamos o sentamos cómodamente, con los ojos cerrados, respiramos sosegadamente y comenzamos a centrar nuestra atención en nuestra frente; nos damos la orden de tensar esta zona y tratamos de extender la tensión hasta el cuero cabelludo, todo lo que podamos, elevando las cejas, arrugando la frente…

A continuación nos damos la orden de relajar ese mismo grupo de músculos, alisamos la frente, dejamos de fruncir el ceño y dejamos que desciendan las cejas, lentamente y observamos lo agradable que resulta este nuevo estado. Lo fundamental es ser conscientes de la gran diferencia y las sensaciones que acompañan el estar en tensión y las que acompañan al estado de relajación.

Repetiremos el acto de tensar y destensar con las siguientes zonas de nuestro cuerpo:

  • La frente y el cuero cabelludo
  • Los ojos
  • La mandíbula
  • La boca
  • La lengua
  • El cuello
  • La nuca
  • Los hombros
  • Los brazos y las manos
  • La espalda
  • El tórax
  • El estómago
  • Las caderas y las nalgas
  • Las piernas y los pies
  • El cuerpo entero

La práctica habitual de esta técnica nos permite tener una mayor autoconciencia de nuestras sensaciones y emociones, así como de las tensiones que estas provocan en nuestro cuerpo, logrando recuperar la calma con mayor facilidad cuando algo nos agite y favoreciendo el bienestar interior.

  

 

    

Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.