Las manos que recuperan la Memoria
La Memoria Democrática se preserva con leyes y políticas que apuesten por su recuperación, con el tesón de las familias y la inmensa tarea de investigación por parte de memorialistas, pero también con las horas y horas de trabajo de estos profesionales.
El Molino de Víznar es, un año más, la base de operaciones para el grupo, que tiene allí instalado el laboratorio para el estudio de los cuerpos que ellos mismos recuperan en el Barranco. Historia, Arqueología, Antropología Forense, Sociología son sus disciplinas. Nos interesamos por su trabajo.
Hace más de una década, pero las palabras que le trasladó entonces una mujer que ansiaba recuperar los restos de un familiar, víctima del franquismo, para darle digna sepultura sigue recordándolas: 'dame aunque solo sea un dedo; solo quiero eso'. Lo recuerda, en una conversación con El Independiente de Granada, Daniel García Quiroga, que es coordinador en campo de los trabajos de exhumación que se llevan a cabo en el Barranco de Víznar.
Doctor en Arqueología, García Quiroga es uno de la docena de integrantes del equipo que, desde mediados de abril, trabaja en la tercera campaña para la exhumación de las víctimas del franquismo que yacen bajo la tierra del Barranco. Un equipo que lidera el profesor Francisco Carrión, con quien, como muchos de sus compañeros de equipo, se acercó al trabajo de recuperación de la Memoria Histórica. En su caso, ya participó en la histórica apertura de la fosa de Melegís y en las de Gualchos y Pinos del Valle, entre otras. "Ya dejé de hacer otra Arqueología", apunta.
Daniel García Quiroga, en el Barranco de Víznar.
En otros contextos, aunque haya restos humanos, "no hay una persona pendiente de tus resultados". Aquí pueden ser los de un abuelo, un tío... Puede, incluso, que dispongas de fotografías "y les pongas cara"
Erik Borja Miranda, antropólogo forense, máster en Criminología y ahora en la Escuela de Doctorado, alude a la presión añadida que suponen los trabajos centrados en la Memoria Democrática. En otros contextos, como puede ser una excavación medieval o de una etapa anterior, aunque haya restos humanos, "no hay una persona pendiente de tus resultados". Aquí pueden ser los de un abuelo, un tío... Puede, incluso, que dispongas de fotografías "y les pongas cara". "Tienes esa presión", además del objetivo de identificarlos.
Erik Borja Miranda, en el Molino de Víznar.
Laura Gutiérrez es antropóloga y, antes de Víznar, ya participó en otro enclave importante para la Memoria en Andalucía, el cementerio de San Rafael de Málaga.
En el trabajo de campo que realiza, lo importante, resalta, es documentar la fosa. Las posiciones en las que se encuentran las víctimas, la primera, la última, la forma en la que fueron depositadas, las fracturas perimortem que presentan y datos que puedan ya apuntar si son hombres y mujeres, por si se destruyen o se deterioran. Es un trabajo importante, porque se trata de acotar la información para el laboratorio.
Laura Gutiérrez.
En la fosa donde fueron halladas doce mujeres, impactada, Laura Gutiérrez pensó "cómo llegaron hasta aquí, quiénes serían, qué sintieron"
Coincide con sus compañeros en una reflexión que se repite durante las entrevistas con El Independiente de Granada. Este escenario no tiene nada que ver con otras excavaciones. Esto es un "contexto de crimen y asesinato". Por ello insiste en valorar lo que supone estudiar como profesional lo que ocurrió. Detalles como los disparos, con los orificios de entrada y salida o cuántos recibieron. Preguntas como quiénes serían. Menciona cómo le impactó la fosa en la que se hallaron los restos de doce mujeres. Alguna vez que se estuvo sola junto a la fosa "me quedé pensando cómo llegaron hasta aquí, qué sintieron".
Le resulta duro y difícil contar a los familiares los detalles referidos a las víctimas encontradas. Pero escuchas a las familias y respondes a todas sus preguntas. "Estamos haciendo algo bueno y positivo".
Aila Pinyol destaca la protección excepcional con la que se llevan a cabo las labores de exhumación en el Barranco de Víznar
Para Aila Pinyol Sánchez tampoco es la primera aproximación a la Memoria Histórica. Arqueóloga y antropóloga, trabajó en el antiguo cementerio de Castellón. Destaca el peso difícil de quitar que supone una búsqueda sin localizar restos o que estén deteriorados. Es frustrante, admite, como cualquier incidencia que pueda ocurrir, hasta la lluvia. De ahí que subraye lo gratificante que resulta, como en el caso de Víznar, encontrar a las víctimas. Y saber que, si las encuentras, van a estar en buen estado. A diferencia, añade, de lo que puede suceder en un cementerio, donde se repiten los casos de fosas cortadas por intervenciones o construcciones posteriores. También refiere la protección excepcional con la que llevan a cabo las labores en el Barranco.
El trabajo lo afronta con "paciencia" y "calma". Y refiere un momento con mucha fuerza en el proceso de la exhumación, el del vaciado. Cuando la fosa queda ya vacía, con los restos de las víctimas recuperados. Se cierra un círculo, apunta.
Aila Pinyol Sánchez.
En la primera campaña ya tuvo la oportunidad de entrevistar a familiares de las víctimas del franquismo -además de docentes, periodistas e incluso artistas- y ese contacto con las familias marca. Te permite, por ejemplo, establecer las diferencias entre generaciones, explica. Conocer cómo han vivido de manera cruda estos hechos los hijos e hijas de las víctimas o los hermanos. En sus casos con miedo, dolor y angustia. Y cómo lo afrontan los nietos y nietas, que lo ven como un "deber" con respecto a sus padres y abuelos.
También incide en la importancia de que la Memoria esté en las aulas. De lo contrario, "la Memoria se pierde". Entre otras razones, reflexiona, por "la supremacía de lo cronológico". "Todo lo que no es presente parece de segunda". Por ello también considera importante invitar a los centros educativos a que conozcan el trabajo que se está llevando a cabo. A que "vean el esqueleto de la historia de este país".
Reivindicación de la Arqueología de la Memoria Histórica
Trabajó durante unos meses como voluntario en las fosas de Gualchos y Pinos del Valle y esa fue su primera aproximación al trabajo de recuperación de la Memoria Histórica. Es Rafael Cid García, exalumno de Carrión como muchos de sus compañeros en el equipo de Víznar, licenciado en Historia y también en Antropología Social y Cultural, además de Máster en Arqueología. Sus manos han participado también en importantes hallazgos arqueológicos en otros contextos. En concreto, en la villa romana de los Mondragones o el sarcófago romano hallado en las obras de Villamena. Nada parecido a la labor en la que está inmerso. El registro es complementamente diferente porque, como enfatiza en su conversación con El Independiente de Granada, el contexto de represión, de muerte, de drama para las familias, en definitiva el significado social y político de las fosas del franquismo, es brutal. "Se le pueden poner caras".
Y defiende con rotundidad que el trabajo que llevan a cabo es arqueología. Sí, arqueología del conflicto, arqueología contemporánea. Es un debate sobre el que ya reflexionó en su trabajo de fin de máster, rompiendo esa barrera existente. Planteó una primera aproximación a lo que llama arqueología de la Memoria Histórica.
Rafael Cid García en el barranco de Víznar.
Esto es "arqueología viva", resume el arqueólogo Félix Bizarro, que también acumula ya experiencia previa en Padul y Extremadura. Explica que es un trabajo "minucioso" y "lento", a veces incluso "tedioso", como ocurre con las prospecciones que llevan a cabo con el detector de metales en Puerto Lobo, porque se trata de un reconocimiento "exhaustivo" del terreno palmo a palmo.
Incide también en la importancia de los objetos que se encuentran junto a las víctimas. "Te cuentan sus historias, la palpas", afirma a este diario mientras evoca en ese sentido el sonajero encontrado en una fosa de víctimas del franquismo en Palencia. En Víznar recuerda cómo le impactó, mientras trabajaban el pasado año, descubrir un ojo de cristal en una de las fosas.
Félix Bizarro.
Pablo Olivo García es técnico arqueólogo que, al responder a la pregunta de cómo es este trabajo, responde "gratificante y complejo". "Siempre aprendiendo", hace hincapié reseñando que no hay información académica para este tipo de excavaciones. Como sus compañeros y compañeras, es el trabajo de campo, el que comparten en enclaves como este Lugar de Memoria Histórica, el que despierta su interés por un trabajo tan necesario.
Pablo Olivo.
Mucha paciencia y maña para que no cunda la desesperación, por ejemplo con el material, muy fino y con sedimentos húmedos y arcillosos que enseguidan endurecen, como una piedra, detalla. El suyo, el del equipo en su conjunto, es un trabajo que es lento y minucioso, destaca José Ángel Merino Chica, arqueólogo, que lleva ya dos años de trabajo en las fosas de Víznar y cuenta también con experiencia en otros enclaves similares -en Lucena o Padul-.
"Estás ahí y hasta que no terminas no eres consciente de lo que realmente estás haciendo", traslada el arqueólogo a este diario.
José Ángel Merino Chica.
En aquella fosa, recuerda, yacía una veintena militares reupublicanos que venían exhaustos por la Carretera de Málaga y que fueron fusilados. "Excavé solo, sin ayuda. Me impactó tanto, que todavía recuerdo el olor de aquella primera fosa" de víctimas del franquismo en la que trabajó. Carrión insiste mucho en que el trabajo del arqueólogo en estos enclaves se desarrolla pegado a los restos. "Ves las expresiones de los cráneos, las cuencas. Prácticamente parecía que nos querían contar sus historias". Y a eso se añade encontrar los restos de los casquillos de los proyectiles que acabaron con sus vidas. Recuerdos muy intensos para un investigador que en ese momento ya tenía una larga experiencia, acumulada en yacimientos arqueológicos. Pero en las fosas de víctimas del franquismo se añade otro elemento más, como traslada el resto de integrantes del equipo, el de satisfacer un deseo de los familiares, que buscan a sus muertos.
A Melegís siguieron Loja, Pinos del Valle, Gualchos, Pinos Genil, Cogollos Vega, Fuentes de León, en Extremadura y también fosas en Córdoba. Ha sido testigo de cómo ha evolucionado el trabajo, del voluntarismo inicial, a la aplicación de patrones científicos. "La única manera posible de trabajar" con el objetivo último de llegar a la identificación de las personas que fueron asesinadas para entregarlas a sus familias. Y, si eso no es posible, dignificar su enterramiento con un memorial.
Un cambio no solo científico, sino en la voluntad política. Francisco Carrión -en la imagen, tomada en la anterior campaña en el laboratorio del Molino de Víznar-, hace hincapié en que nunca hasta este momento las investigaciones han contado con el respaldo actual, que atribuye en buena parte a la gran labor de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, a cuyo frente está Fernando Martínez, catedrático de Historia Contemporánea. Ese respaldo, traducido también en presupuesto, permite afrontar las exhumaciones con técnicos de primer nivel, añade. En el caso de las campañas en el Barranco, el grueso del presupuesto viene del Gobierno de España a través de la Secretaría de Memoria Democrática. También cuenta con la participación de la Junta de Andalucía, a través de convenios con la Universidad de Granada.
El profesor e investigador subraya la necesidad de que la Memoria llegue a los libros de texto. Precisamente en el Barranco de Víznar reciben también visitas de alumnado de Secundaria, además de la participación del Prácticum del Máster de Arqueología y estudiantes de otros grados.
"Esto hay que continuarlo, porque hemos llegado muy tarde y falta mucho por hacer". Víctimas del franquismo yacen aún en fosas y cunetas de carretera sin localizar.
Fotografías de los integrantes del equipo: El Independiente de Granada.
Fotografías de las labores de exhumación: Francisco Carrión Jiménez.
Fotografía de Francisco Carrión: Subdelegación del Gobierno.
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