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LEYENDAS DE LOS NUESTROS

Capítulo XVII: 'Érase una vez en el Parque Nueva Granada'

Ciudadanía - José María García Labrac - Domingo, 18 de Abril de 2021
Una nueva entrega de la serie de historias y anécdotas familiares de José María García Labrac, que nos lleva, en un delicioso artículo, al Parque Nueva Granada. No te lo pierdas. Porque fueron, somos; porque somos, serán.
El autor con su padre, en el balcón del piso en el que se crió (los Amarillos del Parque Nueva Granada, sobre 1986).
IMÁGENES CEDIDAS POR EL AUTOR, EDITADAS POR (*) SONIA MONTES
El autor con su padre, en el balcón del piso en el que se crió (los Amarillos del Parque Nueva Granada, sobre 1986).

Me crié en el Parque Nueva Granada, una urbanización de la Zona Norte de la capital nazarí, convertida en un pequeño barrio al cabo de los años. La mayor parte de mi infancia transcurrió allí, en las afueras de la antigua Granada, a medio camino entre el campo y la ciudad.

Los Amarillos y los Azules, dos de los sectores en los que se divide la primera fase de Nueva Granada (2006).

El Parque, cuya primera fase fue construida por el magnate inmobiliario Nicolás Osuna a finales de los setenta, se encuentra limitado al sur por la Casería de Montijo, al oeste por la carretera de Alfacar, al norte por el término municipal de Jun y al este por la carretera de Víznar y el barranco de San Jerónimo, en cuyo interior agoniza el triste río Beiro, hermano desheredado del Genil y del Darro

El Parque, cuya primera fase fue construida por el magnate inmobiliario Nicolás Osuna a finales de los setenta, se encuentra limitado al sur por la Casería de Montijo, al oeste por la carretera de Alfacar, al norte por el término municipal de Jun y al este por la carretera de Víznar y el barranco de San Jerónimo, en cuyo interior agoniza el triste río Beiro, hermano desheredado del Genil y del Darro. Levantado en terrenos del pago de Cújar, sobre los que llegó a existir una importante alquería andalusí, Nueva Granada surgió en la Transición como un barrio de jóvenes parejas de clase trabajadora, provenientes muchas de ellas de las cercanas localidades de Alfacar, Víznar o Jun.

El lugar tiene un aire especial, distinto al del resto de Granada, un aroma de pueblo racionalista que se corresponde con la distribución de sus edificios, calles y placetas, girando todo en torno de la plaza central, presidida por la iglesia de San Juan Bautista, un templo gestionado por los padres trinitarios, la orden religiosa que liberó a Miguel de Cervantes de su cautiverio en Argel. La urbanización inicial se divide en diferentes conjuntos de bloques, de cuatro plantas, ubicados alrededor de sus respectivas placetas y pintados cada uno de ellos con franjas de distintos colores, tan característicos que los identifican ante los demás vecinos del Parque: los Amarillos, los Rojos, los Azules, los Verdes… (la posterior expansión del barrio incorporó otro tipo de edificaciones, alejadas del estilo arquitectónico y estético de las tres primeras fases).

La desaparecida fábrica de ladrillos de la carretera de Víznar, ubicada en las proximidades del Parque (2006).

Nueva Granada nació en una época de cambio y de esperanza, tras la muerte de un dictador feroz y el establecimiento de una democracia manifiestamente mejorable, habitado por los nuevos españoles que querían hacerse europeos y superar así los traumas y miserias del franquismo

Nueva Granada nació en una época de cambio y de esperanza, tras la muerte de un dictador feroz y el establecimiento de una democracia manifiestamente mejorable, habitado por los nuevos españoles que querían hacerse europeos y superar así los traumas y miserias del franquismo. La vida diaria en el Parque, tranquila y sosegada, contrastaba con el ajetreo sufrido por los residentes de los contiguos Polígono de Cartuja y Almanjáyar, golpeados sin piedad por un fenómeno entonces novedoso, que enterró la amenaza contestataria de ambas barriadas, aniquilando físicamente a una generación: el tráfico y consumo de estupefacientes a gran escala.

A pesar de su personalidad propia con respecto a la ciudad de la Alhambra, Nueva Granada se parecía bastante al momento político y social en el que se construyó, la España del 78: un paisaje aparentemente idílico, tras el que se escondía una realidad tramposa. Sin embargo, yo fui feliz en aquel espejismo, sigo añorando la esencia de sus calles y echando de menos a algunos de sus habitantes, incluyendo a viejos amigos a los que la historia se tragó para siempre.

La casería de la Campana días antes de su derribo. Al fondo, se divisan el Monte Sombrero y la chimenea de la Azulejera Granadina (2008).

En las proximidades del Parque resistía un edificio singular, el cortijo de la Campana, una casería semiderruida y cochambrosa en la que se criaban animales (y se vendían otro tipo de sustancias, según contaban las malas lenguas). El cortijo, en cuyo patio se celebraban antaño novilladas y otros festejos taurinos, había sido la residencia de los dueños de una finca que terminaba en el puente de Cartuja, enfrente de las actuales oficinas de la Dirección General de Tráfico. Junto a la casería, otro de cuyos propietarios fue un alcalde decimonónico, se encontraba un estanque, vacío de agua y relleno de escombros, quizás vestigio de las naumaquias a las que era tan aficionada la aristocracia musulmana del reino de Granada (como los que aparecieron en el Camino de Ronda, con motivo de las obras del metro y que hoy se pueden contemplar en la estación del Alcázar Genil).

Demolición del cortijo de la Campana, con el Campus de Cartuja y la Casería de Montijo en el horizonte (2008).

A la vera de la Campana, bajo la sombra de la chimenea de la Azulejera Granadina, entre trastada y trastada, el tiempo pasaba volando, mientras la tarde moría detrás de los picos de Sierra Elvira, iluminando el perfil del volcán que nunca existió.

Coda: siendo niño, era muy asiduo de otros de los templos de Nueva Granada, el santuario laico de la librería de Mari Pepa. Me pasaba las horas muertas en aquel pequeño local, ojeando tebeos y libros. Recuerdo cruzarme en varias ocasiones con el camarada Baltasar Garzón Garzón (1946), amigo de la librera y de su marido, el desaparecido Juan de Dios Santander García (1940-2013). Años después, en abril de 2005, Balta, Juande y el que suscribe, junto con una veintena de compañeros, fundamos Granada Republicana UCAR en el Colegio Mayor Isabel la Católica.
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(*) Imágenes editadas por Sonia Montes, a la que agradecemos su colaboración y compromiso con Leyendas de los Nuestros.
José María García Labrac, natural de Granada (1985), es el presidente de la asociación Granada Republicana UCAR, fundada en 2005 en la ciudad de los cármenes. Empeñado en hacer realidad una España distinta, se dedica profesionalmente a la asesoría laboral y es un apasionado de la historia de su tierra y de sus gentes.

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